viernes, 9 de septiembre de 2016

"El conde Luna" de Alexander Lernet-Holenia


    Hay ocasiones en las que uno coge casualmente uno de los libros de sus estanterías y no sabe cómo ni por qué demonios lo adquirió. Sin recordar el momento de la adquisición se pregunta si  merecerá el lugar que ocupa o por el contrario es un intruso poco deseable entre el resto de libros. En esta ocasión mi sensación inicial se vio acompañada por la curiosidad que despierta la portada. Sí, muy probablemente comprara este libro por la portada (y el buen precio que tuviera en alguna librería de viejo). Sea como fuere me dispuse a leer la novela sin mirar mucho por la red en busca de alguna reseña que lo recomendara (o no).

    Comenzadas las páginas no veía nada particular: el relato de las fortunas y vaivenes de una familia rusa que tras generaciones acaba bien afincada. Uno de los vástagos de la estirpe, Alexander Jessiersky, es el protagonista de esta historia de autor austríaco. El protagonista descendiente de aquella familia nos resulta algo anodino: Alexander, sin vicios ni rasgos particulares, pertenece a esa acomodada clase que disfruta de los beneficios de una gran empresa. Su vida pasa apaciblemente de reunión social en reunión social, tiene un linda mujer y varios hijos. Entre tanto los negocios no le pueden ir mejor pues las ganancias parecen aseguradas. Pero, como es previsible, algún quiebro en su fortuna debía haber. El que sucede es el siguiente: ocupado en su esparcimiento, el protagonista deja en manos de otras personas el control de su empresa. Sin saberlo, estos adquirirán unas tierras de una forma poco noble y que tendrá como consecuencia que el antiguo propietario acabe en los campos de concentración.
Alexander-Holenia

    Aquel evento va a ser el desencadente, el punto de inicio real de la historia, pues a partir de dicho momento la historia se centra, empieza a contar algo: la obsesión del protagonista. Es normal que cualquier persona que no sea excesivamente malvada muestre arrepentimiento, aun no habiendo hecho nada directamente, ante un suceso así. En efecto, Alexander mostrará gestos de malestar intentando ayudar al pobre desgraciado en los campos de concentración y visitando a sus parientes... Jamás ha visto a aquel al que ha arruinado la vida, pero traumatizado por este hecho comenzará a buscar sus orígenes, que resultan ser nobiliarios. Afaenado con libros de heráldica y nobleza se va sumiendo en un mundo cada vez más pequeño, que anula todo lo que no sea él y el conde Luna, el antiguo propietario de las tierras expropiadas. Así comienza a desatender a su mujer -cosa que tendrá consecuencias en el relato-, sus negocios y, en general, su vida en favor de una investigación obsesiva del conde... y de la constante sensación de ser cercado, puesto en peligro por su presencia errática, pues cree que este todavía vive y le acosa a él y a su familia. Testimonios de esa presencia errática son los momentos ambiguos, en los que se juega con lo ilusorio, dando lugar a un cierto aire fantástico en el relato. Sumido en la ilusoria o real presencia del conde -que el lector nunca podrá discernir del todo- se produce un profundo cambio en Alexander: se transforma en lo que él percibe como su contrario, su opuesto:

(...) verdad que ahora Luna pretendía ejercer su venganza sobre Jessiersky desde la oscuridad, pero también él, Jessiersky, se alejaba de la luz para alcanzar a Luna en la oscuridad, convertía su luz en la oscuridad de manejos igualmente desdeñables como eran los de Luna, y trataba de llevar a la luz aquella oscuridad. Porque en el fondo no hay mucha diferencia entre las personas que obran en oposición; ya por el hecho de obrar así, por el hecho de que no se puede crear algo opuesto sin que exista lo que se le opone, obran en realidad del mismo modo." (p. 62)

    Dicha reflexión de Alexander-Holenia es la base de la obra que nos lleva desde Europa del este hasta las catacumbas de la ciudad de Roma. Hasta entonces Alexander intenta protegerse de diversos modos del conde Luna... ¡Llega a pensar que hay cierta relación entre la luna y el conde Luna! Esto último nos hace ver que el propio Alexander deshecha cualquier explicación racional y comienza a creer en poderes que tendría el supuesto conde. Con esa idea urde un plan que es el que le lleva al trágico final que el lector habrá descubrir... en realidad no, pues ya en el principio se nos dice cómo termina.

    Es esta una novela curiosa, que juguetea con lo fantastico, que lo roza, pero que no lo muestra. Las apariciones inexplicables de Luna, las catacumbas, la conversación al umbral de la muerte, entre algunos elementos más del libro, nos sitúan en ese "aire" que no termina de germinar en una obra de pletórica fantasía. Es por eso que calificar esta novela como fantástica es complicado, pero tampoco se puede decir de ella que sea realista. En esa zona ambigua, es en la que se mueve la novela. Para mi gusto esa ambigüedad no está mal empleada -de hecho hay momentos en que ha conseguido captar mi interés- pero esto no se traduce en una lectura que vaya más allá de lo inquietante. Y a aquello le hace un flaco favor un final en el que no se resuelve la historia. En lugar de ello, se nos ofrece una conversación pretenciosa y bizantina entre el moribundo Alexander y unos fantasmas.





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