domingo, 19 de octubre de 2014
domingo, 3 de agosto de 2014
"El sueño prerrafaelista" de William Gaunt
"Ésta es la verdadera historia de los paladines del arte, nacidos fuera de su época, que recorrieron la larga pero prosaica monarquía de la reina Victoria, como tantos otros Don Quijotes, llenas sus cabezas de caballería medieval, de extrañas alabanzas y elevados empeños. No se lanzaron contra molinos de viento sino contra las fábricas; lucharon contra dragones de la época industrial que no eran los reptiles de la fábula sino los ferrocarriles, los dragones de acero que resoplaban y lanzaban vapor. Buscaron hermosas doncellas y las rescataron de la servidumbre del lugar común, poniendo a sus pies afectos imposibles y colocándolas en pináculos místicos de idealismo como alguna vez lo hicieran sir Bedimer o sir Lanzarote, convirtiendo a una joven del sudeste de Londres en la Beatriz amada por el poeta Dante, y a la hija de un encargado de establos de Oxford en la triste y lejana Ginebra del romance de Arturo."
De las abigarradas y sucias calles de Londres había empezado a mostrarse algo todavía más grotesco de lo que ya había antes: las industrias llenaban las calles con los sonidos de los obreros trabajando sin descanso. El artesano desaparece con sus cuidados y bellos objetos; y el rudo campesino, que ha tenido que emigrar a la ciudad, se amolda al ritmo de la máquina. Si la jornada la dictaban las campanas en el medievo, las máquinas lo hacen en las nuevas, sucias y pobres calles del Londres del s. XIX. Inglaterra se prepara para ser la primera potencia industrial y se despoja de los antiguos atavíos del mercantilismo para abrazar con entusiasmo los del libre comercio. Entre las transformaciones que ocasionó la "modernización" del país encontramos el impacto en la población: si ya los campesinos vivían en condiciones lamentables, los nuevos proletarios se tendrían que resignar a una existencia apenas decente, en la que todo su esfuerzo estaba dedicado a un trabajo que tan solo les proporcionaría una vivienda fría y escasa comida para sobrevivir. Esta nueva clase que trabajaba sin descanso, descubría atónita los descubrimientos que el genio humano había conseguido crear con las máquinas. Éstas despertaban admiración, pero también terror. Admiración por lo que de novedoso tenía para un campesino recién llegado a la urbe ver lo más innovador; terror, porque el ritmo y la eficacia de las máquinas amenazaban, o parecía que podían amenazar, los puestos de trabajo de los obreros. Estos pensaron que tal vez las máquinas pudieran substituir sus esfuerzos. ¿De qué vivirían entonces? El resultado fue un malestar generalizado por las condiciones insalubres y los temores de la nueva civilización... pero estos temores no atacaron solo a los obreros explotados; algunos intelectuales veían con ojos recelosos los nuevos avances. Fruto de esa desconfianza surge el movimiento artístico de los prerrafaelistas.
"La cabeza siniestra" de Edward Burne Jones |
Para estos artistas la nueva civilización que emerge en las callejuelas sucias de Londres, Liverpool, Manchester o Birminghan evidencian una edad en la que el materialismo predomina sobre el espíritu creador del hombre. Su refugio será la imaginación y el recuerdo de etapas pasadas. La edad media sería la época idealizada. Los hombres que viven tranquilamente, dedicados a sus labores artesanales sin las molestias de las grandes ciudades industriales, son mirados con nostalgia... y los grandes poemas del medievo son leídos con pasión. Su mitología será la propia del medievo y sus lecturas estarán conformadas por los grandes textos de aquella época: "La muerte de Arturo", "La canción de Roland"... Mundo de caballeros andantes y no de empresarios con levitas es lo que añoraban. No obstante, no todos los prerrafaelistas eran unos espiritualistas que miraban con afecto etapas pasadas... También los había ateos, materialistas e incrédulos críticos con el "progreso". Los prerrafaelistas eran un heterogéneo grupo de genios creadores que se dedicaban a la pintura, la escultura, la poesía y las artesanías.
"Beata Beatriz" de Gabriel Rosseti |
De tan variada suma de artistas no podían surgir sino disparidades,
tanto temáticas, como estilísticas, como de otra índole. Por ejemplo
la "inspiración" es algo que alienta al artista para muchos
prerrafaelistas; sin embargo, William Morris, gran artesano defensor de la obra artesanal como obra de arte dijo de la "inspiración": "Esas habladurías acerca de la inspiración son una tontería. ¿Te digo una cosa francamente?: tal cosa no existe. Es un asunto de puro oficio artesanal". También notorias eran las diferentes posturas que podían llegar a tener respecto a la obra de arte. Holman Hunt, que concebía la obra de arte como la expresión de valores eternos no aceptaba que esta pudiera reflejar el gusto de un tiempo particular. El objeto de la obra de arte era la belleza imperecedera, no los gustos perecederos de una generación. Millais, en cambio, le instaba a cambiar de postura pues el pintor solo debe hacer aquello que su tiempo le exija. El artista no debe pedirle a lo perecedero (el gusto de la sociedad y las obras de arte) que se subsuma a lo eterno (la belleza). El artista debe adoptar una postura sumisa y satisfacer los gustos de la época y por eso Millais le responde a Hunt:
"Tú afirmas que si pinto para satisfacer la moda fugaz de la época, entonces mi reputación dentro de algunas centurias no será lo que mi talento es capaz de ofrecer si realizara un trabajo más ambicioso. No estoy de acuerdo. Un pintor debe trabajar para el gusto de su propia época".
Pero si hubo uno de los miembros que más se diferenciaba de la hermandad prerrafaelista ese era William Morris. No solo tenía un talante distinto al resto, sino que también se alejaba de la actividad "mística" de Holman Hunt o cualquier otro que intentara plasmar valores trascendentes en las obras. De hecho, él no distinguía entre obra de arte y la obra artesanal, y gracias a esa falta de distinción Morris se dedicó a las artesanías. Habiendo fundado una lucrativa empresa que se centraba en la creación de productos artesanales, Morris crearía durante décadas, de forma incansable tapices y todo tipo de objetos de singular belleza.
Tapiz de William Morris |
Entre todo este grupo de individuos distintos y geniales, William Gaunt, el autor de este ameno libro, nos va trazando un relato que los pone en relación y nos descubre, con peculiar acierto y buen estilo, la vida y las obras de unos insatisfechos con el tiempo que les tocó vivir. Las complicadas relaciones que tuvieron unos con otros, sus obsesiones más íntimas y sus ideas sobre el arte se nos van exponiendo durante el libro gracias a un conocimiento profundo de la materia. Para terminar creo que no hay nada mejor que las palabras del autor de este magnífico libro:
"Los prerrafaelistas no tenían un solo un entusiasmo. Apenas si se pueden considerar únicamente pintores o escritores. Tuvieron muchos entsiasmos diferentes, en los que, sin embargo, aparece un factor constante: el desafío al materialismo.
Ellos son los únicos rebeldes que han aparecido hasta ahora para combatir el sistema industrial y la "vida mecanizada" como la conocemos, excepto, tal vez los surrealistas, quienes, hasta cierto punto, han imitado conscientemente a los prerrafaelistas en cuanto a llevar una vida consagrada a la imaginación".
"Los prerrafaelistas no tenían un solo un entusiasmo. Apenas si se pueden considerar únicamente pintores o escritores. Tuvieron muchos entsiasmos diferentes, en los que, sin embargo, aparece un factor constante: el desafío al materialismo.
Ellos son los únicos rebeldes que han aparecido hasta ahora para combatir el sistema industrial y la "vida mecanizada" como la conocemos, excepto, tal vez los surrealistas, quienes, hasta cierto punto, han imitado conscientemente a los prerrafaelistas en cuanto a llevar una vida consagrada a la imaginación".
domingo, 22 de junio de 2014
El mito de Ícaro de André Comte-Sponville
¿Cuántas veces un encuentro casual con un libro no acaba en un mal resultado? La mayoría de las ocasiones la culpable es una portada seductora, de esas que llaman la atención, pero que esconden algo apenas presentable. Mi encuentro con André Compte-Sponville fue casual pero no desafortunado. Después de fijarme en la bella pintura de Draper descubrí que el libro albergaba una gran cantidad de citas a Epicuro, Lucrecio y Spinoza. Finalmente decidí llevármelo de la librería a pesar de que tenía ciertos desperfectos el libro... Todavía no sabía qué tenía entre las manos. El libro resultó ser una joya aunque en ese momento nada sabía.
Una vez empezado el libro no sólo descubrí que tenía un buen estilo sino que además leí algo que me impactó más todavía: el libro era heredero de la filosofía helenística. De tal modo, la filosofía que al autor le interesa no es una filosofía centrada en algún tema abstruso y de especialistas. Antes de eso le interesa la filosofía que enseña algo mucho más importante que cuestiones de lógica o de lenguaje. El pensamiento que a él le interesa nos enseña a vivir mejor. Por eso fijará su atención en el pensamiento que procuraban dar los epicureos, los estoicos o el gran Montaigne. Todos ellos, de algún modo, procuraban hacer de la teoría, del pensamiento un aliado y una ayuda para la vida. Pero que nadie se confunda: este no es un libro erudito de autoayuda. Muy por el contrario es una propuesta atea y materialista que pretende reinterpretar el materialismo observando a sus predecesores. Es normal entonces que Sponville impugne el concepto de esperanza y lo cambie por el de desesperanza. El esperanzado es quien espera que algo suceda; el desesperanzado no espera, intenta conseguir aquello que quiere. La esperanza es un narcótico, un paralizante de la acción que provoca el conformismo y no la búsqueda de lo ansiado. Pero hay que ir a la raíz de esperanza que es la idea de que algo trascendente fundamenta lo terrenal. Eso es justamente el platonismo: buscar el fundamento de lo de abajo mirando a un "arriba". De ahí emanan una ética como las religiosas, un modo de entender la política, una estética... Su objetivo será fundar una ética, una política y una estética desde la desesperanza, es decir, renunciando a esencias trascendentes.
Para ilustrarnos todo esto toma como ejemplo la figura de Ícaro. El hijo de Dédalo como sabemos pretendía ascender hasta los cielos, hasta lo absoluto, con un trágico desenlance. Lo que toma de dicho mito es que el personaje mitológico pretende alcanzar lo más alto desde la finitud, desde el mundo donde no se encuentran las esencias. Algo similar pretenderá hacer Sponville. Su gesto teórico será intentar fundar un pensamiento político y estético fundado en lo que hay abajo, los deseos humanos y la materia, y no en los trascendentes e inexistentes (para el autor) principios eternos. Lo que recoge del mito de Ícaro es ese movimiento ascendente, que en el planteamiento filosófico de Sponville se plasma en un ir de los deseos a los ideales, rechazando el movimiento descendente platónico, que fundamenta lo terrenal en lo ideal.
