Acabo de pasar ante mi vista la última artimaña publicitaria del salón erótico de Barcelona de este año. No contentos con el vídeo del año pasado, muy justamente caricaturizado (como si hiciera falta hacerlo), han decidido repetirlo este año. Esta vez, sin embargo, le han dado una nueva forma, aprovechando la situación cercana de muchos: la de la reciente crisis de nuestras instituciones y modelos de vida. Me ha escandalizado ver que una de las páginas que compartió dicho vídeo consiguió 17000 likes en facebook. La publicidad parece haber funcionado: resulta que la industria porno es la herramienta con la que detectar los problemas sociales y atajarlos. Claramente la alianza entre la pontificación y la industria del porno tiene intereses redentores que van más allá de hacerse un mayor hueco en el mercado a través de conseguir la estima del personal de turno.
Por lo general suelo abstenerme de opinar sobre estos asuntos, nimios en el fondo, pero este me tocó especialmente la moral. Los que tenemos algo de confianza en el género humano nos molesta ver cómo este cae tan rápido a la seducción de la publicidad. No se engañen, no critico la industria del porno, solo su discurso, el cual es claramente incongruente y para nada desinteresado.
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