«Amo a la Humanidad, pero, para gran sorpresa mía, cuanto más amo a la Humanidad en general, menos amo a los hombres en particular, como individuos. Con frecuencia, he soñado que sirvo apasionadamente a la Humanidad y creo que, si hubiese hecho falta, hubiese subido al Calvario por ayudarla, pero sé por experiencia que no puedo convivir con otra persona dos días seguidos en la misma habitación. Tan pronto como alguien se acerca a mí, su personalidad oprime mi amor propio y dificulta mi libertad. En apenas veinticuatro horas, puedo cogerle ojeriza a la persona más buena: tal vez porque se queda demasiado tiempo sentada en la mesa, o porque está constipada y no hace más que estornudar»