domingo, 27 de agosto de 2023

Fragmento de "La conquista de la felicidad" de Bertrand Russel

 "El hábito de pensar por medio de comparaciones es fatal. Cuando ocurre algo agradable, hay que disfrutarlo plenamente, sin pararse a pensar que no es tan grande como alguna otra cosa que le puede ocurrir a algún otro. 'Sí' dirá el envidioso, 'hace un día espléndido y es primavera y los pájaros cantan y las flores se abren, pero tengo entendido que la primavera en Sicilia es mil veces más bella, que los pájaros cantan mil veces mejor en las arboledas del Helicón y que las rosas de Sharon son mucho más bonitas que las de mi jardín'. (...) Todas estas comparaciones son absurdas y tontas. (...) En realidad, la envidia es un tipo de vicio en parte moral y en parte intelectual, que consiste en no ver las cosas tal como son, sino en relación con otras".

Russell, B., La conquista de la felicidad, PRH grupo editorial 2023, p. 81.



sábado, 8 de abril de 2023

Fragmento de "Remedios para la vida" de Francesco Petrarca

    RAZÓN: "Si la abundancia de libros pudiese hacer a los hombres sabios y buenos, entonces los más ricos serían los más letrados y los más virtuosos. Pero lo que vemos cada día es lo contrario."

    GOZO: "Tengo libros que son de gran ayuda para el estudio"

    RAZÓN: "Asegúrate de que no sean impedimentos. Igual que un número excesivo de soldados impidió a algunos la victoria, así los demasiados libros fueron para muchos un estorbo en su aprendizaje. Es frecuente que de la abundancia nazca la escasez. Si de todos modos consigues muchos libros, no deben ser menospreciados: guárdalos, usa los mejores y ten a mano los que con el tiempo te pueden aprovechar, evitando que te perjudiquen si no es el mejor momento para leerlos."

    GOZO: "Tengo muchos y muy diversos libros"

   RAZÓN: "Los muchos caminos a menudo engañan al caminante, y el que iba seguro por un sendero, dudará ante un desvío, y mucho más si topa con tres o con cuatro. Del mismo modo, quien leyendo un solo libro puede hallar gran provecho, quizá revuelva muchos sin obtener ningún fruto. La diversidad estorba a los que estudian; a los que ya saben les basta con poco, y el exceso no es bueno ni para unos ni para otros. Verdad es que los hombros más recios soportan mejor la carga."

   GOZO: "He reunido gran número de libros excelentes"

   RAZÓN: "Que yo sepa, nadie alcanzó la excelencia por el número de sus libros. (...) No te precies de tenerlos, sino de entenderlos; no los guardes en tus anaqueles, sino en tu memoria; no en tu biblioteca, sino en tu entendimiento. De otro modo, nadie merecería más la fama que el librero que los vende o el armario que los contiene"


pp. 69-70

miércoles, 5 de abril de 2023

Fragmento de "Remedios para la vida" de Francesco Petrarca

 


"Y para aquella consolación que imaginas que puede venir de la poesía, bastará como respuesta lo que Horacio pregunta en apenas dos versos: 

'¿Y crees que con estos versos podrás quitarte del corazón las espinas, las cuitas y los afanes?' 

Hablando y cantando se alimenta y se aviva el amor, no se extingue ni se mitiga, de modo que los cantos y poemas que recuerdas no curan, sino que irritan tus heridas.

(...) Pero en definitiva, entre tantos remedios son muy pocos los que apruebo: cambiar de casa o de lugar, que, si beneficia al cuerpo, también puede beneficiar al alma enferma; evitar y rehuir con diligencia todo lo que te traiga a la memoria el rostro amado; ocupar y distraer el animo con otros pensamientos y desvelos que borren las huellas de la antigua enfermedad."

pp. 108-109

lunes, 3 de abril de 2023

Fragmento de "Sendino se muere" de Pablo D´ors

   "Simplemente haciendo nuestro trabajo con responsabilidad y competencia, capacidad y competencia, la capacidad de alivio que tenemos los sanitarios es inmensa"

   Es preciso recalcar que, al pensar siempre en su enfermedad como fuente de ayuda a los demás, Sendino rompió milagrosamente ese círculo egocéntrico que caracteriza a la mayor parte de los enfermos. Pensar en el otro cuando se está sufriendo no puede calificarse más que de heroico, a mi modo de ver.


