"Si la influencia del sentimiento religioso es grande en nuestros días, si la tolerancia en estas materias suele ser un mito en no pocas ocasiones; si el espiritualismo, como reacción determinada por el materialismo que todo lo invade, se manifiesta no solamente en la literatura, en el arte y en la filosofía, sino en el desarrollo de la teosofía y en la afición a las experiencias espitiritistas, ¿no se da también la superstición en formas propias de la Edad Media? ¿No vemos de continuo en la prensa diaria, y singularmente en las ilustraciones más famosas de la Europa consciente, anuncios en los cuales las echadoras de cartas , los adivinos y los magos prodigiosos ofrecen sus servicios, prometiendo a sus incautos clientes descorrer el velo que oculta lo por venir o disponer este porvenir a gusto de ellos? En las grandes urbes modernas, que no en aldeas miserables, y para uso de gente culta, que no de patanes sin instrucción, existen templos misteriosos en los cuales se practican cultos extraños, no siempre espejos de moralidad."
(La leyenda negra, p. 416)
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