Las breves incursiones que hago al género de ciencia ficción me llevan en ocasiones a títulos que tienen relación directa con alguno que ya he leído anteriormente. En esta ocasión ha sido un libro que indaga asuntos religiosos, justo como la última novela del género que compartí en este blog hace no mucho.
Con unos cuantos años que median entre ambos (tres décadas), la entrega de Resnick aborda bajo un prisma distinto las relaciones que median entre lo divino y lo humano, la historia y la creación, la voluntad divina y la voluntad de los hombres... Y lo hace de un modo nuevo y gracioso haciendo que el mesías sea un juerguista, un golfo, un fullero que se pone en medio del camino de uno de los mayores señores del crimen: Salomon Moody Moore.
Todo tiene como inicio un encuentro casual en el que Solomon, como buen matón adinerado, le da un paliza al mesías, cuyo nombre es Jeremías el G. El paso que esté seguirá a continuación será tramar un intento pretendidamente fallido de asesinato contra Salomon Moody Moore. El plan trazado no es excesivamente complicado: tras el intento fallido de asesinato intentará escapar de la organización criminal de Salomon el tiempo suficiente para que este se confiese incapaz, con todo su poder, de prender a su objetivo. Con ello pretende sorprender a Salomon y que le de un puesto en la organización con el cual llevar una vida disipada. Lo se, no suena muy prometedor o muy atractivo el argumento, pero Mike Resnik sabe hacerlo bien y engancha rápido, con hábiles diálogos y comentarios graciosos.
Pronto, la primera parte de la novela, más jocosa, va cediendo lugar a una mayor seriedad cuando se va descubriendo que, efectivamente, Jeremías el G. tiene peculiaridades que le hacen distinto a cualquier humano o mutante. Son varias las veces que Salomon Moody Moore (me gusta cómo suena este nombre) lo apresa y le intenta dar muerte... Todas ellas son fracasos absolutos. Transcurrido el tiempo, el propio Salomon, Jeremías y otros personajes, al observar la biografía del fugitivo inmortal van sospechando la real naturaleza de este. Parece encajar con todos los rasgos del mesías, pero no el cristiano, sino el del antiguo testamento. En torno a él se va conformando una organización cada más sólida que hace que al rey del crimen le sea imposible capturar o, simplemente, seguir los movimientos de Jeremías. La justicia humana, asegurada con el poder de las armas y su voluntad, se topa de bruces con la divina, que impide que el mesías sea dañado de cualquier forma. Esta tensión se desarrolla durante toda la novela hasta que Jeremías cumple el cometido al que supuestamente está atado. Moore, sin embargo, no ceja en su empeño y conforme crece la fuerza de su rival va buscando aliados cada vez más fuertes: primero, socios de los negocios sucios; finalmente, llega a hablar hasta con dirigentes de alto nivel preocupados por el cariz que está tomando la nueva situación. Esta situación anormal es la que hace que pese a ser un personaje de moral más que cuestionable, las simpatías del lector se sitúen por completo del lado del mafioso asesino. Sobre todo porque su conflicto personal le lleva a tener un conflicto con el mismo Dios... Al fin y al cabo su obsesión de acabar con el mesías es su manera no de cuestionar la existencia de Dios -que le importa muy poco-, sino la forma en que este muestra su "benignidad". Tal cosa la manifiesta en una breve conversación con el Creador que tiene lugar casi al final de la novela:
Así las cosas, la historia que a un primer vistazo iba a ser solo una graciosa novela de género se convierte en una reflexión sobre el destino y sobre si la voluntad del hombre puede hacer algo teniendo todas las cartas en contra. No está mal para una novela que al principio no me llamaba la atención. Aunque no destaque por un plantel de grandes personalidades, ni tampoco de grandes secundones, se deja leer muy bienel libro de Mike Resnick.
Con unos cuantos años que median entre ambos (tres décadas), la entrega de Resnick aborda bajo un prisma distinto las relaciones que median entre lo divino y lo humano, la historia y la creación, la voluntad divina y la voluntad de los hombres... Y lo hace de un modo nuevo y gracioso haciendo que el mesías sea un juerguista, un golfo, un fullero que se pone en medio del camino de uno de los mayores señores del crimen: Salomon Moody Moore.