Creer en la libertad, la justicia u otro tipo de valores es lo mismo que ser un platónico, alguien que piensa que existen universales. Los valores no preexisten, somos nosotros quienes los creamos. Su fundamento es el deseo. Yo "deseo" mi libertad, "deseo" mi bien y, por extensión, lo "deseo" para el resto. El fundamento de los valores se haya abajo, en el mundo, en el vientre como diría Epicuro, en el deseo, no en un mundo de "formas". Algo similar a esto ocurrirá con la belleza. La belleza es un valor, pero un valor que no es eterno ni trascendente.
"La belleza, señor, no es tanto una cualidad del objeto considerado cuanto un efecto que se produce en aquel que lo considera. Si nuestros ojos fueran más fuertes o más débiles, si la complexión de nuestro cuerpo fuera diferente, las cosas que nos parecen bellas nos parecerían feas y aquellas que nos parecen feas pasaríamos a considerarlas bellas. La mano más hermosa si la contemplamos al microscopio parecerá horrible. Ciertos objetos que vistos desde lejos son hermosos, resultan feos cuando los contemplamos de cerca, de modo que las cosas consideradas en sí mismas o en su relación con Dios no son ni bellas ni feas".
Siguiendo estas palabras de Spinoza, Sponville se reafirma en su convicción de que los valores son accidentes y no esencias, lo cual no les quita su importancia. Precisamente la búsqueda de estos valores accidentales es lo que nos recuerda el movimiento ascendente de Ícaro: partimos de lo más elemental, del deseo, a lo excelso y propiamente humano. El arte es un buen ejemplo de ello puesto que en él posponemos la mera satisfacción del deseo. Todo lo contrario, lo avivamos sin satisfacerlo.
"El deseo... Sí, se trata de cultivar el deseo por sí mismo, de conservarlo, de exaltarlo, más bien que de satisfacerlo. Y si el arte es volver trabajar el deseo por sí mismo, y el disfrute de sí en este trabajo, el erotismo entonces es un arte, y se opone al simple disfrute del mismo modo que la gastronomía se opone a la mera ingesta de alimentos. Y tal vez encontremos ahí las primeras "artes", en efecto, por ser las más próximas a los deseos más corporales (a las "pulsiones"), y las que, sin liberarse de ellas por completo, preservan sin embargo el deseo de una demasiado rápida, demasiado fácil, demasiado banal satisfacción... Se dirá: lujo de hombre bien alimentado y de amante satisfecho. Sin duda. ¿Pero qué arte no es un lujo? La miseria jamás es estética porque en ella el deseo es prisionera de la carencia de su objeto. Y es necesario que esta carencia desaparezca, quizás, para que podamos gozar de ellas. Para disfrutar de la propia sed es preciso que tengamos algo que beber... Pero esto no prueba nada contra el arte, salvo que el arte no es vital"
La gangrena que supone el platonismo se infiltra lenta pero eficientemente en el arte. El efecto inmediato fue que durante mucho tiempo se imaginase como una actividad propia de visionarios. Desde el poeta inspirado por las musas hasta el artista romántico, encontramos una sucesión de teorías que nos dicen que que el arte es la plasmación sensible e imperfecta de principios eternos. El artista acaba teniendo una actitud pasiva: debe esperar a que la inspiración llame a su puerta. Como decía Válery: "La inspiración es la hipótesis que reduce al autor al papel de observador".
Examinando el arte, la política y otros problemas, Sponville va demarcando qué no debe ser el materialismo, sin dar aquello que prometía darnos: una redefinición del materialismo. Este libro es por tanto un preludio, un rodeo necesario antes de llegar a su verdadera filosofía. Esa filosofía que tiene importancia vital en nuestras vidas, como consejera y guía de la acción. La continuación de su proyecto se prolonga en un segundo volúmen publicado por la editorial Antonio Machado, el cual espero leer lo antes posible pues este primer libro ha sido excepcionalmente bueno. Es un ejemplo de unión perfecta entre buen estilo y pensamiento potente, de esos que parece escasean en la literatura filosófica, pues suelen ser lo uno o lo otro pero no ambos al mismo tiempo.
Una vez empezado el libro no sólo descubrí que tenía un buen estilo sino que además leí algo que me impactó más todavía: el libro era heredero de la filosofía helenística. De tal modo, la filosofía que al autor le interesa no es una filosofía centrada en algún tema abstruso y de especialistas. Antes de eso le interesa la filosofía que enseña algo mucho más importante que cuestiones de lógica o de lenguaje. El pensamiento que a él le interesa nos enseña a vivir mejor. Por eso fijará su atención en el pensamiento que procuraban dar los epicureos, los estoicos o el gran Montaigne. Todos ellos, de algún modo, procuraban hacer de la teoría, del pensamiento un aliado y una ayuda para la vida. Pero que nadie se confunda: este no es un libro erudito de autoayuda. Muy por el contrario es una propuesta atea y materialista que pretende reinterpretar el materialismo observando a sus predecesores. Es normal entonces que Sponville impugne el concepto de esperanza y lo cambie por el de desesperanza. El esperanzado es quien espera que algo suceda; el desesperanzado no espera, intenta conseguir aquello que quiere. La esperanza es un narcótico, un paralizante de la acción que provoca el conformismo y no la búsqueda de lo ansiado. Pero hay que ir a la raíz de esperanza que es la idea de que algo trascendente fundamenta lo terrenal. Eso es justamente el platonismo: buscar el fundamento de lo de abajo mirando a un "arriba". De ahí emanan una ética como las religiosas, un modo de entender la política, una estética... Su objetivo será fundar una ética, una política y una estética desde la desesperanza, es decir, renunciando a esencias trascendentes.
Para ilustrarnos todo esto toma como ejemplo la figura de Ícaro. El hijo de Dédalo como sabemos pretendía ascender hasta los cielos, hasta lo absoluto, con un trágico desenlance. Lo que toma de dicho mito es que el personaje mitológico pretende alcanzar lo más alto desde la finitud, desde el mundo donde no se encuentran las esencias. Algo similar pretenderá hacer Sponville. Su gesto teórico será intentar fundar un pensamiento político y estético fundado en lo que hay abajo, los deseos humanos y la materia, y no en los trascendentes e inexistentes (para el autor) principios eternos. Lo que recoge del mito de Ícaro es ese movimiento ascendente, que en el planteamiento filosófico de Sponville se plasma en un ir de los deseos a los ideales, rechazando el movimiento descendente platónico, que fundamenta lo terrenal en lo ideal.
Jacob Peter Gowy |
Creer en la libertad, la justicia u otro tipo de valores es lo mismo que ser un platónico, alguien que piensa que existen universales. Los valores no preexisten, somos nosotros quienes los creamos. Su fundamento es el deseo. Yo "deseo" mi libertad, "deseo" mi bien y, por extensión, lo "deseo" para el resto. El fundamento de los valores se haya abajo, en el mundo, en el vientre como diría Epicuro, en el deseo, no en un mundo de "formas". Algo similar a esto ocurrirá con la belleza. La belleza es un valor, pero un valor que no es eterno ni trascendente.
"La belleza, señor, no es tanto una cualidad del objeto considerado cuanto un efecto que se produce en aquel que lo considera. Si nuestros ojos fueran más fuertes o más débiles, si la complexión de nuestro cuerpo fuera diferente, las cosas que nos parecen bellas nos parecerían feas y aquellas que nos parecen feas pasaríamos a considerarlas bellas. La mano más hermosa si la contemplamos al microscopio parecerá horrible. Ciertos objetos que vistos desde lejos son hermosos, resultan feos cuando los contemplamos de cerca, de modo que las cosas consideradas en sí mismas o en su relación con Dios no son ni bellas ni feas".
Siguiendo estas palabras de Spinoza, Sponville se reafirma en su convicción de que los valores son accidentes y no esencias, lo cual no les quita su importancia. Precisamente la búsqueda de estos valores accidentales es lo que nos recuerda el movimiento ascendente de Ícaro: partimos de lo más elemental, del deseo, a lo excelso y propiamente humano. El arte es un buen ejemplo de ello puesto que en él posponemos la mera satisfacción del deseo. Todo lo contrario, lo avivamos sin satisfacerlo.
"El deseo... Sí, se trata de cultivar el deseo por sí mismo, de conservarlo, de exaltarlo, más bien que de satisfacerlo. Y si el arte es volver trabajar el deseo por sí mismo, y el disfrute de sí en este trabajo, el erotismo entonces es un arte, y se opone al simple disfrute del mismo modo que la gastronomía se opone a la mera ingesta de alimentos. Y tal vez encontremos ahí las primeras "artes", en efecto, por ser las más próximas a los deseos más corporales (a las "pulsiones"), y las que, sin liberarse de ellas por completo, preservan sin embargo el deseo de una demasiado rápida, demasiado fácil, demasiado banal satisfacción... Se dirá: lujo de hombre bien alimentado y de amante satisfecho. Sin duda. ¿Pero qué arte no es un lujo? La miseria jamás es estética porque en ella el deseo es prisionera de la carencia de su objeto. Y es necesario que esta carencia desaparezca, quizás, para que podamos gozar de ellas. Para disfrutar de la propia sed es preciso que tengamos algo que beber... Pero esto no prueba nada contra el arte, salvo que el arte no es vital"
Las musas de Baldassarre Peruzzi |
La gangrena que supone el platonismo se infiltra lenta pero eficientemente en el arte. El efecto inmediato fue que durante mucho tiempo se imaginase como una actividad propia de visionarios. Desde el poeta inspirado por las musas hasta el artista romántico, encontramos una sucesión de teorías que nos dicen que que el arte es la plasmación sensible e imperfecta de principios eternos. El artista acaba teniendo una actitud pasiva: debe esperar a que la inspiración llame a su puerta. Como decía Válery: "La inspiración es la hipótesis que reduce al autor al papel de observador".
