jueves, 16 de febrero de 2017
sábado, 4 de febrero de 2017
"Lorenzo el magnífico" de Marcel Brion
Hay nombres que están asociados a lugares o épocas con más fuerzas que los eslabones unidos de una cadena: César, con Roma; Sócrates, con Atenas; Jesucristo, con Jerusalén; Florencia, con los Médici. Precisamente sobre uno de estos últimos trata el libro que traigo hoy aquí. Un libro algo olvidado, como su autor... y encuentro razones para ello, la verdad.
La que supuestamente es la biografía de Lorenzo el magnífico es, también, la historia algo extensa de su familia. Marcel Brion da inicio a la obra hablándonos del abuelo y de los tejemanejes bancarios de este, mientras busca el equilibrio con el poder reinante. Por asuntos que nos llevan muy atrás en el tiempo -y que no voy a contar demasiado por su largueza-, los Médici quedaron en descrédito ante la plutocracia cuando no se opusieron al pueblo en uno de sus alzamientos. Las consecuencias no fueron agradables pues el dinero y el poder de lo Médici peligró. El abuelo de Lorenzo (Juan) cambió esta suerte invirtiendo a la carta ganadora, fijando un nuevo rumbo para los asuntos familiares: abandonando los asuntos políticos se dedicó única y enteramente a los negocios. ¿Para qué implicar a la familia en política cuando con favores y dinero se podía poner a amigos en puestos de poder?¿Vale la pena el riesgo de que se sospeche acerca de ellos sobre tentativas de tiranía cuando se puede dominar el escenario político de forma encubierta? Juan, que supo de la conveniencia de los disfraces, se guardó mucho de los asuntos públicos... al menos públicamente. Brion va trenzado en las paginas sucesivas las conquistas encubiertas que hace Juan, al tiempo que deja preparadas las líneas maestras de su sucesor, Cosme.
Lorenzo el magnífico de Benozzo Gozzoli |
Planificadas así las cosas, a Brion se le va de la mano los precedentes de Lorenzo y hace que estos ocupen más o menos la mitad del libro. Unos precedentes algo largos... Cuando se nos habla de la educación del joven ya ha transcurrido un tercio del libro. La historia se queda estancada en los progresos con los poco a poco se hacían con el poder los Médici en la ciudad que, por derecho propio, podía ser llamada la capital cultural de occidente en ese siglo: Florencia.
El advenimiento al poder de los Médici contribuyó a unas nuevas relaciones y a una realidad política distinta en la península italiana. Florencia es, de todos los grandes estados de Italia, el más débil por su situación: al norte linda con el ducado de Milán, al noreste con Venecia, al este con el Papado y el reino de las dos Sicilias:
"(...) Una riña con Milán significaba, por ejemplo, que el acceso a todos los mercados del norte le quedaban privados en adelante, y que toda su economía interior se derrumbaba. Una nación cuyo equilibrio financiero reposa esencialmente sobre sus exportaciones, debe guardar vías libres. No es cuestión de influjo lo que aconseja la posesión de Pisa, sino la necesidad de dejar abierta la embocadura del Arno y el comercio mediterráneo. El paso por la Romaña, que puede ser impedido el día menos pensado por el Papa o por Venecia, desemboca directamente en el Adriático y, más allá, el levante."(Lorenzo el Magnífico, p. 101)
Lorenzo, por su parte, seguiría en política exterior las líneas maestras trazadas por Cosme: una alianza con Milán (tradicional enemigo de Florencia) y Nápoles. Eso, junto con la amenaza del turco que tenía inquietos al Papado y Venecia, que veía peligrar sus dominios de ultramar, brindaron a Italia una etapa de relativa calma. Calma que solo las conjuraciones de un Papa (Sixto IV) y sus exhortaciones a la guerra hirieron casi de muerte.
Todos aquellos hechos, y muchos más, son cubiertos por Brion, pero lo hace de una forma que no respeta la cronología. No son pocas las ocasiones en que nos habla de unos sucesos y no sabemos cuál de los jefes de la familia Médici (Juan, Cosme y Lorenzo) afrentan los peligros. Las fechas son un gran desconocido en este volúmen. Son pocas las ocasiones en las que se emplea. Además, los hechos a veces son dejados en segundo plano en aras de dar importancia a disquisiciones innecesarias de Brion... o de loas dedicadas a los Médici... Porque, sí, Brion parece un panegirista de esta familia: todos son bondadosos, excelsos e inteligentes entre los Médici. Son los otros, los rivales, los que guardan para sí la maldad, la fealdad y los malos propósitos. Es así como Savonarola nos es presentado como un mero frustrado que por su fealdad se dedica con empeño al rezo y desdeña los placeres mundanos. Si atendemos a otros aspectos, la obra podría ser una oportunidad de darnos una idea de los intelectuales (poetas, pintores y pensadores) que rodearon a la familia Médici. Aquí también pierde una oportunidad Marcel Brion, quien alguna vez menciona algún intelectual, pero sin ponerlo en relación con otros de la misma ciudad ni hablar muy profundamente de ellos. Todo esto, y las extensas divagaciones, ponen al límite una narración que asiste, milagrosamente, a algunos puntos de verdadero interés: reconozco que el pasaje de la conjuración de los Pazzi en la catedral me dejó absorbido línea tras línea. Pero quitando ese momento estamos ante una pésima biografía que confunde la vida de un personaje destacado con contar los sucesos de la familia, por un lado, y la divagación y la loa como análisis histórico, por otro. Es la obra de un diletante que no está mal, pese a todo.
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