Fragmentos de las págs. 418-420 :
Siendo así, nada está más lejos de Parménides que el pensamiento de los megáricos, a pesar de ciertas apariencias que ya descarriaron a los mismos críticos antiguos. Estilpón de Megara ataca la doctrina de las Ideas de Platón y a la teoría platónica y aristotélica del juicio. Lo idividual, viene a decirnos, no responde nunca a la Idea. La Idea del hombre no habla, y entonces el hombre que habla nada tiene que ver con la Idea; y si esta es la que habla, nada tiene que ver entonces con el hombre que se calla. Por otra parte, si algún hombre corresponde plenamente a la Idea de Hombre, y si decidimos que este hombre reside por ejemplo en Megara, habremos de afirmar que no hay en Atenas hombre alguno, pues la Idea es única e indivisible. El método de la crítica es, manifiestamente, juzgar de la Idea partiendo del individuo, y exigirle entonces lo imposible, a saber: que se acomode, siendo como es única en su entidad y universal en su valor lógico, a la cosa individual en toda su variada concreción. La crítica del juicio procede de un modo análogo. Si el pensamiento procede, como Platón y Aristóteles preconizan, por conceptos (logoi) definidos y estables, cada uno de los cuales corresponde a una esencia (ousia) determinada, de ellos resulta que todo juicio es imposible, y por tanto el pensamiento mismo. Pues todo juicio, al afirmar un concepto un concepto (predicado) de otro concepto (sujeto), afirma la identidad de dos esenias distintas. Si el hombre es el hombre, no puede decirse que el hombre sea bueno, pues la esencia de la bondad es distinta de la esencia del hombre.
Externamente, esta argumentación es eleática. Pero su intención es contraria a la idea de que la unidad del ser excluye el movimiento, y por tanto la diversidad y el pensamiento de las relaciones. Estilpón no atacó la teoría de las Ideas por su pluralismo, sino porque las ideas no correspondían a lo que él consideraba la realidad del ser, concreta e individual. De parecido modo, tampoco corresponden a este ser los conceptos generales, de tipo platónico o de tipo aristotélico. Colotes, el epicureo, acusó a Estilpón de "suprimir la vida" con estos argumentos. Lo cual quiere decir que los interpretó eleáticamente. Pero la intención que tienen no es afirmar con ellos la unidad del ser y la imposibilidad, como Zenón de Elea, sino la invalidez interna del pensamiento que procede por conceptos generales y les atribuye esencias reales correspondientes. La crítica es nominalista, y no metafísica: a cada realidad individual debe o debiera corresponder una palabra, un signo denominativo diferente. A lo general, no hay realidad ninguna que le corresponda.
La definición rigurosa del concepto implica la absoluta distinción entre el sí y el no; es decir, la aplicación sin restricciones del principio de no contradicción. La sofística ya mostró que esta aplicación sin restricciones paralizaba el pensamiento. De hecho, en el siglo V, no se había pensado todavía la posibilidad de tales restricciones, que fueron la obra de Platón en el Sofista y consistieron en una especificación de las categoría lógicas: no es lo mismo la nada que la privación, y por tanto puede haber dos tipos de juicios negativos. El concepto aristotélico de potencia acude a resolver la misma necesidad lógica y ontológica: la potencia no es la nada o el no-ser, pero tampoco es el ser en acto; es una realidad no efectiva, intermediaria y posible. Contra este concepto de realidad posible se dirige también, consecuentemente, la escuela de Megara. El argumento llamado el "triunfador", que se atribuye a Diodoro Cronos, discípulo de Eubúlides, tiende a probar la imcompatibilidad entre lo posible y el principio universal de no contradicción. En efecto: si admitimos esa validez universal, y por consiguiente que toda proposición o es verdadera o falsa , esto tiene que aplicarse de un modo igual a las proposiciones que se refieren al pasado que a las referentes al futuro. O sea que que toda proposición o juicio referente al futuro es verdadera o falsa: no hay entre esta disyuntiva la posibilidad de un tercer término de indeterminación. Por consiguiente, se suprime la posibilidad misma en cuanto tal, la posibilidad de ser o no ser, y el futuro queda reducido a las absoluta y rigurosa necesidad.
El repertorio de sofismas de Eubúlides de Mileto tiende igualmente a poner de manifiesto la incongruencia entre el rigor formal del principio lógico y el carácter incondicionado de la realidad individual. A este respecto el famoso sofisma del montón o soristes es particularmente ilustrativo. Una cosa es un grano -unidad individual- y otra un montón de granos que contiene una medida cualquiera. Pero dos granos no constituyen un montón; ni tres tampoco. ¿Cuántos granos, entonces, se requieren para formar un montón, o sea la unidad colectiva? Hay que pensar añadiéndoles granos al grano original, llegará un momento en que la suma de todos forme un montón, la unidad colectiva? Hay que pensar que añadiéndole granos al grano original, llegará un momento en que la suma de todos forme un montón. Así, un solo grano añadido a los anteriores habrá cambiado la naturaleza de éstos; pues antes no eran todavía un montón, si no unidades sueltas, y con una sola unidad más han pasado a perder su individualidad para convertirse en un conjunto neutro, colectivo, y que pertenece a un género distinto.
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