Examinando el arte, la política y otros problemas, Sponville va demarcando qué no debe ser el materialismo, sin dar aquello que prometía darnos: una redefinición del materialismo. Este libro es por tanto un preludio, un rodeo necesario antes de llegar a su verdadera filosofía. Esa filosofía que tiene importancia vital en nuestras vidas, como consejera y guía de la acción. La continuación de su proyecto se prolonga en un segundo volúmen publicado por la editorial Antonio Machado, el cual espero leer lo antes posible pues este primer libro ha sido excepcionalmente bueno. Es un ejemplo de unión perfecta entre buen estilo y pensamiento potente, de esos que parece escasean en la literatura filosófica, pues suelen ser lo uno o lo otro pero no ambos al mismo tiempo.
martes, 10 de junio de 2014
lunes, 9 de junio de 2014
Fragmento de "La ciencia en la Edad media" de Edwar Grant
"Hasta 1277, la posibilidad de la existencia la posibilidad de la existencia de otros mundos no había sido seriamente planteada por los autores cristianos. La creación de Dios era única en su género y el hombre era su punto focal. Era suficiente un solo mundo para el drama humano en desarrollo, inexorablemente encaminado hacia el gran día del juicio final. En lo referente a la existencia de un solo mundo, Aristóteles y sus seguidores cristianos estaban en plena armonía. Pero si esa fuera su voluntad, ¿Podía Dios crear otros mundos? Antes de 1277, el contexto intelectual quedó dramáticamente alterado y la incógnita sobre la existencia de otros mundos, así como un gran número de interrogantes insólitos, no solamente fue planteada sino que su formulación se convirtió en un lugar común. El artículo 34, que negaba la posibilidad de que Dios pudiera hacer más de un mundo era uno de los artículos anatematizados en 1277 y esta condena provocó controversias sobre la existencia de otros mundos. A partir de ese momento se hizo necesario admitir que Dios podría haber creado, o podría aún crear, otros mundos a parte del nuestro. Entre setenta y cinco y cien años más tarde autores de la talla de Juan de Oresme y Alberto de Sajonia, se ocuparon de la posibilidad de una pluralidad de mundos teniendo claramente presente la condena de 1277. Adelantándose a la mera presentación de nuevas ideas cosmológicas ellos procuraron incluso resolver problemas físicos hipotéticos que planteaban un serio desafío a la física aristotélica. A menudo ampliaban la aplicación de los principio físicos aristotélicos a los otros posibles mundos hipotéticos cuya existencia Aristóteles había negado rotundamente.
Se distinguían tres tipos de pluralidad, por lo menos. Una sucesión de mundos únicos, versión que Empédocles había defendido y Aristóteles repudiado, no llegó a transformarse en el punto focal de discusión. Simplemente se admitió que Dios pudo haber realizado esta tarea en el pasado y aún podría remplazar un mundo por otro. Un segundo tipo de pluralidad linda con la ficción científica y fue probablemente apenas algo más que un ejercicio intelectual que no debía ser encarado como una posibilidad formal. En este caso la pluralidad es simultánea pero los mundos coexistentes uno dentro del otro. Oresme insistía en que ni la experiencia ni la razón podían demostrar la imposibilidad de tales mundos.
La tercera -e históricamente significativa- versión era la que Aristóteles había también rechazado. Postulaba la posibilidad de que mundos separados, totalmente exteriores entre sí, podrían existir simultáneamente en un espacio imaginario. La viabilidad de este planteamiento, por no decir nada de su plausibilidad, parecía extremadamente improbable a la luz de la idea aristotélica, universalmente aceptada, según la cual si se admitía que los elementos pesados podían ser colocados más allá de nuestro mundo, tenderían, sin embargo, a caer hacia el centro del mundo, puesto que el universo existir solamente un único centro verdadero. Lejos de quedar explicado por esta explicación, Oresme argumentaba que, con respecto a los objetos pesados y livianos, las nociones de "arriba" y "abajo" significaban solamente que los objetos pesados se trasladaban naturalmente al centro de los objetos livianos o raros. Los objetos pesados serían entonces catalogados como "abajo" y los objetos livianos circundantes como "arriba". Pero si un objeto pesado o trozo de tierra estuviera más allá de nuestro mundo y separado por él de un vacío, ese objeto pesado, o trozo de tierra, no se trasladaría hacia el centro de nuestro mundo. Sin un cuerpo liviano, como el aire y el fuego, rodeando el cuerpo pesado, las nociones de arriba y abajo son indistinguibles. Por lo tanto si los espacios vacíos se interpusieran entre todos los mundos coexistentes, incluso el nuestro, los objetos pesados asociados con cada uno de ellos no tenderían a moverse hacia "abajo" en dirección del centro del mundo, dado que los objetos livianos que hacen falta para rodear los objetos pesados a fin de permitir la diferenciación de una dirección hacia "abajo", están necesariamente ausentes en un vacío. De este modo, si Dios creara otro mundo como el nuestro, la Tierra y los elementos de este mundo quedarían allí y se comportarían en forma idéntica a sus equivalentes en nuestro mundo. A la afirmación de Aristóteles de que debía presumirse de toda la materia existente en nuestro mundo no podía dar origen a la formación de otro mundo, los teólogos y los filósofos medievales replicaban que, en virtud de su poder absoluto, Dios podría crear nueva materia de la nada y crear otro mundo."
Se distinguían tres tipos de pluralidad, por lo menos. Una sucesión de mundos únicos, versión que Empédocles había defendido y Aristóteles repudiado, no llegó a transformarse en el punto focal de discusión. Simplemente se admitió que Dios pudo haber realizado esta tarea en el pasado y aún podría remplazar un mundo por otro. Un segundo tipo de pluralidad linda con la ficción científica y fue probablemente apenas algo más que un ejercicio intelectual que no debía ser encarado como una posibilidad formal. En este caso la pluralidad es simultánea pero los mundos coexistentes uno dentro del otro. Oresme insistía en que ni la experiencia ni la razón podían demostrar la imposibilidad de tales mundos.
La tercera -e históricamente significativa- versión era la que Aristóteles había también rechazado. Postulaba la posibilidad de que mundos separados, totalmente exteriores entre sí, podrían existir simultáneamente en un espacio imaginario. La viabilidad de este planteamiento, por no decir nada de su plausibilidad, parecía extremadamente improbable a la luz de la idea aristotélica, universalmente aceptada, según la cual si se admitía que los elementos pesados podían ser colocados más allá de nuestro mundo, tenderían, sin embargo, a caer hacia el centro del mundo, puesto que el universo existir solamente un único centro verdadero. Lejos de quedar explicado por esta explicación, Oresme argumentaba que, con respecto a los objetos pesados y livianos, las nociones de "arriba" y "abajo" significaban solamente que los objetos pesados se trasladaban naturalmente al centro de los objetos livianos o raros. Los objetos pesados serían entonces catalogados como "abajo" y los objetos livianos circundantes como "arriba". Pero si un objeto pesado o trozo de tierra estuviera más allá de nuestro mundo y separado por él de un vacío, ese objeto pesado, o trozo de tierra, no se trasladaría hacia el centro de nuestro mundo. Sin un cuerpo liviano, como el aire y el fuego, rodeando el cuerpo pesado, las nociones de arriba y abajo son indistinguibles. Por lo tanto si los espacios vacíos se interpusieran entre todos los mundos coexistentes, incluso el nuestro, los objetos pesados asociados con cada uno de ellos no tenderían a moverse hacia "abajo" en dirección del centro del mundo, dado que los objetos livianos que hacen falta para rodear los objetos pesados a fin de permitir la diferenciación de una dirección hacia "abajo", están necesariamente ausentes en un vacío. De este modo, si Dios creara otro mundo como el nuestro, la Tierra y los elementos de este mundo quedarían allí y se comportarían en forma idéntica a sus equivalentes en nuestro mundo. A la afirmación de Aristóteles de que debía presumirse de toda la materia existente en nuestro mundo no podía dar origen a la formación de otro mundo, los teólogos y los filósofos medievales replicaban que, en virtud de su poder absoluto, Dios podría crear nueva materia de la nada y crear otro mundo."
domingo, 1 de junio de 2014
La muerte en los ojos de Jean-Pierre Vernant
El mito es un símbolo y si no lo es, ejerce su función. Al igual que el símbolo, el mito nos cuenta algo sin desvelarnos todo su sentido. Nos muestra sin mostrar. De ahí que el mito sea susceptible de diversas lecturas y que sea tan rico. Pero no hay que caer en el error de que el mito es algo que sólo se preste a exégesis (incompleta), a traducción (incompleta). Muy por el contrario tiene la capacidad de ofrecer cierta comodidad al hombre: gracias al mito el hombre puede darle sentido al mundo. El hombre sin ciencia no sabe de dónde surgen las cosas ni qué valor darle a estas. De ahí la necesidad del mito: es un relato que permite darle sentido y valor a las cosas del mundo. El mito es un elemento que constituye eso que de forma rimbombante algunos llaman "weltanschaung", una cosmovisión. En esa madeja de ideas a veces imprecisas pero iluminadoras que es la cosmovisión del mito podemos llegar a atisbar el modo en que contemplaban la vida y el mundo civilizaciones alejadas a la nuestra. El objetivo del libro de Vernant no es tan fatigoso como extraer esa "cosmovisión" a través del mito. Vernant tendrá un objetivo más modesto, pero no más fácil: descifrar ciertas figuras de la mitología griega. Para tal tarea hace falta agudeza mental y erudición. El autor tiene ambos. Pertrechado con estas el autor va a arrojar luz sobre distintas figuras que revelan la preocupación de los griegos por "el otro", lo que es distinto a mi.
Entender mitos es algo complicado que requiere una gran capacidad y el libro de Vernant nos ofrece muchos ejemplos de la habilidad del autor para ello. El caso que quizá más ilustre esa habilidad es cuando retoma cierta historia de Atenea. En dicha historia, Atenea, horrorizada por haber escuchado a Gorgona decide hacer algo para olvidar tan infausto recuerdo. Enfrascada en cuál sería el mejor método decide crear un instrumento musical: la flauta. Mientras hacía estas cosas Atenea, el sátiro Marsias junto a ella le decía: "Estas cosas no son para ti. Coge tus armas, deja la flauta y cierra tu boca". Atenea dejará la flauta pero no por las palabras del sátiro. Como indica Vernant, Atenea dejará tal instrumento porque "ello se debe sin duda a que el instrumento deforma el rostro pero también a que no contribuye en absoluto a perfeccionar la inteligencia. Al impedir que el ejecutante utilice la palabra, se opone a su necesidad de instruirse.Y lo más importante es que el carácter de su música no es ético sino orgiástico". Interpretando una gran diversidad de datos similares a estos, el libro se va a centrar en dos figuras: Artemisa y Gorgo. ¿Qué tienen de especial tales figuras? Pues que las dos, aunque de forma distinta tienen punto de contacto en lo que expresan: el encuentro con lo otro, con lo que no soy yo.
