Giovanni Reale es conocido por sus escritos académicos que se centran, principalmente, en la exégesis moderna de los diálogos de Platón. Su saber, dispersado en muchas obras, ha contribuido de manera benéfica a ampliar nuestro saber histórico de la antigüedad. En esta obra suya de 1995 se propone salir un poco de su especialidad... sin hacerlo realmente. Lo que pretende es llevar o arrastrar los problemas que plantea a su propio terreno. ¿Cuál es el problema que suscita las 250 páginas que nos presentó la editorial Herder hace más de dos décadas? La respuesta será acaso sugerente para el lector moderno, contemporáneo. Ya nos pone sobre aviso el subtítulo de la obra: Tratamiento para los problemas del hombre contemporáneo. No, no es un libro de autoayuda (aunque algunos fragmentos caigan en ello). Por el contrario es un análisis, algunos dirán que lúcido, en el cual se nos presenta por un lado un diagnóstico de nuestro tiempo y también una solución.
¿Cuál es el diagnóstico y cuál la solución? El diagnóstico vendrá elucidado de la mano de Nietzsche, al que se sitúa como un visionario que adelantó los males de nuestro tiempo. Perdón, no es el propio Nietzsche el que es empleado en la obra. Más bien es la lectura que Heidegger hiciera de él. Con los ojos de ese Nietzsche es con el que se pretende ver y analizar nuestros días, en los cuales, se dice, ha triunfado el nihilismo, con la consiguiente negación y trivialización de todo valor. De la negación de los valores, a los cuales se considera ficciones creadas para que relacionarse con el mundo sea más fácil, más cómodo, y de las cuales no surge nada. La negación de toda jerarquía de valores, el considerar las figuras concretas de la abstracción (conceptos, valores, etc) como quimeras lleva al hombre a una situación de inquietudes e inseguridades en la vida moderna. La seguridad de los antiguos es sustituida por la nada etérea, pero envolvente, de la modernidad. Este es el diagnóstico, pero ahora queda saber cuál es la solución. Como dijimos Reale pretende hacer como si saliera de su terreno académico, cuando lo que en realidad hace es arrastrarlo hacia sí, hacia sus estudios. Esto lo hace diciendo que la solución a los problemas actuales está, en buena medida, conociendo lo que los antiguos griegos pensaron y dijeron. En las palabras de Platón y Aristóteles se hayan respuestas, alternativas y soluciones a los problemas de la modernidad.
Son nueve los problemas de la modernidad según el autor. El cientificismo, considerar que la felicidad se haya en los bienes externos o el materialismo son algunos de esos nueve problemas. Problemas que siempre trata del mismo modo: habla de ellos, nos dice que son muy malos y finalmente nos explica qué decían Platón y Aristóteles. En este sentido el libro es considerablemente previsible. Su previsibilidad no guardará recovecos o sorpresas al lector, que verá esa estructura repetida no una, sino nueve veces, en detrimento del posible entretenimiento que el libro hubiera podido ofrecer. El libro no nos deleita en este sentido con una original disposición de sus elementos... Pero es que tampoco lo hará con el modo de exponer la cuestión. Ello se debe a que este autor es incapaz de tratar un tema sin citar. Citar no es un crimen, pero presentar un libro de citas ordenadas no me parece del todo decente. En efecto, de las de las 250 páginas del libro al menos 150 serían, sin riesgo a equívoco, citas. La incontinencia a la hora de citar por parte de este autor es patente... hasta el punto de hacernos plantearnos qué es lo que él dice, ya que casi todo lo dicen otros.
Respecto a eso último, a lo que Reale expresa (que la solución a los problemas de nuestra era está en las palabras del pensamiento antiguo) tengo dos objeciones:
1) El saber de la antigüedad no se haya solo en Platón y en Aristóteles. Pretender, sin decirlo, que todo se concentra ahí, es una caricatura histórica. Que esos sean los autores más importantes de la antigüedad se debe, en buena medida, a que la criba de textos que se ha hecho a lo largo de los siglos ha sido bondadosa con ellos. Pero, sin embargo, esto no hace que en su mismo tiempo ellos fueran los más importantes. A Aristóteles por ejemplo no se le leyó apenas hasta bien entrada la antigüedad. Es por esto que no es la sabiduría de los antiguos la que nos enseña Reale, sino la de algunos antiguos.
2) En caso de que lo primero no fuera cierto habría un nuevo problema: que solo los doctos que tengan conocimiento del pensamiento antiguo tendrían los fármacos para combatir los males de la modernidad. Si consideramos esto entonces este libro no serviría, por ineficaz, para "tratar los problemas del hombre contemporáneo" pues serían unos pocos (y no la sociedad en general) los que pudieran tratar esos males.
Atendiendo estas dos razones me parece un libro fallido, que no termina de solucionar aquello que pretendía. ¿Qué más se le podría añadir a este libro? Una mala edición: no es solo que en la portada hayan mostrado poco empeño (una imagen pixelizada), sino que además el libro está repleto de faltas ortográficas y hay alguna ocasión en la que el traductor olvida la noble lengua castellana para abrazar el indio. Un fragmento puede ser un buen ejemplo: "Ningún hombre vivir sin unirse al otro en el amor" (pág 169). No pretenderé, sin embargo, decir que este libro es una basura aunque sí remarcar que en ocasiones algunos pasajes son dignos de un libro de autoayuda. Un ejemplo nos tendrá servir aquí también:
"(...) no trates de aumentar aquello que tienes, sino trata de lograr que aquello que tienes esté en armonía con lo que eres.Eliminando tales pasajes hay que considerar que al menos el libro tiene una parte buena, haciéndonos recordar algunos puntos de vista de los pensadores antiguos. Quitando eso, me parece un libro torpe, poco útil y en general poco agradable por la forma que tiene el autor de exponer. Queda ahí mi opinión de este libro del que creo que más de alguno alabará simplemente por ser de quien es.
Si quieres aumentar aquello que tienes (los bienes exteriores), debes aumentar consiguientemente aquello que eres (los bienes interiores)". (pág. 251)
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