Uno va teniendo con los años sus peculiares filias que se han dejado, sin embargo, entrever de cuando en cuando. En el caso de este blog suelen ser algún que otro escrito que tiene que ver o bien con la astrología, o bien con la magia o bien con el ocultismo. Siempre he sentido interés por ese mundo en que, si bien puede que no haya nada verdadero, hay sin duda una potencia imaginativa desplegada en una gran cantidad de literatura. Su efecto no ha sido del todo irrelevante en la historia. Muchos sabrán de las aficiones bien expresadas de un Kandinski o un Mondrian, en quienes ciertas ideas teosóficas han inoculado su veneno y han dado como resultado representaciones pictóricas sugerentes y atractivas. Esta influencia en artistas no era exclusiva suya, pues muchos ingenios humanos se han visto atraídos por los estudios ocultos: Newton o Goethe suelen ser mencionados. Es por esto que, cuando encuentro una obra que promete un estudio serio de ciertos fenómenos como la magia, la astrología u otros similares, me acerco con cierto interés. El libro de Culiano ha acaparado, por las temáticas que ocupa, mi interés durante estos días.
Eros y magia en el Renacimiento se publicó en 1984. Es un estudio, como vemos, que no es del todo antiguo. Han pasado treinta y tres años. Pocos, si se trata de un clásico; muchos, en cambio, si la obra no ofrece nada singular. Ya os dejo caer que este libro entra dentro de la segunda categoría... Pero antes de despellejar haré un breve resumen de lo que propone:
Culiano presenta diversas tesis en este ensayo de corte histórico (pero no solo) de las que la primera es que, la magia, es predecesora directa de las ciencias psicológicas. Esto lo dice porque algunos escritos mágicos versan sobre cómo ejercer control sobre el individuo o un colectivo gracias a un control mental. El modo en el que se desarrolla esta disciplina de control es a través de la conceptualización que se hace del erotismo. El erotismo o amor, que tiene una significación importante en el pensamiento y la filosofía occidental desde El banquete de Platón, sirve como base al pensamiento mágico. Sigue a lo largo un itinerario bien marcado: comenzando con Ficino, siguiendo por Pico della Mirandola y terminando por Giordano Bruno. Otra de las tesis importantes que maneja en este libro es que la persecución del pensamiento mágico por la Reforma y la Contrarreforma dio el impulso definitivo para el nacimiento de la ciencia. La razón que aporta para esto es que con ambas iglesias (católica y protestante) se persigue todo enunciado de tipo cualitativo (mágico o religioso) y se deja solo libertad para aquellos de carácter cuantitativo, produciéndose así el desarrollo de las ciencias duras.
Este es un libro que me ha sorprendido por su capacidad de ponerme contra él casi desde el principio. No es solo por el ligero tufo a influencias jungianas que permean su estudio histórico (frecuentes alusiones al inconsciente individual y colectivo), sino porque me parece discutible en bastantes cuestiones. Algunas se pueden perdonar dado el tiempo transcurrido desde su publicación; otras no. Entre las segundas incluyo no menos de tres faltas:
1) Al convertir el eros en "el grado cero" de la magia traza un itinerario. Este enlaza la obra temprana de Ficino (De amore) con Pico della Mirandola y, finalmente, con Los heroicos furores y el De vinculis de Giordano Bruno. No tengo ningún problema con la interpretación que da de estas obras separadamente, aunque sí con la tesis de que hay una continuidad entre ellas. Ha obviado, deliberadamente, información en aras a permitir la linealidad de todas las obras mencionada. Esa información que omite es que aquello que plantea Ficino en su tratado son la expresiones de un hombre joven que serán sustituidas por las del Ficino maduro que escribirá la Teología platónica, suma de su pensamiento. Resumiendo: en el De amore se expresa, es cierto, que el amor es una fuerza cósmica que tiene la capacidad de mediar, de servir como punto de unión entre todos los extremos. En la Teología platónica dicha función se le reserva al hombre. No mencionar esto es lo mismo que no ver el desarrollo completo del eros. Culianu se queda en la obra primeriza de Ficino y sugiere entonces la continuidad con Pico y Giordano Bruno. Si mencionara lo que apuntamos (que en realidad es lo que apuntó en su día P. O. Kristeller) no podría verse esa continuidad.