En el caso de Artemisa lo vemos porque ella es una diosa alejada de lo humano, de la civilización. Ocupada en sus labores de caza se aleja completamente del mundo civilizado, pero no pertenece a lo salvaje. Por el contrario, Artemisa es una figura de transición entre ambos. De ahí que los cazadores invoquen a la diosa cuando a cazar se dirigen. La llamada y la oración a la diosa está motivada porque los hombres, que pertenecen a un mundo civilizado, van a ingresar en un espacio que no les pertenece: el salvaje. De ahí que la oración a Artemisa sea necesaria. No obstante, esta no es la única mediación que atañe a la diosa . Ella también se ocupa de la transición de ciertas etapas de la vida. Artemisa es quien guía a las jóvenes a la edad adulta. La niñez en el mundo antiguo es vista como un estado especial, no completamente racional, y de ahí la necesidad de hacer "ingresar" del estado de niñez al estado adulto, que se caracteriza por la racionalidad, mediante una potencia divina. Examinando estos y otros ejemplos se nos caracteriza la figura de Artemisa como una mediadora, una figura que se sitúa en el umbral y que guía a los humanos de un estado a otro. De esa manera lo que uno es (niñez, por ejemplo) y lo otro (la edad adulta) se dan unión sin conflicto. Lo otro, lo que uno no es se integra en uno mismo. Algo similar ocurre con la figura de Gorgona, menos amable pero que precisamente por ello representa lo otro en su máxima expresión:
"La cara de Gorgo es una máscara; pero en lugar de colocársela para remediar al dios, basta que la figura te mire a los ojos para reproducir el efecto de máscara. (...) La cara de Gorgo es el otro, tu propio doble, el forastero, la recíproca de tu cara como una imagen en el espejo (ese espejo en el cual los griegos sólo podían mirarse de frente y con la forma de una mera cabeza), pero una imagen que es a la vez más y menos que tú, simple reflejo y realidad del más allá, una imagen que te atrapa porque, en lugar de devolverte la apariencia de tu propio rostro, de refractar tu mirada, representa en su mueca el espantoso terror de una alteridad radical con la cual te identificarás al convertirte en piedra."
En el caso de Artemisa lo vemos porque ella es una diosa alejada de lo humano, de la civilización. Ocupada en sus labores de caza se aleja completamente del mundo civilizado, pero no pertenece a lo salvaje. Por el contrario, Artemisa es una figura de transición entre ambos. De ahí que los cazadores invoquen a la diosa cuando a cazar se dirigen. La llamada y la oración a la diosa está motivada porque los hombres, que pertenecen a un mundo civilizado, van a ingresar en un espacio que no les pertenece: el salvaje. De ahí que la oración a Artemisa sea necesaria. No obstante, esta no es la única mediación que atañe a la diosa . Ella también se ocupa de la transición de ciertas etapas de la vida. Artemisa es quien guía a las jóvenes a la edad adulta. La niñez en el mundo antiguo es vista como un estado especial, no completamente racional, y de ahí la necesidad de hacer "ingresar" del estado de niñez al estado adulto, que se caracteriza por la racionalidad, mediante una potencia divina. Examinando estos y otros ejemplos se nos caracteriza la figura de Artemisa como una mediadora, una figura que se sitúa en el umbral y que guía a los humanos de un estado a otro. De esa manera lo que uno es (niñez, por ejemplo) y lo otro (la edad adulta) se dan unión sin conflicto. Lo otro, lo que uno no es se integra en uno mismo. Algo similar ocurre con la figura de Gorgona, menos amable pero que precisamente por ello representa lo otro en su máxima expresión:
"La cara de Gorgo es una máscara; pero en lugar de colocársela para remediar al dios, basta que la figura te mire a los ojos para reproducir el efecto de máscara. (...) La cara de Gorgo es el otro, tu propio doble, el forastero, la recíproca de tu cara como una imagen en el espejo (ese espejo en el cual los griegos sólo podían mirarse de frente y con la forma de una mera cabeza), pero una imagen que es a la vez más y menos que tú, simple reflejo y realidad del más allá, una imagen que te atrapa porque, en lugar de devolverte la apariencia de tu propio rostro, de refractar tu mirada, representa en su mueca el espantoso terror de una alteridad radical con la cual te identificarás al convertirte en piedra."
Gorgona al igual que Artemisa son figuras que expresan de forma mitológica el miedo y la unión con todo aquello que no somos, con la alteridad (odio esta palabra), es decir, con el alter ego. Lo otro, distinto a mi supone un reto que haya expresión y resolución en estas figuras según Vernant. Ahora quizá entendamos mejor el subtítulo de la obra: "Figuras del otro en la antigua Grecia"... o quizá no. Referirse a lo otro es referirse a algo muy vago y abstracto, que no se aprehende de forma fácil porque no tiene una forma concreta. Pero precisamente por la dificultad que entrañan esas palabras tan vagas tiene más mérito hacer una exégesis de la mitología detectando la presencia de dicho tema. El libro en consecuencia no es del todo claro, pese a que en ningún momento emplee una forma de expresarse oscura. Simplemente es necesario para entenderlo no descuidarse, cosa que no supondrá un gran reto pues es un texto corto que perfectamente se puede leer como pasatiempo en un día o una tarde. Para interesados en mitología resultará un libro interesante al ser algo más que una mera recopilación de historias de dioses. Este libro tiene un carácter más inquisitivo y ahí radica su valor: en no quedarse en meras historias de rencillas y amor entre dioses.
viernes, 16 de mayo de 2014
domingo, 11 de mayo de 2014
Pequeñas introducción a Leibniz (III): El lenguaje
La preocupación acerca del lenguaje no es algo nuevo. Siempre ha habido personas que se han preocupado del lenguaje. De si este nos ayuda en nuestras investigaciones o si, por el contrario, servía para entorpecernos. No han sido pocos los que han pensado que detrás del lenguaje hay toda una maraña de malentendidos y confusiones que nos llevan a hablar de quimeras. En ocasiones puntuales este intuición se ciñó al uso de un determinado vocabulario. Por ejemplo la terminología de Aristóteles ha llevado a muchos a pensar que detrás de palabras como ente, esencia, quididad y otras de estilo similar solo había conceptos hueros, vacíos. Bacon los llamaba ídolos. Pero hablar de todas no algo para lo que estemos preparados. Tampoco es algo que tenga lugar en un blog. Vamos a señalar solo algunos capítulos importantes de este tema. Los más cercanos a Leibniz. Si para empezar a hablar de la física de Leibniz antes empezamos a hablar del renacimiento aquí vamos a hacer lo mismo.
"Los sueños de Polífilo", Francesco de Colonna |
El renacimiento se llamaba así porque se pensaba que era un renacer. Renacer quiere decir "volver a nacer". ¿Qué era lo que volvía a nacer? La cultura antigua o pagana. Todo lo que perteneciese al antiguo Egipto, a Grecia o Roma era custodiado como el vestigio de una civilización infinitamente superior a la de ese tiempo. El mundo perfecto no estaba en el futuro (como en nuestro caso con el mito del progreso), sino en el pasado. Entre las galerías de arte se iban apilando antiguas esculturas y entre las bibliotecas se iban colocando antiguos tomos de muy diversos temas. Uno de esos tomos fue "Hieroglyphica" de Horapolo. Ahí se recogían distintos jeroglíficos y algunos significados que, supuestamente, estos representaban. Obviamente el significado atribuido a los jeroglíficos no era el verdadero. Un intento de comprensión de los jeroglíficos lo llevo a cabo Pierio Valeriano, que escribió 58 volúmenes en los que describía el supuesto significado de los jeroglíficos. Pero eso no es lo importante. Lo importante fue que todo el círculo de neoplatónicos en Florencia se entusiasmó enormemente con este hallazgo. La razón de tal alborozo tenía que ver con el hecho de que ya Plotino señalaba en sus "Eneadas" que el lenguaje de los jeroglíficos era superior al del resto de lenguas. ¿Cuál era la razón de esto? Pues que consideraba que el lenguaje natural para encontrar la verdad usaba razonamientos. Los egipcios en cambio utilizaban imágenes. La imagen la concebía Plotino como un "medio" más apto que la palabra a la hora de alcanzar el conocimiento. Hay que recordar que para Plotino, y en general para todos los neoplatónicos, el sentido más excelso era la vista porque este estaba más conectado con el intelecto que el resto. Esto fue algo que Ficino y los neoplatónicos no tardaron en recoger. Estas ideas rápidamente se extendieron más allá del ámbito florentino. Fue tan popular esta idea que una de las principales novelas de corte místico de la época, "Los sueños de Polífilo" de F. Collonna, utilizaba jeroglíficos. No los utilizaba como adorno, como elemento decorativo (que por otra parte son unas bellísimas xilografías). Pretendía, por el contrario, significar a través de ellas. De tal modo, la novela no se podía comprender sin entender las misteriosas imágenes que lo acompañaban. Esto fue solo el principio.
Emblemas de Alciato |
La idea de un lenguaje ideal no era algo que se ciñese al renacimiento (para empezar esa idea se retrotrae a los cabalistas). Descartes tomaba este tema. En una carta a Mersenne decía:
"Hay un medio de inventar una lengua o al menos una escritura , en la cual los caracteres y palabras primitivos estarían hechos de suerte que esta pudiera ser enseñada en muy poco tiempo... y como se puede aprender en un día todos los nombres hasta el infinito, y escribirlos en una lengua desconocida, que está formada por una infinidad de palabras diferentes; también se puede hacer lo mismo con todas las palabras necesarias para expresar las otras cosas que caen en el espíritu de los hombres; si esto se ejecuta no hay duda de que esta lengua sería bien aceptada por todos, puesto que hay mucha gente que emplearía de buen grado cinco o seis días de tiempo para hacerse entender por todos los hombres..., y si alguien explica bien a todo el mundo cuáles son las ideas simples que están en la imaginación de los hombres, de las cuales se compone todo lo que ellos piensan, entonces yo osaré esperar una lengua universal muy fácil de aprender, pronunciar, y escribir, y lo principal, que ayudaría al juicio y representaría distintamente todas las cosas, con lo cual será prácticamente imposible errar, no como ahora donde las palabras que nosotros usamos prácticamente solo tienen significaciones confusas y a lo cual el espíritu humano se ha acostumbrado desde hace mucho tiempo, lo que es causa de que no se entienda casi nada perfectamente. Yo sostengo que esta lengua universal es posible y que se puede encontrar la ciencia que de ella depende por medio de la cual los campesinos podrían juzgar mejor acerca de la verdad de las cosas, que es lo que hacen actualmente los filósofos".
Vemos el proyecto de un lenguaje que ayude a establecer juicios acertados de forma rápida, sencilla y clara. Este lenguaje es una "herramienta" más adecuada que nuestros lenguajes cotidianos, donde la polisemia y los malentendidos no son excepciones, sino cosas comunes. Si bien se puede decir que no había un mismo modo de tratar la cuestión, puesto que todo lo descrito arriba tiene que ver con movimientos filosófico-religiosos, sí que hay una misma preocupación. Esto se puede aplicar perfectamente a Leibniz. Su interés por el lenguaje se justifica por el hecho de que él era consciente del papel decisivo del lenguaje en el avance del conocimiento. Tenía la intuición de que había una estrecha relación entre el lenguaje y el desarrollo intelectual del hombre. Sus reflexiones acerca del lenguaje tendrán que ver bastante con la deslegitimación de cierta corriente de pensamiento ejemplificada perfectamente por Jacob Böhme.