Fragmento pp. 48-50

domingo, 12 de febrero de 2023

Fragmento de "El mundo en el que vivo" de Helen Keller

    Algunas manos, cuando toman las nuestras, sonríen y no caben en sí de alegría. Palpitan y se dilatan llenas de vida. Personas desconocidas han tomado mi mano entre las suyas como si fuera la de una hermana que no habían visto en muchísimo tiempo. 

    (...) Estoy convencida de que no hay manos que puedan compararse con las del médico, por su destreza paciente, su dulzura compasiva y su magnífica certeza. No nos ha de extrañar pues, que Ruskin encuentre en los toques certeros del cirujano la perfección del control y la delicada precisión que el artista debiera emular. Si el médico es un gran hombre, los toques de sus manos sanarán también el alma de sus pacientes. Un amigo mío muy querido, que fue nuestro médico en la salud y en la enfermedad, tenía en las manos este toque mágico de bienestar. Su espíritu alegre y cordial hacía bien a sus pacientes, necesitaran o no medicinas.



Keller, Hellen, El mundo en el que vivo, Atalanta, 2012 España, pp. 26-27.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Fragmento de "El ojo en la mitología" de Juan Eduardo Cirlot

     "Sea como fuere, la cuestión es que abundan en extremo las noticias sobre ese conturbador poder de la mirada (...), que algunos seres poseerían incluso contra su voluntad y conocimiento. Es evidente que esta idea se relaciona con la de la acumulación del poder impersonal en determinados objetos, propia de todo animismo. El romano Plinio cuenta en su Historia natural que cerca de las fuentes del Nilo habitaba un animal llamado catoblepas, cuya mirada mataba instantáneamente. (...) El precepto de que lo semejante se cura con lo semejante tiene aquí su más exacta aplicación. Fenicios, sirios, etruscos y cartagineses utilizaban los apotropeos en diversidad de objetos, amuletos, exvotos y talismanes. En Grecia y Roma se llegaron a elaborar teorías para explicar, con relativa ciencia, la naturaleza del fenómeno, que se atribuía a la emanación de imágenes activas, independizadas de su fuente virtual y capaces para obtener efectos a distancia. Según Elworthy, los adornos de los guerreros en el combate, en yelmos, corazas y escudos, no tenían otro objeto sino atraer hacia ellos el aojamiento del enemigo e impedirle así causar un doble daño al que los afrontaba. Vemos en esta teoría cómo un hecho que constituye una profunda verdad psicológica sirve de fundamento a la superstición, pues, realmente, pudo disminuir bastante la agresividad de algunos combatientes por el efecto de la distracción generado por las armas, motes, y divisas del contrario. La elegancia en el vestir, consecuentemente, sería un medio de los tímidos o poseídos de sentimiento de inferioridad para desviar la atención del oponente a su persona, dirigiéndola hacia el traje y el adorno."


Fragmento de "El ojo en la mitología" de Juan Eduardo Cirlot, p. 58., Huerga y Fierro Editores. 

domingo, 10 de enero de 2021

Fragmento de "Los funerales de Mamá Grande" de Gabriel García Márquez

Un día de estos

    El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos. 

   Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa, rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella. 

   Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción. 

—Papá. 

—Qué. 

—Dice el alcalde que si le sacas una muela. 

—Dile que no estoy aquí. 

   Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo. 

—Dice que sí estás porque te está oyendo. 

El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo: 

—Mejor. 

Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro. 

—Papá. 

—Qué. Aún no había cambiado de expresión. 

—Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro. 

Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver. 

—Bueno —dijo—. Dile que venga a pegármelo. 

   Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente: 

—Siéntese. 

—Buenos días —dijo el alcalde. 

—Buenos —dijo el dentista. 

    Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la si-lla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, afirmó los talones y abrió la boca. 

   Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos. 

—Tiene que ser sin anestesia —dijo. 

—¿Por qué? 

—Porque tiene un absceso. 

El alcalde lo miró en los ojos. 

—Está bien —dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.

   Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo: 

—Aquí nos paga veinte muertos, teniente. 

