Etienne Gilson es muy conocida por ser un historiador de la filosofía, un gran historiador del pensamiento. Sus estudios por lo general se centran en el pensamiento de la Edad Media. El pensamiento musulmán, el judío y el cristiano. No es extraño esto: Gilson es un neotomista, es decir, cree que Santo Tomás de Aquino dio con la solución a los grandes problemas del pensamiento. No es raro, por tanto, que conozca de manera brillante las ideas del medievo. Pero su erudición en aquella época no es suficiente, a ello se une una claridad expositiva y una profundidad intelectual que hacen que presente libros soberbios de historia del pensamiento. Este libro del que vamos a hablar no es un manual, no es un tomo de historia de la filosofía, aunque bien pudiera parecerlo... lo podría parecer porque en el transcurso de sus páginas nos habla de ciertos pensadores del pasado y su relación con otros posteriores. El autor ya se molesta en justificar esto: su libro no es una historia de la filosofía lo que pasa es que para él historia de la filosofía y filosofía están unidas. Como dice él mismo "la historia de la filosofía y la filosofía están más unidas que la ciencia y la historia de la ciencia". La historia para el filósofo es su laboratorio y a fin de no cometer algunos de los errores que ya se cometieron en el pasado debe ser un buen conocedor de ese pasado. Así, la historia se convierte en algo productivo y en una eficaz prevención que asegura que una investigación pueda ir por buen camino. Aquí, en este libro se apoyará en ciertos momentos históricos para intentar saber si hay algo que se pueda llamar experiencia filosófica y en qué se diferencia de otras experiencias.
Empezará el recorrido tratando eso que en el medievo se llamaron universales, es decir conceptos que se aplican a una multitud de entes, y la problemática que arrastran tras de sí. ¿Tienen existencia por sí mismo? ¿Son un mero producto de nuestro mente? ¿Cómo surgen en nuestra mente? Todas estas preguntas fueron el tema principal de las discusiones durante buena parte del medievo puesto que detrás de ello se hallaban cuestiones muy importantes. Sin respuestas a ellas o con malas respuestas se podía acabar sin saber cómo podíamos conocer algo o qué tipo de estructura tenía la realidad. Abelardo fue uno de esos hombre que pretendió responder a tales preguntas, aunque no fue el único. Lo que nos enseña Gilson es que tomando ciertos caminos las respuestas podrán ser acertadas o infortunadas. De ahí el nombre de sus capítulos: filosofía y lógica, filosofía y teología... una vez escogido un camino, y si este es erróneo, nos encontraremos con dificultades insalvables y respuestas parecidas. Abelardo cogió uno de esos caminos erróneos: decidió utilizar la lógica para problemas que no eran lógicos.
"Como ciencia aparte, la lógica se refiere primariamente, no a la naturaleza u origen de nuestros conceptos, y menos aún a la existencia y naturaleza de sus objetos externos"No os voy a contar las conclusiones a las que llegó, pero sí voy a destacar las sorprendentes analogías que Gilson hace en ocasiones. De tener un sombrero me lo quitaría ante él. Es maravilloso cómo relaciona las conclusiones de un filósofo medieval (Ashari) con Malebrance y Berkeley. Y estos lúcidas analogías las hace durante todo el libro para mostrarnos que, como si de un hecho físico se tratara en el que una determinada causa le correspondiera un efecto, a ciertas premisas les corresponde ciertas conclusiones independientemente de cualquier otro factor. Eso es lo que haces que pensadores tan distintos como Ashari o Malebranche, a pesar de sus contextos y preocupaciones propias, acaben con conclusiones similares. Cogiendo en el hilo de Ariadna estos elementos nos lleva a la filosofía moderna de Descartes, Spinoza o Kant para conducirnos al fin al conocimiento de qué es la experiencia filosófica... Es un libro imprescindible,
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