Jacob Böhme era un pensador que bebía directamente de las corrientes filosófico-religiosas que mencionábamos. Sus ideas sobre el lenguaje se recogen en dos escritos: "Aurora" y "Misterium Magnum". Estas reflejaban la preocupación por una supuesta lengua primigenia, precedente de todas las demás, que llama lengua adámica (referencencia al antiguo testamento y al suceso de Babel). Lo peculiar de la lengua adámica ("ursprache") es que no es que sea un lenguaje óptimo para conocer mejor las cosas, sino que es un lenguaje en el que se conoce directamente las esencias. En los lenguajes naturales ("natursprache"), la relación entre las palabras y las cosas no se da. El signo y el significado se otorgan de forma arbitraria a la referencia (las esencias). Esta es la causa de todas nuestras dificultades a la hora de conocer la realidad. Lo que debemos hacer, según Böhme, es intentar recuperar la lengua primigenia de la cual todas han surgido.
La polémica que suscitaron esas opiniones llegaron a Leibniz. Él no podía reaccionar sino con ciertas reservas al proyecto de "reconstruir" ese lenguaje. Pensaba que encontrar la similitud última de todas nuestras lenguas era algo imposible. La cantidad de transformaciones que se han ido haciendo de esa lengua a largo de la historia ha sido tal que la lengua primigenia ("ursprache") está perdida. Critica, además, a aquellos que identifican la lengua primigenia con el hebreo. En uno de sus escritos, "Brevis designatio", Leibniz intenta dar cuenta de la multiplicidad de lenguajes no apoyándose en el mito de Babel (como Böhme, Hobbes y otros). La razón de que haya tantas lenguas se debe a las distintas formas de expresar que tienen los hombres. Del mismo modo en que dijimos que una mónada expresaba el universo desde una perspectiva, lo mismo podemos aplicar al lenguaje. El lenguaje es como una mónada (no en sentido literal, es una analogía) que sirve para observar la realidad desde un determinado modo o perspectiva. Lo importante no será, entonces, no obsesionarse por aquella lengua primigenia de la que él desconfía, sino en ver la "armonía" de las lenguas ("harmonia linguarum"). De este modo recurre al igual que con las mónadas al concepto de armonía para hacer que todos los elementos, en este caso lenguas, sean expresiones distintas del universo pero al mismo tiempo coordinadas de modo armonioso.
Una vez zanjado el asunto del ursprache Leibniz dice que no hay razón para que no podamos crear un lenguaje artificial y preciso que nos ayude en nuestras investigaciones. A este lenguaje universal lo llamará característica universal (o "lingua philosophica") y tendrá como principal rasgo que es un lenguaje gráfico. Aquí vemos ya alguna diferencia con lo que pensó Descartes: este lenguaje no es un lenguaje para ser hablado. Esta lengua simplemente se empleará en las investigaciones con el fin de acelerarlas y de ser más exactos. Cualquier otro fin, como el comunicativo, no le es propio. La "lingua philosophica" constará de un alfabeto aplicable a todas las lenguas. Que haya un alfabeto en la lingua de Leibniz tiene que ver con una razón muy sencilla: sin unos signos un sistema lingüístico no nos puede ayudar a pensar. Pensamiento y lenguaje están tan unidos que sin uno no se da el otro. El conocimiento discursivo tiene necesidad de "cognitio symbolica".
El alfabeto de la nueva "lingua" lo buscará en "Dissertatio de arte combinatoria". Aquí busca no solo un simbolismo, sino uno que sea capaz de expresar las operaciones mentales. En otras palabras: la característica universal es un lenguaje formal. La razón de esto se debe a que todo juicio se hace deduciendo a partir de principios lógicos. Si esto es así, basar la nueva lengua en esas operaciones mentales que aplican constantemente principios lógicos (principio de no contradicción, principio de identidad...) es la forma más segura de encontrar una lengua que sea apta para todos los campos del saber desde la teología a la matemática. Un nuevo problema se nos plantea aquí: ¿cómo sabemos que la elección de los nuevos caracteres de la nueva "lingua" no son arbitrarios? ¿Si son arbitrarios cómo podemos llegar a conocer algo a través de ellos? La discusión de si las lenguas, en general y no solo la característica universal, son de carácter arbitrario o no se remonta al "Crátilo" de Plantón, donde este acababa concluyendo que detrás de los signos o palabras no hay una voluntad de los hombres. Por el contrario, el significado del lenguaje tiene algún tipo de anclaje en el mundo de las formas. En los tiempos modernos la tendencia era la contraria. Se pensaba que el lenguaje era una convención y que no había nada detrás de él para proporcionarle fundamento alguno. Ejemplos claros de esto eran Hobbes y Locke. Leibniz no puede estar si no en desacuerdo con concebir el lenguaje con algo puramente arbitrario. Para criticar esas opiniones que no comparte examina el "Computatio sive logica" de Hobbes. En este escrito se decía que la verdad se desprende de las palabras y no de las cosas. Para Leibniz esto es una paradoja pues supone el abandono de la búsqueda del universal y sin él no podemos decir que haya ciencia. Otro de los escritos en los que criticaría esta forma de ver el lenguaje es en los "Nuevos ensayos del entendimiento humano". Aquí polemiza sobre el asunto con Locke manteniendo que la visión convencionalista no puede ser una buena base para un conocimiento fundamentado de las cosas.
Dejando de lado las polémicas con sus contemporáneos tenemos que centrarnos un poco en ver qué tipo de lengua artificial nos propone Leibniz. En "Lingua generalis" asigna un número a las ideas simples. Los números se transcribirían con consonantes y los decimales con vocales. Para ilustrarlo:
No obstante, en este escrito no deja terminado el asunto. De hecho, apenas si lo ha comenzado. Su proyecto de lengua artificial se debería articular en distintos puntos:
(1) Distinción de un sistema de primitivos, organizados en un alfabeto de pensamientos.
(2) Elaboración de una gramática.
(3) Reglas para pronunciar caracteres.
(4) Elaboración de un léxico de caracteres reales.
En "Elementa characteristicae universalis" pone un ejemplo de lo que pretende: el concepto "hombre". Este concepto lo podemos descomponer en ideas simples. Podemos hacerlo diciendo que es un "animal racional". Separamos esto y lo dejamos en "animal" y "racional" y les asignamos números. A animal le asignamos el nº 2 y a racional el 3. El concepto complejo de hombre lo podemos expresar, por tanto, como 2*3, o bien 6. ¿Cómo sabemos si una proposición es cierta o no? Mediante cálculo. Para que sea verdadera una proposición debemos dividir el nº del sujeto por el del predicado. Si el resultado es un número entero entonces es verdadero. Por ejemplo: "Todos los hombres son animales". Hombre es 6 y animal 2. La división da como resultado 3, luego la proposición es verdadera.
Entre tanto Leibniz tenía una intensa correspondencia con los jesuitas que realizaban sus misiones en oriente. China se mostraba a Europa con todos los atractivos que proporciona una nación enorme, con materias primas muy importantes y una cultura milenaria. Desde hace tiempo los jesuitas ya hacía sus misiones en oriente con el fin de expandir la influencia del cristianismo en oriente. Fruto de este contacto entre jesuitas y orientales, culturas como la japonesa o la China empezaban a conocerse mejor. Leibniz mantenía una correspondencia con Bouvet uno de los jesuitas que tenían conocimiento de China. En una de las cartas dirigidas a Bouvet le comentaba sus recientes descubrimientos en torno al cálculo binario (manejando 1 y 0) y la posibilidad de establecer a través de esto un lenguaje. Después de leer esta carta, Bouvet se da cuenta de que la estructura de los exagramas del "I Ching" se ajusta al cálculo binario y copia los exagramas del libro chino en una carta que envía a Leibniz... Pero más allá de su fascinación y de algún escrito Leibniz, como de costumbre, no iría más allá de los proyectos. Pensó en su tarea pero no la realizó. El resultado son sus opiniones fragmentadas en multitud de escritos.
Bibliografía que he consultado hasta aquí:
Vemos el proyecto de un lenguaje que ayude a establecer juicios acertados de forma rápida, sencilla y clara. Este lenguaje es una "herramienta" más adecuada que nuestros lenguajes cotidianos, donde la polisemia y los malentendidos no son excepciones, sino cosas comunes. Si bien se puede decir que no había un mismo modo de tratar la cuestión, puesto que todo lo descrito arriba tiene que ver con movimientos filosófico-religiosos, sí que hay una misma preocupación. Esto se puede aplicar perfectamente a Leibniz. Su interés por el lenguaje se justifica por el hecho de que él era consciente del papel decisivo del lenguaje en el avance del conocimiento. Tenía la intuición de que había una estrecha relación entre el lenguaje y el desarrollo intelectual del hombre. Sus reflexiones acerca del lenguaje tendrán que ver bastante con la deslegitimación de cierta corriente de pensamiento ejemplificada perfectamente por Jacob Böhme.
Aurora de Jacob Böhme |
La polémica que suscitaron esas opiniones llegaron a Leibniz. Él no podía reaccionar sino con ciertas reservas al proyecto de "reconstruir" ese lenguaje. Pensaba que encontrar la similitud última de todas nuestras lenguas era algo imposible. La cantidad de transformaciones que se han ido haciendo de esa lengua a largo de la historia ha sido tal que la lengua primigenia ("ursprache") está perdida. Critica, además, a aquellos que identifican la lengua primigenia con el hebreo. En uno de sus escritos, "Brevis designatio", Leibniz intenta dar cuenta de la multiplicidad de lenguajes no apoyándose en el mito de Babel (como Böhme, Hobbes y otros). La razón de que haya tantas lenguas se debe a las distintas formas de expresar que tienen los hombres. Del mismo modo en que dijimos que una mónada expresaba el universo desde una perspectiva, lo mismo podemos aplicar al lenguaje. El lenguaje es como una mónada (no en sentido literal, es una analogía) que sirve para observar la realidad desde un determinado modo o perspectiva. Lo importante no será, entonces, no obsesionarse por aquella lengua primigenia de la que él desconfía, sino en ver la "armonía" de las lenguas ("harmonia linguarum"). De este modo recurre al igual que con las mónadas al concepto de armonía para hacer que todos los elementos, en este caso lenguas, sean expresiones distintas del universo pero al mismo tiempo coordinadas de modo armonioso.
Una vez zanjado el asunto del ursprache Leibniz dice que no hay razón para que no podamos crear un lenguaje artificial y preciso que nos ayude en nuestras investigaciones. A este lenguaje universal lo llamará característica universal (o "lingua philosophica") y tendrá como principal rasgo que es un lenguaje gráfico. Aquí vemos ya alguna diferencia con lo que pensó Descartes: este lenguaje no es un lenguaje para ser hablado. Esta lengua simplemente se empleará en las investigaciones con el fin de acelerarlas y de ser más exactos. Cualquier otro fin, como el comunicativo, no le es propio. La "lingua philosophica" constará de un alfabeto aplicable a todas las lenguas. Que haya un alfabeto en la lingua de Leibniz tiene que ver con una razón muy sencilla: sin unos signos un sistema lingüístico no nos puede ayudar a pensar. Pensamiento y lenguaje están tan unidos que sin uno no se da el otro. El conocimiento discursivo tiene necesidad de "cognitio symbolica".
