"El siglo XX, en su mitad variable, que hemos repasado voluntariosamente aquí, es un siglo fecundo y fracasado, generoso y tardío. Arrastra la herencia revolucionaria de Francia, de Rusia, de España, etc. En una palabra, mantiene pendiente la revolución absoluta que nos prometía el XIX, sin llegar nunca a consumarla." (Amado siglo XX)
Umbral es una de esas figuras que hacen su presencia patente, en un sentido u otro. Ante tales casos uno no puede uno sino pronunciarse a favor o en contra. Mayormente conocido por su "Yo he venido aquí a hablar de mi libro" y otras subidas de tono, Umbral se gana un lugar propio en ese abigarrado plantel de escritores españoles del último siglo. Con voz propia y resonante (figurada y literalmente) consiguió fama y renombre a edad temprana consagrándose con su libro "Ninfas". Otros también mencionan "Mortal y Rosa". Ambos libros me observan con mirada cómplice, torturándome por haberlos despreciado y haberlos dejado al cuidado del tiempo y el polvo más que al de mi descuidada mirada. "Amado siglo XX" es el último libro de este escritor, adquirído recientemente para mi biblioteca y al que me condujo mi también reciente lectura de Retrato de un joven malvado.
Junto a los libros que venía publicando en sus últimos años, "Amado siglo XX" marca un giro. Si bien se habla sobre la vivencia del autor, una constante (parece) en su obra, esta vez cambia el foco. Se escribe sobre lo cotidiano e íntimo más que de la acalorada y bulliciosa Madrid, a las que tantas páginas le dedicara el genio de la bufanda blanca al cuello. Las pensiones que ocupara a su llegada en Madrid, sus primeros premios literarios y sus escarceos habituales tienen presencia en una obra en la que su conciencia rememora a placer, eligiendo aquello que más gusta. No es esta, sin embargo, una obra de memorias. El título no estaría justificado en tal caso. Si bien el autor está presente, lo está más todavía el pasado reciente que muchos solo conocemos por los libros que nos dieran en escuelas públicas. Abundan las referencias a nuestra historia y personajes
más relevante. En este sentido se puede decir que la conciencia de Umbral,
avarienta de actualidad -esa que tanto le sirviera en sus artículos-, se centra más en lo cercano que ha tenido: Madrid, los cafés, la literatura y política española... Los
grandes sucesos del mundo, aun teniendo presencia, parecen tenerla
en un segundo plano. Son el telón sobre el cual van apareciendo las
figuras que a Umbral le parecen de interés. Si uno de los libros de
Umbral es Un ser de lejanías este del que hablamos podría renombrarse
como "Un ser de cercanías" al tratar, de algún modo, todo aquello que
más inquieta e interesa al escritor de voz grave y grandes gafas. "Amado
siglo XX" es el intento de dejar dicho todo cuanto a uno le interesar
dejar dicho antes de desvanecerse. Así, Umbral nos deja sus ácidas críticas a un Ayala, sus juicios sobre Sartre, Gracíán e incluso al ya muerto Ratzinger:
"Europa,
que tan poca suerte está teniendo en su última aventura soberanista,
quizá se encuentre ayudada ahora por un sacerdote de carácter dialogante
y buenas intenciones. La deconstrucción de Derrida no debe poner su pie
en Roma porque la antigüedad nos es necesaria a todos como modelo de
modernidad. Esto, si no queremos quedarnos en manos de los grandes
supermercados, de las grandes superficies, que solo nos justican por lo
que compramos y sólo nos rubrican por lo que comemos." (...) "El
Vaticano no era necesario pero lo es ahora, cuando el hombre corriente,
vestido de gris, se ata la muerte a la muñeca como antes el reloj de
pulsera" (pág. 208 y 211)
El apartado dedicado a Ratzinger me ha parecido de particular interés. Poco sospechoso es Umbral de formar parte de cristianismo militante, pero eso no es óbice para que vea con su perspicaz mirada la necesidad del cristianismo para combatir el pensamiento fragmentario, escéptico, relativista que nos inunda y que convierten lo existente en un conjunto de contingentes, de cosas que son así pero que podrían haber adoptado otras formas y por ello no son necesarias ni verdaderas. Todo son constructos. A propósito de Sartre ya nos dice Umbral que era "el último pensador metafísico, porque tras él viene una legión de estructuralistas, los deconstructores y los fragmentalistas" (pág 273). De interés son las páginas que dedica a Quevedo, "puticojo más que paticojo" (p. 224). No hay apartado que no me haya acabado interesando. Sí que ha habido algunos que no me atraían, pero esto ya es cuestión de preferencias. Tanto los que eran de mi interés como aquellos que no lo eran tienen la gracia estilística de Umbral. Con eso su presencia está plenamente justificada.
Por mencionar la introducción he de decir que Eduardo Martínez Rico ha sido interesante en las páginas que ocupa. No se puede decir lo mismo de todas las introducciones que se pueden leer, que parecen más la antesala del aburrimiento que un pequeño aperitivo que augure el disfrute al lector. En ella, Eduardo nos dice que son dos los generos predilectos de Umbral: las memorias y el artículo. ¿Podrían convenir otros mejor para un ego que necesita volcarse a sí mismo en las páginas que escribe? Parece que la respuesto es un no. La vívida conciencia de Umbral parece querer abarcar todo lo abarcable y hacerlo suyo con este Amado siglo XX. Es un libro con el que me he sorprendido mutilando, en más de una y dos ocasiones, con dobleces en la esquina de la página. Umbral ocupará más lugares en mi biblioteca a partir de ahora.
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