Todo tiene como inicio un encuentro casual en el que Solomon, como buen matón adinerado, le da un paliza al mesías, cuyo nombre es Jeremías el G. El paso que esté seguirá a continuación será tramar un intento pretendidamente fallido de asesinato contra Salomon Moody Moore. El plan trazado no es excesivamente complicado: tras el intento fallido de asesinato intentará escapar de la organización criminal de Salomon el tiempo suficiente para que este se confiese incapaz, con todo su poder, de prender a su objetivo. Con ello pretende sorprender a Salomon y que le de un puesto en la organización con el cual llevar una vida disipada. Lo se, no suena muy prometedor o muy atractivo el argumento, pero Mike Resnik sabe hacerlo bien y engancha rápido, con hábiles diálogos y comentarios graciosos.
Pronto, la primera parte de la novela, más jocosa, va cediendo lugar a una mayor seriedad cuando se va descubriendo que, efectivamente, Jeremías el G. tiene peculiaridades que le hacen distinto a cualquier humano o mutante. Son varias las veces que Salomon Moody Moore (me gusta cómo suena este nombre) lo apresa y le intenta dar muerte... Todas ellas son fracasos absolutos. Transcurrido el tiempo, el propio Salomon, Jeremías y otros personajes, al observar la biografía del fugitivo inmortal van sospechando la real naturaleza de este. Parece encajar con todos los rasgos del mesías, pero no el cristiano, sino el del antiguo testamento. En torno a él se va conformando una organización cada más sólida que hace que al rey del crimen le sea imposible capturar o, simplemente, seguir los movimientos de Jeremías. La justicia humana, asegurada con el poder de las armas y su voluntad, se topa de bruces con la divina, que impide que el mesías sea dañado de cualquier forma. Esta tensión se desarrolla durante toda la novela hasta que Jeremías cumple el cometido al que supuestamente está atado. Moore, sin embargo, no ceja en su empeño y conforme crece la fuerza de su rival va buscando aliados cada vez más fuertes: primero, socios de los negocios sucios; finalmente, llega a hablar hasta con dirigentes de alto nivel preocupados por el cariz que está tomando la nueva situación. Esta situación anormal es la que hace que pese a ser un personaje de moral más que cuestionable, las simpatías del lector se sitúen por completo del lado del mafioso asesino. Sobre todo porque su conflicto personal le lleva a tener un conflicto con el mismo Dios... Al fin y al cabo su obsesión de acabar con el mesías es su manera no de cuestionar la existencia de Dios -que le importa muy poco-, sino la forma en que este muestra su "benignidad". Tal cosa la manifiesta en una breve conversación con el Creador que tiene lugar casi al final de la novela:
"-ESTOY AQUÍ, DONDE SIEMPRE HE ESTADO, PORQUE ESTE LUGAR FUE EL MONTE HOREB ANTES DE SER EL MONTE SINAÍ, Y AQUÍ FUE DONDE HABLÉ CON MOISÉS.
-¿Por qué no enviaste alguien como Moisés? -dijo amargamente Moore- ¿Por qué un loco sanguinario como Jeremías? (...) ¿Dónde estabas cuando te necesitábamos? ¿Por qué no enviaste ayuda durante la inquisición, por qué no salvaste al pueblo elegido del yugo de los nazis? ¿Qué te lo impidió?
- (...)!ANULO MI PACTO CON EL HOMBRE! ¡NUNCA MÁS PREOCUPARÉ POR VUESTROS ASUNTOS!
-¡Nos las arreglaremos! -gritó Moore en dirección al cielo- ¡Nos las apañamos cuando tú estuviste demasiado ocupado para preocuparte por nosotros, y nos las apañaremos ahora!" (El germen, p. 188)** He tenido que mutilar la cita para no hacer spoiler. De ahí que pueda dejaros algo descolocados y parezca que no tiene sentido del todo.
Así las cosas, la historia que a un primer vistazo iba a ser solo una graciosa novela de género se convierte en una reflexión sobre el destino y sobre si la voluntad del hombre puede hacer algo teniendo todas las cartas en contra. No está mal para una novela que al principio no me llamaba la atención. Aunque no destaque por un plantel de grandes personalidades, ni tampoco de grandes secundones, se deja leer muy bienel libro de Mike Resnick.
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