El alfabeto de la nueva "lingua" lo buscará en "Dissertatio de arte combinatoria". Aquí busca no solo un simbolismo, sino uno que sea capaz de expresar las operaciones mentales. En otras palabras: la característica universal es un lenguaje formal. La razón de esto se debe a que todo juicio se hace deduciendo a partir de principios lógicos. Si esto es así, basar la nueva lengua en esas operaciones mentales que aplican constantemente principios lógicos (principio de no contradicción, principio de identidad...) es la forma más segura de encontrar una lengua que sea apta para todos los campos del saber desde la teología a la matemática. Un nuevo problema se nos plantea aquí: ¿cómo sabemos que la elección de los nuevos caracteres de la nueva "lingua" no son arbitrarios? ¿Si son arbitrarios cómo podemos llegar a conocer algo a través de ellos? La discusión de si las lenguas, en general y no solo la característica universal, son de carácter arbitrario o no se remonta al "Crátilo" de Plantón, donde este acababa concluyendo que detrás de los signos o palabras no hay una voluntad de los hombres. Por el contrario, el significado del lenguaje tiene algún tipo de anclaje en el mundo de las formas. En los tiempos modernos la tendencia era la contraria. Se pensaba que el lenguaje era una convención y que no había nada detrás de él para proporcionarle fundamento alguno. Ejemplos claros de esto eran Hobbes y Locke. Leibniz no puede estar si no en desacuerdo con concebir el lenguaje con algo puramente arbitrario. Para criticar esas opiniones que no comparte examina el "Computatio sive logica" de Hobbes. En este escrito se decía que la verdad se desprende de las palabras y no de las cosas. Para Leibniz esto es una paradoja pues supone el abandono de la búsqueda del universal y sin él no podemos decir que haya ciencia. Otro de los escritos en los que criticaría esta forma de ver el lenguaje es en los "Nuevos ensayos del entendimiento humano". Aquí polemiza sobre el asunto con Locke manteniendo que la visión convencionalista no puede ser una buena base para un conocimiento fundamentado de las cosas.
Dejando de lado las polémicas con sus contemporáneos tenemos que centrarnos un poco en ver qué tipo de lengua artificial nos propone Leibniz. En "Lingua generalis" asigna un número a las ideas simples. Los números se transcribirían con consonantes y los decimales con vocales. Para ilustrarlo:
No obstante, en este escrito no deja terminado el asunto. De hecho, apenas si lo ha comenzado. Su proyecto de lengua artificial se debería articular en distintos puntos:
(1) Distinción de un sistema de primitivos, organizados en un alfabeto de pensamientos.
(2) Elaboración de una gramática.
(3) Reglas para pronunciar caracteres.
(4) Elaboración de un léxico de caracteres reales.
En "Elementa characteristicae universalis" pone un ejemplo de lo que pretende: el concepto "hombre". Este concepto lo podemos descomponer en ideas simples. Podemos hacerlo diciendo que es un "animal racional". Separamos esto y lo dejamos en "animal" y "racional" y les asignamos números. A animal le asignamos el nº 2 y a racional el 3. El concepto complejo de hombre lo podemos expresar, por tanto, como 2*3, o bien 6. ¿Cómo sabemos si una proposición es cierta o no? Mediante cálculo. Para que sea verdadera una proposición debemos dividir el nº del sujeto por el del predicado. Si el resultado es un número entero entonces es verdadero. Por ejemplo: "Todos los hombres son animales". Hombre es 6 y animal 2. La división da como resultado 3, luego la proposición es verdadera.
Entre tanto Leibniz tenía una intensa correspondencia con los jesuitas que realizaban sus misiones en oriente. China se mostraba a Europa con todos los atractivos que proporciona una nación enorme, con materias primas muy importantes y una cultura milenaria. Desde hace tiempo los jesuitas ya hacía sus misiones en oriente con el fin de expandir la influencia del cristianismo en oriente. Fruto de este contacto entre jesuitas y orientales, culturas como la japonesa o la China empezaban a conocerse mejor. Leibniz mantenía una correspondencia con Bouvet uno de los jesuitas que tenían conocimiento de China. En una de las cartas dirigidas a Bouvet le comentaba sus recientes descubrimientos en torno al cálculo binario (manejando 1 y 0) y la posibilidad de establecer a través de esto un lenguaje. Después de leer esta carta, Bouvet se da cuenta de que la estructura de los exagramas del "I Ching" se ajusta al cálculo binario y copia los exagramas del libro chino en una carta que envía a Leibniz... Pero más allá de su fascinación y de algún escrito Leibniz, como de costumbre, no iría más allá de los proyectos. Pensó en su tarea pero no la realizó. El resultado son sus opiniones fragmentadas en multitud de escritos.
Bibliografía que he consultado hasta aquí:
- Calasso, Roberto, “Los jeroglíficos de Sir Thomas Brown”, Sexto piso
- Praz, Mario, “Imágenes del barroco”, Siruela
- Reale, G., “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Herder
- Abagnano, “Historia de la filosofía”
- http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/eduardo.html
- Cabañas, Leticia, “Adamismo en el lenguaje de Leibniz”, Daimon, suplemento 1,2007, 35-41
- Praz, Mario, “Imágenes del barroco”, Siruela
- Reale, G., “Historia del pensamiento filosófico y científico”, Herder
- Abagnano, “Historia de la filosofía”
- http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/eduardo.html
- Cabañas, Leticia, “Adamismo en el lenguaje de Leibniz”, Daimon, suplemento 1,2007, 35-41
viernes, 2 de mayo de 2014
First squad: The moment of truth
La animación es algo que nunca ha estado bien considerado entre el público cultivado, o al menos no entre la mayoría. Ha sido casi una rareza encontrar alguno que defienda la animación como medio de expresión legítimo y con sus propias ventajas. Cuando se da un premio en algún festival parece más algo que queda bien que una valoración positiva del medio. Esto y los prejuicios del individuo medio occidental quizá sean la razón de que la animación no prolifere en occidente como sí lo hace en Japón. Por eso me resultó muy raro encontrar un film de animación ruso: First squad. A la sorpresa se unía una completa desinformación: no había reseñas, ni críticas y casi ningún comentario en red. Así que, picado por la curiosidad, decidí descargarla y verla.
No puedo decir que fuera del todo satisfactorio lo que me encontré: personajes esbozados más que presentados, historia ligeramente inconsistente y, eso sí, una animación que está bien. De lo último podemos prescindir por completo. La animación casi siempre es prescindible comentarla porque suele estar al nivel requerido y aunque no lo estuviera no pasaría nada (porque no es lo más importante). Diré simplemente que me ha parecido decente y que ha habido algunos momentos que me ha llamado particularmente la atención (como el momento en que entra en el mundo de los muertos o cuando sus compañeros viajan a través de su subsconciente). La animación sirve para introducirnos en un mundo devastado por la guerra, la segunda gran guerra que asoló Europa en la segunda mitad del s. XX. Es un mundo frío, gélido, propio del escenario en el que se desarolla la historia: el frente germano-ruso.
Ahí se juegan las cartas en las que ambos ejércitos están estancandos en sus barricadas y trincheras. Los alemanes no pueden terminar de conquistar Rusia; los rusos, en cambio, son incapaces de romper el cerco que los nazis han realizado. En ese frente se baten constantemente las dos fuerzas, sin capacidad de derrotar al rival. En este contexto que se nos plantea de forma convincente empiezan a introducir elementos sobrenaturales, mezclados con inconsistencia. Nos enteramos de la existencia de unas brigadas que se ocupan de temas ocultos, una especie de servicios secretos en temas de ocultismo. Para mejorar las cosas resulta que el desarrollo de la guerra depende de estos cuerpos ocultistas pues los alemanes utilizan tretas para intentar romper el frente. Eso no suena muy consistente pero la forma en que se desarrolla no ayuda mucho. Al menos el ritmo de la historia sí que es algo que está llevado a cabo de forma decente: hay algunos momentos que sorprenden verdaderamente. Sinceramente estos momentos son muy pocos, pero valen la pena.
Además de que la historia no tiene un punto fuerte en la credibilidad, hay que anotar que el film es tan breve que no da tiempo a plantear una historia de verdad. Simplemente se ponen en juego algunos elementos a los que se les añade acción a borbotones. Parece como si hubieran pensando que ofreciendo esto y apretando mucho los nudillos la recepción podría ser positiva. Pero no. Los personajes no están bien presentados y no vamos a encontrar ninguno que nos seduzca con su carácter. El personaje principal padece de amnesia y está tan envuelto en la acción que no vamos a saber nada de ella. Hay que decir que supuestamente esta era la primera de una serie de films. Es de suponer que en los siguientes films las cosas mejorarían pero sinceramente no creo que haya una continuación: este film es de 2009 y, desde entonces, no se ha publicado nada significativo... Parece que este proyecto no ha tenido fortuna ni en el film ni en el proyecto. Fracasa tanto en lo uno como en lo otro. Pero dejando de lado eso hay que dejar bien claro algo: la película de algún modo se las apaña para entretener (lo digo en serio). Alguna tarde aburrida en la que no sepamos qué ver puede ser una opción aceptable.
Además de que la historia no tiene un punto fuerte en la credibilidad, hay que anotar que el film es tan breve que no da tiempo a plantear una historia de verdad. Simplemente se ponen en juego algunos elementos a los que se les añade acción a borbotones. Parece como si hubieran pensando que ofreciendo esto y apretando mucho los nudillos la recepción podría ser positiva. Pero no. Los personajes no están bien presentados y no vamos a encontrar ninguno que nos seduzca con su carácter. El personaje principal padece de amnesia y está tan envuelto en la acción que no vamos a saber nada de ella. Hay que decir que supuestamente esta era la primera de una serie de films. Es de suponer que en los siguientes films las cosas mejorarían pero sinceramente no creo que haya una continuación: este film es de 2009 y, desde entonces, no se ha publicado nada significativo... Parece que este proyecto no ha tenido fortuna ni en el film ni en el proyecto. Fracasa tanto en lo uno como en lo otro. Pero dejando de lado eso hay que dejar bien claro algo: la película de algún modo se las apaña para entretener (lo digo en serio). Alguna tarde aburrida en la que no sepamos qué ver puede ser una opción aceptable.
jueves, 24 de abril de 2014
Shingeki no Kyojin (El ataque de los titanes)
En su día ya tuve la tentación de escribir mis opiniones sobre El ataque de los titanes, pero fueron dos las razones que me llevaron a no ponerme delante del teclado. La primera estaba relacionada con que no me sentía capaz de ser mínimamente imparcial (cosa que no pretendo ahora); la segunda tiene que ver con que prefería hacerlo cuando se cerrase la serie para así hacer un crítica de conjunto... Pero después de saber que nos queda algo de espera he decidido que sería mejor no postergarlo más. No pretendo añadir nada a todo lo que ya se ha dicho ni tampoco ser polémico. Lo que aquí dejo son, simplemente, algunas de las impresiones que tuve de esta serie.