2) De lo apuntado más arriba uno puede rastrear rápidamente que el continuum en el pensamiento mágico que propone el autor es deudor de la obra de Frances Yates (de quien ya reseñamos uno de sus libros hace algún tiempo). Hay un gran problema en este punto porque, si uno va siguiendo de cerca el aparato de notas así como la bibliografía, se da cuenta que esta obra debe más a estudios modernos que a las propias fuentes. Esto no sería un (gran) problema si la influencia se sopesara con una gran cantidad de estudios modernos, pero son pocos los que sostienen la mayor parte de las obra. Ficino, Bruno y Campanella los examina a través de la interpretación de Yates, a Pico della Mirandola con H. de Lubac, a Tritemius mediante la obra de Klaus Arnold. Esto, sin duda, resiente en no poco la originalidad del ensayo donde hay, que no quepa duda, aportaciones propias interesantes (el análisis del De vinculis de Bruno o la influencia de Sinesio de Cirene en Ficino (sospecho que aprovechando la pista que Kristeller apuntó pero que no explotó en su The philosophy of Marsilio Ficino, que emplea en su revisión mejorada y ampliada en Il pensiero filosofico di Marsilio Ficino).
3) Por último creo que es impugnable, o que al menos se presta a controversia fundamentada su tesis de que los avances técnicos y científicos de la época se deben a lo que llama "la abolición de lo fantástico", es decir, la reforma protestante y la contrarreforma. Aquí sus opiniones me parecen de lo más descuidadas pues en primer lugar da por hecho que en el Renacimiento se dieron todos los avances de la época, evadiendo la discusión con los medievalistas (aquellos que dicen que los verdaderos avances de la ciencia se hicieron ya en las universidades medievales con Grosseteste o Juan Buridan al frente). Primero de suponer, sin refutar ni demostrar, que los logros científicos son en su esencia frutos del Renacimiento, no añade más "razones" con las que apoyar su tesis de que la ciencia experimentó su nacimiento gracias a la reforma y la contrarreforma. Por lo que respecto a los avances técnicos no hace falta leer mucha bibliografía para saber que la técnica y sus conquista preceden a la reforma protestante.
Este libro es claramente uno que me hubiera gustado hace tiempo. Lo hubiera devorado sin contemplación. Ahora también lo he devorado, pero con un lápiz señalando las cosas que no me convencían. Quizá hubiera preferido leerlo hace años. Hoy por hoy me resulta un texto insípido (quien lo lea no debe esperar quedar atrapado en la miel de sus palabras) y bastante discutible, cuando no anticuado.
2) De lo apuntado más arriba uno puede rastrear rápidamente que el continuum en el pensamiento mágico que propone el autor es deudor de la obra de Frances Yates (de quien ya reseñamos uno de sus libros hace algún tiempo). Hay un gran problema en este punto porque, si uno va siguiendo de cerca el aparato de notas así como la bibliografía, se da cuenta que esta obra debe más a estudios modernos que a las propias fuentes. Esto no sería un (gran) problema si la influencia se sopesara con una gran cantidad de estudios modernos, pero son pocos los que sostienen la mayor parte de las obra. Ficino, Bruno y Campanella los examina a través de la interpretación de Yates, a Pico della Mirandola con H. de Lubac, a Tritemius mediante la obra de Klaus Arnold. Esto, sin duda, resiente en no poco la originalidad del ensayo donde hay, que no quepa duda, aportaciones propias interesantes (el análisis del De vinculis de Bruno o la influencia de Sinesio de Cirene en Ficino (sospecho que aprovechando la pista que Kristeller apuntó pero que no explotó en su The philosophy of Marsilio Ficino, que emplea en su revisión mejorada y ampliada en Il pensiero filosofico di Marsilio Ficino).
3) Por último creo que es impugnable, o que al menos se presta a controversia fundamentada su tesis de que los avances técnicos y científicos de la época se deben a lo que llama "la abolición de lo fantástico", es decir, la reforma protestante y la contrarreforma. Aquí sus opiniones me parecen de lo más descuidadas pues en primer lugar da por hecho que en el Renacimiento se dieron todos los avances de la época, evadiendo la discusión con los medievalistas (aquellos que dicen que los verdaderos avances de la ciencia se hicieron ya en las universidades medievales con Grosseteste o Juan Buridan al frente). Primero de suponer, sin refutar ni demostrar, que los logros científicos son en su esencia frutos del Renacimiento, no añade más "razones" con las que apoyar su tesis de que la ciencia experimentó su nacimiento gracias a la reforma y la contrarreforma. Por lo que respecto a los avances técnicos no hace falta leer mucha bibliografía para saber que la técnica y sus conquista preceden a la reforma protestante.
Este libro es claramente uno que me hubiera gustado hace tiempo. Lo hubiera devorado sin contemplación. Ahora también lo he devorado, pero con un lápiz señalando las cosas que no me convencían. Quizá hubiera preferido leerlo hace años. Hoy por hoy me resulta un texto insípido (quien lo lea no debe esperar quedar atrapado en la miel de sus palabras) y bastante discutible, cuando no anticuado.
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