-Bien, la mayoría de los textos dicen que el lenguaje es un mecanismo para expresar las ideas, Mocky. Pero el lenguaje es idea. La idea es una información a la que se le da forma. La forma es el lenguaje. La forma de este lenguaje es... sorprendente.
-¿Qué es lo que te sorprende?
-Mocky, cuando aprendes otra lengua aprendes el modo en el que otra gente ve el mundo, el universo.
(Babel 17, p. 35)
En 1966 Roger Zelany consiguió alzarse con un premio Nébula con una de sus obras tempranas y que hoy traemos aquí: Babel 17. Era aquella una novela que causó cierto revuelo porque, en aquella época, era innovadora. Conservaba lo viejo en moldes nuevo y lo nuevo estaba insertado en las formas tradicionales de la ciencia ficción. ¿Cómo consiguió dicho equilibrio? La respuesta es que reorientó la space opera tradicional. En Babel 17 se dan los acostumbrados viajes espaciales, junto a sus batallas y conflictos galácticos pero estos se dan, a su vez, entremezclados con temas que centran la atención del lector en la conciencia individual del sujeto, centro de la preocupación de toda la narrativa new wave que proliferaba por aquel tiempo.
Equidistante de los más tradicional y de lo más innovador, Delany traza una historia donde la humanidad ha extendido su dominio más allá de los confines terrenales y donde, a su vez, se encuentra con otras razas que también proliferan en múltiples planetas. Comienza así una lid por el poder, de alianzas y alguna que otra traición, por la supremacía. La novela comienza in medias res y, después de unas páginas, ya nos va poniendo mejor en escena. En un principio solo tenemos a un general de las fuerzas humanas que realiza un encuentro con una agente, la más capaz, para descifrar todo tipo de códigos y lenguajes secretos. Esa agente es Rydra Wong, poeta sin par en la galaxia de Delany y que, curiosamente, se dedica a servir en múltiples asuntos a las fuerzas humanas. Su personalidad no está constreñida por estos dos oficios tan dispares (el de poeta y decodificadora). Pronto veremos que tan pronto puede componer un verso, como lanzarse a la búsqueda de una tripulación por los barrios bajos de la ciudad o, incluso, liderar y planificar un combate. Es un personaje polivalente con pocas dudas y mucha convicción... excesivamente plano, sin chicha... Está claro que Delany no quiere centrarse en sus personajes sino hacer de estos un medio. Rydra wong, como el resto de personajes, son un cosmético necesario para contar la trama, que bascula entre batallas y aventuras, por un lado, y algunas reflexiones de corte lingüistico, por otro.
En el segundo aspecto, el lingüístico, ahonda planteamientos de teoría del lenguaje antigua, cuando se discutía si el lenguaje era un medio de comunicación simplemente o si era algo más. Algunos, como Shapir y Whorf, sostuvieron que el lenguaje nos hacía ver el mundo de un modo y que, en consecuencia, había tantos modos de ver el mundo como lenguas. Esta tesis tengo entendido que se habían explotado en obras anteriores en el género, como El mundo de los no A (1945), eterno pendiente de este lector. Sin conocer muy bien el recorrido de esta idea en el género de ciencia ficción sí que parece que, todavía, está presente aunque sea de modo marginal. Producciones de la gran pantalla, como La llegada, nos dejaba, hace no mucho, una buena historia de género que coqueteaba con las ideas sobre el lenguaje.
El modo en que plantea esas interesantes ideas no está a la altura, en mi opinión, de lo que podría haber ofrecido Delany. Para mayor frustración, sobre la parte final de la novela comienza a narrar todo con una prisa y con una cantidad de elipsis que a cualquiera no puede sino darle la impresión de que la historia está acabada con desgana, con poco cuidado y, lo que es peor, con un final abierto que no convence en modo alguno.
A la superficialidad de los personajes, de los planteamientos y del mundo imaginado hay que añadirle, para finalizar, o un mal estilo literario o una mala traducción. Me inclinaría por esto último ya que en algunos momentos sorprende descubrir frases de alto vuelo poético que son contaminadas con grandes dosis de frases mal construidas, o raramente pergeñadas. Con todo este desaguisado solo me queda encomendarles que la disfruten... si pueden. Yo fracasé en ello a pesar de que he leído algunas otras obras de Delany y siempre me gustaron o, al menos, me entretuvieron. Una obra muy por debajo del potencial de Delany.
La llegada |
A la superficialidad de los personajes, de los planteamientos y del mundo imaginado hay que añadirle, para finalizar, o un mal estilo literario o una mala traducción. Me inclinaría por esto último ya que en algunos momentos sorprende descubrir frases de alto vuelo poético que son contaminadas con grandes dosis de frases mal construidas, o raramente pergeñadas. Con todo este desaguisado solo me queda encomendarles que la disfruten... si pueden. Yo fracasé en ello a pesar de que he leído algunas otras obras de Delany y siempre me gustaron o, al menos, me entretuvieron. Una obra muy por debajo del potencial de Delany.
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