   El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio. 

—Séquese las lágrimas —dijo. 

   El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielo raso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. 

—Acuéstese —dijo— y haga buches de agua de sal. 

   El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera. 

—Me pasa la cuenta —dijo. 

—¿A usted o al municipio? 

El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica: 

—Es la misma vaina.


Márquez, G. G., Los funerales de Mamá Grande, Bruguera editorial, pp. 19-23.

sábado, 2 de enero de 2021

Fragmento de "Historia de Cristo" de Papini

    "Y ya tenemos en acción a un equipo de iluminadores y adornistas del espíritu lanzados a fabricar religiones para el consumo de los irreligiosos. Durante todo el siglo XIX las fueron sacando del horno a pares y a medias docenas. La religión de la Verdad, del Espíritu, del Proletariado, del Héroe, de la Humanidad, de la Patria, del Imperio, de la Razón, de la Belleza, de la Naturaleza, de la Solidaridad, de la Fuerza, de la Acción, de la Paz, del Dolor, de la Piedad, del Yo, del Porvenir y otras por el estilo. Las había que no eran otra cosa que reajustes del Cristianismo sin Dios; aunque, por lo general, se trataba de sistemas políticos y filosóficos que intentaban convertirse en místicas. (...) Entonces se intentó barajar unos facsímiles de religión que tuviesen, en mayor cantidad que aquellas otras, lo que el hombre busca en la religión. Los francmasones, los espiritistas, los teósofos, los ocultistas, los ciencia-cristianos, creyeron haber dado con el sustitutivo del Cristianismo. Pero tales guisados insulsos de supersticiones mohosas y de cabalística agusanada, de simbolismo simiesco y de agrio humanitarismo; tales remiendos toscos del budismo de exportación y del cristianismo fraudulento solo proporcionaron satisfacción a algunos millares (....).

    Afirman que Cristo es el profeta de los débiles cuando, por el contrario, viene a dar fuerzas a los languidecientes y a elevar a los pisoteados por encima de los reyes. Aseguran que es la suya una religión de enfermos y de moribundos, cuando, por el contrario, cura a los dolientes y resucita a los que duermen. Aseguran que va contra la vida, y la realidad es que vence a la muerte; que es el Dios de la tristeza, y la realidad es que exhorta a los suyos a la alegría y promete a sus amigos un festín eterno de gozo. Aseguran que ha traído al mundo la renuncia y la mortificación, y, lejos de eso, mientras perteneció al mundo de los vivos, comía y bebía, se dejaba perfumar los pies y los cabellos, y le causaban enfado los ayunos hipócritas y las penitencias vanidosas. Muchos lo han abandonado porque jamás lo conocieron. A estos, de manera especial, desearía ayudar este libro."


Papini, G., Historia de Cristo, Tomo IV de obras completas, pp.14-29, Aguilar.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Fragmento de "Una temporada en el infierno" de Arthur Rimbaud

    "Me convertí en una ópera fabulosa. Vi que todos los seres tienden fatalmente a la felicidad: la acción no es la vida, sino una manera de estropear alguna fuerza, algún nerviosismo. La moral es la debilidad del cerebro."


Rimbaud, A., Una temporada en el infierno/Iluminaciones, p. 69, Alianza.



martes, 15 de diciembre de 2020

Fragmento de "El imperio bizantino" de Norman Hepburn Baynes

    "La maravilla de la hacienda bizantina es, sobre todo, su estabilidad (...). 'En el período de ochocientos años -escribe Gelzer- que va desde Diocleciano hasta Alejo Comneno, el gobierno romano nunca se vio obligado a declararse en bancarrota o a suspender pagos. Ni el mundo antiguo ni el moderno pueden ofrecer un fenómeno que pueda parangonarse completamente a este. Esa prodigiosa estabilidad de la política financiera romana aseguró al bizantino su circulación universal. Debido a su peso completo pasó por todas la naciones vecinas como un medio válido de cambio. Gracias a su moneda, Bizancio controló lo mismo al mundo civilizado que al mundo bárbaro'".

     -Baynes, N. H., El imperio bizantino, FCE, p. 107.

Juan II Comneno e Irene de Hungría. Autor Antoine Helbert