El ataque de los titanes se sitúa en un mundo ficticio (como casi todos los animes) donde los humanos deben vivir en fortalezas de altos muros. Y más les vale que esos muros sean bien altos pues son su única defensa contra una raza de gigantes. Estos gigantes se dedican a devorar humanos con el mismo afán que si fueran setas con jamón. En una época en que los zombis aparecen por cualquier parte parece como si el creador del manga hubiera cogido estas criaturas cambiando su tamaño, el punto débil y el nombre de zombie por titán. Si a esto le añades tipos que pueden volar con espadas, escenas de combate que dejan con la boca abierta a más de uno y lo agitas te da como resultado Shingeki no kyojin. No es una idea muy original, ni muy convincente pero sorprendentemente funciona. Son muy pocos los elementos que se van presentado en la serie para aportar riqueza a este mundo ficticio pero de alguna manera consiguen que no parezca estúpido. No sabemos demasiado de la organización social de los humanos (más allá del ámbito militar), ni de sus costumbres, ni del origen de los titanes, ni de muchas otras cosas. Sin embargo con los pocos elementos que muestran consiguen que la serie vaya hacia delante sin dejar en el camino ninguna incongruencia grave. No podemos decir que el mundo que nos recrean sea inconsistente, aunque sí poco profundo.
En ese mundo poco ambientado que comentábamos vamos a ver a los personajes que en general son bastante mediocres. El primero de la lista (tanto en importancia como en mediocridad) es el protagonista, Eren. Tiene todos los rasgos que hacen que un personaje sea antes un estorbo que un aliciente para la trama: es estúpido, terco, chilla más que habla y para agravarlo todavía más es inútil (cosa esta última que solucionan en la serie con una triquiñuela). El resto de personajes oscilan entre lo malo y lo mediocre. Mención especial para Mikasa, la "hermana" de Eren, cuyo guión en la serie se reduce a un "¿dónde está Eren?". El resto de personajes en general no tienen muchas oportunidades para mostrar qué tipo de personaje son. Levi es un ejemplo de eso: no sabemos nada de él, simplemente le vemos haciendo acrobacias maravillosas en el combate. El personaje que quizá esté más caracterizado es Armin, el "cerebro" del grupo. Es un chico débil pero perspicaz, que siempre tiene un buen plan. Junto a estos tenemos a unos personajes que apenas aparecen pero que cuando lo hacen engrandecen la pantalla: el general Pixis y Erwin. Este último apenas lo vemos pero cuando lo hace sabes que algo importante se cuece sin que te estés enterando. Ese misterio que envuelve su figura y sus planes es algo que le da vida a la serie.
Como vemos, la plantilla de personajes no es muy prometedora y sin duda es el peor aspecto de la serie. Creo sinceramente que se podrían haber esforzado en crear personajes de más enjundia. Tiempo para caracterizar a los personajes no les ha faltado en los 25 capítulos. Han preferido emplear ese tiempo sin embargo, en ponernos resúmenes de dos y tres minutos, además de algún capítulo insustancial (el capítulo 19 es un ejemplo), que en profundizar en los personajes. Los creadores del anime han tenido muy poco acierto con este aspecto en la serie y su falta de habilidad para desarrollar una historia con buenos personajes solo es comparable a su incapacidad de mantener el ritmo de la trama. Los primeros capítulos son redondos. Con un inicio de infarto que se alarga durante un par de capítulos en los que vemos a los personajes más importantes desarrollarse. Hasta el capítulo 8 esta serie continua con una gran cantidad de misterios y giros que hacen que te mantengas delante de la pantalla. El resto de la serie no mantiene esa dinámica y funciona a base de ser épica en algunos momentos o de ser aburrida en otros. Como ejemplo creo que se podría poner el arco argumental del juicio a Eren, aburrido y alargado en exceso para sacar tiempo. Este arco argumental contrasta completamente con la serie de capítulos que van desde el 17 al 22 y del 24 al 25 que son, simplemente, una maravilla. En parte son tan buenos por el contraste con los otros arcos argumentales más lentos, y en parte porque verdaderamente son geniales. La genialidad de estas capítulos reside en unas escenas de combate excepcionalmente bien hechas, cargadas de adrenalina y que hacen que en más de una ocasión vuelvas a ver la escena una y otra vez. Pero la calidad de la animación no siempre está bien. Para empezar cuesta pensar que estos gigantes sean enemigos terribles que están a punto de destruir a la humanidad cuando te los presentan de este modo:
En ese mundo poco ambientado que comentábamos vamos a ver a los personajes que en general son bastante mediocres. El primero de la lista (tanto en importancia como en mediocridad) es el protagonista, Eren. Tiene todos los rasgos que hacen que un personaje sea antes un estorbo que un aliciente para la trama: es estúpido, terco, chilla más que habla y para agravarlo todavía más es inútil (cosa esta última que solucionan en la serie con una triquiñuela). El resto de personajes oscilan entre lo malo y lo mediocre. Mención especial para Mikasa, la "hermana" de Eren, cuyo guión en la serie se reduce a un "¿dónde está Eren?". El resto de personajes en general no tienen muchas oportunidades para mostrar qué tipo de personaje son. Levi es un ejemplo de eso: no sabemos nada de él, simplemente le vemos haciendo acrobacias maravillosas en el combate. El personaje que quizá esté más caracterizado es Armin, el "cerebro" del grupo. Es un chico débil pero perspicaz, que siempre tiene un buen plan. Junto a estos tenemos a unos personajes que apenas aparecen pero que cuando lo hacen engrandecen la pantalla: el general Pixis y Erwin. Este último apenas lo vemos pero cuando lo hace sabes que algo importante se cuece sin que te estés enterando. Ese misterio que envuelve su figura y sus planes es algo que le da vida a la serie.
Es muy difícil no ridiculizarlos. De hecho la primera ocasión que vi uno me reí bastante. Por fortuna luego nos van dando cosas más dignas, que hacen que empieces a tomarte más en serio Shingeki no kyojing. El cúmulo de cosas malas se amontona y sin duda tiene fuerza suficiente para tumbar toda la serie. Esto sería así de no ser por las escenas de combate que ya comenté. El combate entre los dos titanes del capítulo 21 es IMPRESIONANTE. Es en estas ocasiones cuando vemos la ventaja que proporciona la animación sobre cualquier otro medio expresivo. La calidad de esas escenas y otras del mismo estilo colman con creces el vacío de todos los aspectos negativos de la serie. ¿Pero qué sería de esas escenas sin una buena música? Shingeki no Kyojin tiene tanta magia en sus escenas gracias a una música que, sin riesgo a equivocarme, es un auténtico acierto. La música acompaña a la acción, a la lucha, a la muerte y a la desesperanza que se nos muestra en la serie y sin ella no sería lo mismo nada de lo que aparece. Si las escenas más épicas las dejamos sin sonido nos damos cuenta del importantísimo papel que ejerce la música en esta serie. La música aquí es más que mero acompañamiento sonoro, es esencial para las escenas. Recomiendo encarecidamente a todo el mundo que escuche la ost, especialmente "Vogel im kafig", "Counter attack" y "E.M.A"
La serie no es desde luego la maravilla que se ha dicho que es. Es sin duda recomendable, adictiva y espectacular pero no lo mejor que uno pueda ver. Creo que muchos de los que se emocionaron con SAO en 2012 has sido los mismos que han alabado en exceso a Shingeki no Kyojin, y de ahí que haya sido la serie más mitificada del año pasado.
miércoles, 23 de abril de 2014
Metamorfosis de la lectura
Cuándo y cómo surgieron las lenguas son problemas que siempre ha tenido presente el hombre. Desde el mito de Babel y la confusión de las lenguas hasta las ideas de Chomsky hemos tenido un amplio repertorio de explicaciones, conjeturas, hipótesis y argumentos de toda índole. No se ha prestado tanta atención, sin embargo, a la escritura y al hecho de leer. Y mucho menos a la capacidad camaleónica de la lengua escrita de perpetuarse en distintos soportes. Los papiros, los pergaminos, los códices, el libro que actualmente conocemos o el e-book que cada vez vemos con mayor frecuencia. El libro de Román Gubern es un intento de unir estos dos temas y desarrollarlos de forma armónica. Quizá sea por esto que el libro se plantea desde un punto de vista genetista, lineal, que se remonta al origen y llega a nuestro presente. Empieza por tanto un relato. Un relato del origen de las lenguas, del pensamiento, de la comunicación, de la escritura, de la literatura... Y todo ello lo pretende hacer en unas escasas 120 páginas. Esto no puede hacerse sin caer en cierta simpleza, en cierta trivialización. Esa superficialidad la podemos detectar al inicio de este ensayo, cuando habla del origen de las lenguas apoyándose en diversas autoridades como antropólogos, paleontólogos, etc. Lo superficial de esta parte no es algo peculiar. Por el contrario, es la nota distintiva de este libro. Como defensa del autor hay que decir que no se debe a que este no sepa llevar el proyecto a buen puerto o a que le falten conocimientos de la materia. Antes bien tiene que ver con el hecho de la brevedad del ensayo. La consecuencia es que la parte del origen del lenguaje se despacha rápidamente, sin miramientos, en unas pocas páginas. No será la única parte en la que esto ocurra. De hecho ocurre constantemente. "Metamorfosis de la lectura" es la invitación a un viaje express en el que se nos van lanzando multitud de datos históricos y algunas observaciones interesantes.
