viernes, 6 de diciembre de 2013

Historicismo y existencialismo de Eduardo Nicol


   Eduardo Nicol es un pensador del que no he oído hablar (y probablemente siga siendo así) en los pocos años en que estoy en la universidad. El encuentro completamente casual con su pensamiento me ha generado un gran impacto: por primera vez me he encontrado algo de pensamiento español que no es Ortega, o lo que es lo mismo, que no es una ejercitación constante del pleonasmo. Sé que mis palabras son muy fuertes y desde luego no dan cuenta del pensamiento español: está claro que más allá de Ortega siempre suenan nombres: María Zambrano, Gustavo Bueno, Manuel García Morente, Xavier Zubiri... La lista podría continuarse, pero difícilmente encontraríamos a más de unos tres o cuatro que aparecen en los planes de estudio (siquiera de forma marginal). Ante esta discriminación no es difícil que los "neófitos" de la filosofía lleguemos a la conclusión de que España (y el mundo hispano hablante) no solo ha llegado tarde a la modernidad, sino que también su pensamiento no es lo suficientemente interesante o importante. Ante esta situación es normal que se produzca una sorpresa al descubrir un "pensador" español al leer "Historicismo y existencialismo" de Eduardo Nicol.

   Eduardo Nicol es uno de los pensadores que vivieron el conflicto armado de nuestro país, en el que los fascistas (el ejército de Marruecos y muchos españoles de la península) lucharon contra los republicanos para defender lo que el ejército español siempre defendió: sus intereses, el de los grandes terratenientes y los de la iglesia. Ante esta tesitura optó, como otros, por el exilio en 1938. Su nueva residencia sería México, lugar donde ocuparía una cátedra en la universidad nacional de México. Aquí fue donde escribiría la mayor parte de su obra filosófica, incluido el libro del que vamos a hablar: "Historicismo y existencialismo".

   El libro comienza como su título indica examinando brevemente las dos corrientes de pensamiento más importante de su momento: el historicismo y el existencialismo. No obstante no se centrará tan solo en el estudio de estas. Entender estas corrientes conlleva tener plena conciencia de los problemas que han encaminado al pensamiento moderno a esas soluciones, o esas tentativas de soluciones. El problema que se ha planteado es el de si "el ser" es histórico como más o menos dijeron Dilthey y Bergson. El ser no tiene que ver con conocer una serie de entelequias situadas en un plano trascendente (como proponía Platón por ejemplo), que es lo mismo que decir que existe un conocimiento objetivo, es decir, no histórico. Ante esta propuesta y la crisis general de las ciencias de nuestro tiempo surge la necesidad de elaborar una respuesta conciliadora que rescate la temporalidad del conocimiento. Aquí comienza nuestro filósofo español a relatarnos la historia del pensamiento filosófico con mirada atenta, dispuesto a descubrir los errores que nos han llevado a nuestro problema actual. Volviendo su mirada a Grecia detecta el problema: los presocráticos tenían una concepción más acertada "del ser" y esta manera de entender "el ser" fue cambiada por otra, raíz de nuestros problemas. Esa manera de entender el ser de los presocráticos tenía que ver con un ser ante todo móvil, cambiente y al mismo tiempo material. Este ser es un ser temporal,  que se desarrolla en el tiempo presenta problemas concebirlo. La mentalidad humana siente vértigo de ver la realidad como algo constantemente cambiante, sin regularidades, sin causalidad. Zenón de Elea, con sus aporías mostraba el problema de concebir un ser temporal y proponía elegir: el tiempo o el ser, pero no los dos juntos. Y efectivamente se optó por el ser, olvidando el tiempo. Nicol lo expresa de la siguiente manera:

   "La ontología, entonces, prescindió de uno de ellos: se quedó con el ser y proscribió el tiempo. El tiempo solo aparecía en la filosofía cuando el ser no estaba en ella: en las doctrinas críticas, o en esos aledaños de la filosofía, como el saber del hombre, tenidos por poco dignos de una posición más favorecida. El tiempo no era el ser, y si acaso tenía que explicarse, se explicaba por el ser, por una subordinación al ser. Y esto ha ocurrido así porque desde el principio, fue la razón misma la que se incapacitó para captar la temporalidad del ser, o el ser en tanto que temporal."

   El primero en llevar este cambio de la concepción del ser fue Parménides al postular un ser idéntico a sí mismo. Al establecer dicha identidad del ser consigo mismo se impedía el cambio o la temporalidad. El problema que se deriva de esto es cómo explicar el movimiento. Parménides diría que el movimiento es una ilusión. Esto que, evidentemente, es tremendamente chocante hizo que los pensadores intentaran hallar una solución. Y la respuesta de Platón y Aristóteles fue la misma: explicar el movimiento a través del ser, es decir, derivarlo de un ser que no cambia. La forma sería distinta en la medida en que el "Ser" en Platón eran las formas o esencias (me resisto a utilizar la palabra "idea"), mientras que en Aristóteles sería un Dios ensimismado en sí mismo. El resultado de todas estas reflexiones tuvo un efecto inmediato: el ser dejó de concebirse como algo material, como algo unido a las cosas que vemos. Se postula, por tanto, un plano trascendente en el cual se encuentra el Ser. Y esto llega hasta una época muy reciente puesto que incluso Kant hablaba de una realidad nouménica, una realidad que no se nos daba en las cosas aparentes del mundo. Lo que Nicol plantea es que ese plano trascendente en el cual se sitúa el Ser es una invención, un error que lo que quería es eliminar el problema de la temporalidad del ser. Expresa kantianamente que en el fenómeno ya está el noúmeno (o lo que es lo mismo, el ser), es decir, el ser está está en las cosas mismas, no fuera de ellas, en una plano trascendente.

   Tanto el historicismo como el existencialismo han puesto sobre la mesa considerar el ser como ser temporal y por eso después de su relato histórico se centra en ellas concediéndoles mucha atención y planteando ciertos reparos. Entre esos reparos encontramos que la epistemología ha entendido la relación del conocimiento como sujeto-objeto (al igual que la epistemología tradicional), mientras que él entiende que debe ser sujeto-objeto-sujeto. Esta última da cuenta del hecho de que el conocimiento es algo que se da "entre hombres". La manera tradicional insinúa que el hombre, el individuo es como una mónada que no se relaciona con el resto y que se enfrenta solitariamente al problema que plantea explicar el ser (temporal) o la realidad.

   Libro extenso, aunque no oscuro, requiere un mínimo de conocimientos. Al menos hay que ser neófito (como yo mismo me confieso) para poder entender el libro y los planteamientos interesantes que se plasman en las 425 páginas del texto. Como dije más arriba: un auténtico hallazgo.





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