domingo, 18 de septiembre de 2016

"Homo plus" de Frederick Pohl


    El personal del proyecto se había aislado del resto del mundo. Si podían evitaban mirar las noticias de la televisión y no leían en los periódicos más que las gacetillas deportivas. Para las altas esferas, la explicación, la explicación era que no tenían tiempo, pero no era esa la razón. La razón era, sencillamente, que no querían enterarse. El mundo se había vuelto loco, y el extraño aislamiento dentro del gran cubo blanco del edifico del proyecto les parecía sano y real, mientras que las revueltas en Nueva York, la encarnizada lucha en torno al golfo arábigo y las masas hambrientas de lo que solían llamarse 'las naciones en desarrollo' les parecían fantasías sin importancia. (p. 103)

     Estas no son las primeras líneas con las que empieza la novela de Frederik, pero sí podrían haber sido aquellas con las que hubiera podido comenzar. Sirven desde luego para ponernos en situación, para saber qué mundo ha creado en sus imaginaciones el escritor de Mercaderes del espacio o Pórtico. El escenario no nos es desconocido: el mundo está al borde del colapso y necesita ser salvado. ¿Su última esperanza? Que el imperio yanqui llegue a Marte. No parece muy prometedor el argumento. De hecho, por obvio, puede echarnos para atrás. Ahora bien, resulta casi un reto hacer que con esas premisas se consiga un libro decente. Frederik consigue eso... aunque no mucho más.

    Los primeros momentos de la novela nos van exponiendo la situación en la que se plantean todos los medios en marcha para poner a punto el proyecto de colonización de Marte. El proyecto pone especial cuidado en la parte más importante y más endeble: la creación de un hombre que pueda vivir sin apenas recursos en el que será su nuevo hábitat. A tal fin se hacen todo intervenciones quirúrgicas y de todo tipo que dan como resultado un monstruo o un nuevo hombre mejorado (a gusto de quien lea la novela). A esta parte se dispone casi todo el libro, donde el protagonista, Roger Torraway, sufre cambios considerables en su cuerpo. Durante el proceso se describen los estados de ánimo del personaje, las pruebas a las que debe hacer frente y su posterior aventura en el planeta rojo.

    Aquella letanía se endulza para el lector con la introducción de una serie de personajes, muy pocos, que dan algo de vida a la novela. Con ellos se acarameliza la lectura. Aun cayendo en ciertos tópicos, consiguen cumplir su papel y salvar de algún modo la novela. Entre los tópicos explotados en el elenco de personajes tenemos el científico taimado, presentado en la figura de Alexander Bradley y Don Kayman, científico y religioso (aunque por el rol que desempeña más bien debería decirse al revés). Entre ellos se pone de manifiesto dos actitudes algo reducidas pero muy comunes: el científico que solo se preocupa por la investigación y aquel que preocupado precisamente por estos indivuduos tiene en consideración las repercusiones y ciertos compromisos. En otras palabras, uno es el contrapeso del otro: mientras uno solo se compromete con conseguir resultados el otro se compromete con que esos resultados no signifiquen la anulación de la libertad moral de Roger Torraway. Exceptuando estos dos personajes, ocuparán algunas páginas otros dos: la mujer del protagonista y una inquietante enfermera, cuyos papeles en la novela ya descubrirá el lector.

    Con aquel reducido elenco Frederik nos lleva desde los laboratorios americanos a Marte, con un estilo bastante pobre hay que decir, que adolece de virtudes literarias. Con todo, no es soez y, mal que bien, se las apaña para entretenernos. Pesa muy desfavorablemente el hecho de que la narración de lo que se hace en los laboratorios ocupe más dos terceras partes de la novela sin que ocurra nada significativo. En un primer momento pareciera que se nos plantea un dilema: lo que las instituciones o los gobiernos pueden llegar a hacer con una persona sin que esta tenga elección, pero este sería un falso dilema. Ello se debe a que todo está justificado tras la misión de "salvar a la humanidad". Lo poco que en este sentido se muestra es para una cuestión práctica, que tiene que ver con el desarrollo del personaje principal. Quizá hubiera ayudado que esta parte se hubiera completado con una profundización en la psicología de los personajes, pero esta no es una novela que se caracterice por personajes sólidos y complejos. No son planos, pero desde luego no son memorables. El resultado es un novela entretenida, pero nada más. Los premios que tuvo esta novela sirven a eso que popularmente se dice de "mucho ruído y pocas nueces".






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