viernes, 21 de febrero de 2020

Fragmento de "Ramón y las vanguardias" de Francisco Umbral

    La universalidad literaria no existe, salvo a nivel de símbolos, y el símbolo está ya muy desacreditado en literatura. La única universalidad posible consiste en universalizar sitios muy concretos. Proust habla de París, Joyce habla de Dublín, Ramón habla de Madrid. El escritor -incluso el filósofo, como sería fácil de demostrar- es más auténtico en la medida en que esté más incardinado en un núcleo humano y obtenga sus verdades generales de fuentes particulares. De ahí el peligro que el exilio, el desarraigo, la trashumancia, el nomadismo internacionalista y todo eso suponen para cualquier escritor, como se aprende hoy recordando el caso de Paul Morand, Hemingway y Blasco Ibáñez, de tan dudoso recuerdo para el lector actual.

   El hombre es infinito a condición de que se limite y Voltaire es más infinito que nunca cuando se decide a cultivar su huerto, como Montaigne lo es desde su pueblo. Con el escritor internacionalista de verdad, como pudiera ser el caso de Malraux, ocurre, sencillamente, que ha hecho del mundo su pueblo. Universal es todo lo contrario de internacional. (pp.132-134)


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