Partimos de la cultura y la poesía oral y de cómo esta se perpetúa hasta su decadencia con la escritura. Los Egipcios inventaron el papiro y los griegos de Pérgamo el pergamino. Una vez que el saber puede guardarse de un modo más seguro en la escritura ya no necesita ser memorizado. La cultura oral se pierde y la lectura inicia su andadura. Pero no será hasta mucho después, con la invención de la imprenta, que la lectura pase de ser un acto social a uno privado. El mejor ejemplo es la Biblía. En en medievo su lectura era oral, ante un auditorio, donde podía controlarse escrupulosamente el sentido de sus palabras. Sin embargo al masificarse el número de ejemplares gracias a la imprenta la lectura oral perdió importancia. La lectura era algo íntimo, que ya no se hacía en las plazas, sino en las casas, silenciosamente, sin la atenta mirada del monje o el obispo que velaba de que las escrituras fueran "bien entendidas". Pero una historia de la lectura es necesariamente una historia de la literatura y Román Gubern hace un rápido recorrido por ella. Si tuviera que escoger algún fragmento creo que sería este:
"Pero la gran novedad en el mundo de la literatura fueron las vanguardias, con su iconoclastia y su experimentalismo alzados a espaldas del mercado. Abrió el fuego Marinetti con el futurismo (1909), cuyas alborotadas propuestas de una revolución maquinista alimentaron tanto el imaginario de Mussolini como el Maiakovski, en el torbellino de la revolución industrial soviética. Gramsci ironizaría sobre los futuristas escribiendo que eran "un grupo de colegiales, que se han escapado de un colegio de jesuitas, han hecho un poco de bulla en el bosque vecino y han sido reconducidos bajo la férula de los guardabosques". En Suiza, corazón neutralista y financiero de Europa, brotó la revoltosa insolencia dadaísta (1916), que obligó a la policía de Zúrich a intervenir varias veces para reprimir su ruidoso entusiasmo revolucionario, mientras dejó en paz a un discreto y silencioso vecino suyo llamado Vladímir Lenin. Y del dadaísmo brotaría la semilla del surrealismo (1924), el movimiento más duradero e influyente, liderado autoritariamente por André breton a pesar de numerosas crisis internas, proponiendo vertiginosas zambullidas en el subconsciente. Las vanguardias supusieron un reto desestabilizador para los lectores tradicionales, confrontados a una desconcertante quiebra de los códigos establecidos y por eso cuajaron en movimientos muy minoritarios y propio de una "capilla ideológica". (...) Pero además de esta vanguardia, en cierto modo institucional y corporativa, aparecieron francotiradores de la experimentación literaria, como James Joyce al desarrollar en "Ulises" los "flujos de conciencia" (streams of counciousness), representaciones desorganizadas del curso del subconsciente, que se alejaban radicalmente del monólogo interior consciente, cuya invención literaria suele atribuirse a Eduard Dujardin en "Han cortado los laureles" (1887)."
Entre nombre y nombre, nos va cartografiando la historia de la literatura de forma esquemática, intercalándola con reflexiones propias ya sea de libros o de la propia literatura. En este último caso siempre pide ayuda a la semiótica de Umberto Eco. Pero como ya comentamos se hace de manera breve y superficial. Y de ese modo, entre curiosidades y grandes títulos de la literatura, es como nos adentraremos en los cambios que plantea el libro electrónico. Aquí es donde me parece que todo lo bueno que había conseguido este ensayo se viene abajo: una comparativa del libro de papel y del e-book. Había conseguido darnos una visión panorámica de la historia de la lectura que, si bien no es exhaustiva, sí que es amena. Y lo había hecho con cierto estilo y observaciones interesantes y pertinentes... Pero cuando me haces una comparativa en la que algunas de las cosas que señalas son: "7) Si un libro tradicional recibe un golpe o cae al suelo no se rompe. No ocurre lo mismo con el e-book". 9) El e-book no puede leerse en la bañera y es peligroso hacerlo junto a una piscina". Solo se me ocurre decir una irreverencia: "Thanks for the obvious info bro".
Un libro que prometía ser entretenido (y que de hecho lo es) se acaba convirtiendo en un ejercicio de erudición con algún comentario espurio y sin mucho valor. Es un libro entretenido pero malogrado, que no termina de una forma satisfactoria. Si tanto el inicio del libro como el final hubieran sido eliminados o cambiados hubiera quedado algo más digno. Mi opinión es que es un libro valiente por su propósito pero desafortunado en su desarrollo.
domingo, 13 de abril de 2014
Fragmento de "The mystery of Numbers" de Annemarie Schimmel
Justo después de la página 188:
Plate 2. Albrecht Dürer´s famous engraving Melencolia I (1514) is filled with secret symbols. Its ambivalent, saturnine character reflects a turning point in Dürer´s life. The magic square in the upper right is a so-called Jupiter square; it transforms into positive values whatever appears negative if seen under the saturnine aspect. The year when his engraving was executed was the one in which Dürer´s mother died; the date of her death, 17. 5. 1514, in the magic square.
Dürer´s engravings "Rider, Death an Devil" and "Jerome in his Cell", which were executed at the same time, make us understand which problems plagued the artist. "It is the countenance of old Saturn that looks at us, but we have the right to recognize Dürer´s own face in it as well" (Panofsky-Saxl).
Melencolia I was made for emperor Maximilian, who was regarded as "Saturn-fearing"; it was meant to help him against melancholy, gloom, and sadness.
El libro se puede conseguir aquí (aunque pierde calidad en las imagenes al ser escaneado): http://www.hourofthetime.com/1-LF/October2012/Hour_Of_The_Time_10012012-The_Mystery_of_Numbers.pdf
Noviembre
No veo mucho cine, pero el español es el que más evito. Por lo general desconfío de todo el cine español. Sin duda se debe a que siempre he pensado que es limitado en géneros, por no decir que está atascado en la guerra civil o, todavía peor, en series de calidad similar a las cadenas en las que se emiten (antena tres, telecinco, etc.). Sólo hago excepciones cuando algún amigo (amiga en este caso) me hace una recomendación.
El teatro y los auditorios son lugares que en cierto modo hemos mistificado: la gente "seria" va bien vestida, guarda un silencio sepulcral allí y mantiene su atención concentrada en la obra representada. A veces parece que el espectador fuera un campesino del medievo que, engalanado con sus mejores ropas, escucha el coro y la misa del domingo con respeto religioso. Quizá exagere un poco pero no lo haré al decir que hay convenciones en el mundo del teatro que hacen que sea algo un tanto artificial. El personaje de nuestra película, bien consciente del alejamiento de este modo de presentar el teatro, decide plantearlo de modo distinto. Después de sus esfuerzos por intentar ser un "actor" profesional en una escuela, acaba decidiendo que ese mundo en el que quería vivir es un mundo muerto, un mundo en el que la gente no participa, no se ve afectada. La distancia entre el escenario y el público no tiene que ver con un espacio que los separa, sino con las convenciones que alejan la obra del espectador. Molesto por este tipo de convenciones decide hacer algo que cambie ese enfoque: intenta llevar el "teatro" fuera del teatro. Intentará con algunos de sus amigos formar un grupo y hacer pequeñas representaciones en la calle, en un intento de romper todas las normas que el teatro más tradicional impone. En su planteamiento el actor apenas se distingue del espectador.
Ese espíritu rebelde de los protagonistas de esta película no se debe a un mero "porque sí", sino que tiene una idea de fondo. Para ellos el teatro no es algo que sea un entretenimiento, ni tan siquiera algo que sirva para tener agradables conversaciones en un café. El teatro es, por el contrario, una herramienta "para cambiar el mundo", para "cambiar la vida de la gente". Planteado así, es normal que no piensen tanto en romper las convenciones para acercarse al público como en la actitud que deben mantener con su oficio. En efecto, la película está trufada de reflexiones sobre cuál es el compromiso del actor con el teatro y del rol que debe adoptar. En el caso de nuestros jóvenes, se decantan por hacer teatro de forma amateur, sin remuneración alguna, por puro disfrute. Mantenerse firmes en esa postura será algo que les lleve algún que otro quebradero de cabeza, máxime teniendo en cuenta las dificultades con las que actúan. No son solo económicos sus problemas, también de otro tipo: al actuar en la calle sin permiso siempre los acaban deteniendo y confiscándoles su material. Aquí está uno de los puntos importantes de la película y que evidencia cómo en muchas ocasiones el estado y la burocracia entorpecen actividades artísticas.
De los personajes de este film no podemos hablar demasiado por dos razones: la primera es que el film está centrado en su actividad artística y sus dificultades en este ámbito; la segunda, que la película tiene el formato del documental, donde vemos los testimonios de los personajes en edad avanzada. Aún así los personajes no están descuidados o por lo menos no el protagonista. Este es un joven terco y obstinado con ideales. De esos ideales es de donde surge el "teatro comprometido" o el teatro documental que propone. Del resto la verdad es que sabemos más bien poco. Simplemente están junto al personaje principal en su periplo. Periplo que, en mi opinión, tiene un final forzado, excesivamente dramatizado.
Si tuviera que decir qué aporta esta película yo diría que es una pregunta. Una pregunta sobre si nuestras escuelas de interpretación sirven para algo, de si el arte es algo que financiamos verdaderamente, de cuáles son los temas que puede tocar el teatro o el arte comprometido y, también, de las barreras institucionales que imponemos al arte. No soy esteta y nunca me planteo este tipo de preguntas (y en general tampoco me interesan). Sin embargo el film las plantea de forma sugerente y además sabe hilvanar una historia decente, con unas interpretaciones también decentes. Sin parecerme nada del otro mundo puedo decir que me gustó la película.
Si tuviera que decir qué aporta esta película yo diría que es una pregunta. Una pregunta sobre si nuestras escuelas de interpretación sirven para algo, de si el arte es algo que financiamos verdaderamente, de cuáles son los temas que puede tocar el teatro o el arte comprometido y, también, de las barreras institucionales que imponemos al arte. No soy esteta y nunca me planteo este tipo de preguntas (y en general tampoco me interesan). Sin embargo el film las plantea de forma sugerente y además sabe hilvanar una historia decente, con unas interpretaciones también decentes. Sin parecerme nada del otro mundo puedo decir que me gustó la película.
viernes, 11 de abril de 2014
"Las cosas" de Georges Perec
Leer novelas es algo que casi no hago (no por voluntad, claro). Hasta tal punto que no es que haya olvidado qué es leer una novela, sino qué es una novela. Estoy exagerando, evidentemente. Pero cuando en ocasiones cae sobre tu mesita de lectura un libro corto que te resulta delicioso, la experiencia es más plena. Es como cuando un hombre sediento, después de atravesar un desierto, encuentra una copa que contiene agua. Algo similar me ocurrió con este que descubrí gracias a un amigo, al que le agradezco mucho la recomendación.
Más allá de lo que me haya gustado la novela, esta es un recordatorio y una ejemplificación perfecta del estilo de vida occidental. El deseo por tener es mayor que el disfrute por lo que ya se tiene. La vida se entiende en vistas de lo que se va a adquirir y no de lo ya adquirido. La vida se transforma en anécdota, en una línea en la que los distintos puntos son los deseos no alcanzados (e inalcanzables). La droga es el deseo y la abstinencia de esa droga se torna en angustia y vacío. Con estilo frío y distante nos deja bien presente todo esto, sin una solución. Un happy end no tiene lugar en esta novela (aleluya), pero es que tampoco tiene cabida un final trágico... aunque en cierta medida lo que se nos cuente no sea algo para dar saltos de alegría. Por todo esto dije arriba que la novela de Perec me parecía un cuadro preciso en el que se retrata una época del siglo pasado, pero que todavía ilustra y describe muy bien nuestra sociedad moderna. Es por eso que es un libro que recomendaría (quizá timidamente) a cualquiera.
La novela creo que es un poco difícil de reseñar. Difícil porque es una novela atípica, distinta a las pocas que haya leído anteriormente. Pero también es difícil porque apenas se puede empatizar con alguien. De hecho esta no es una novela para empatizar. Es una descripción, un cuadro muy preciso de una pareja de personas que pueden ser ejemplares. Cuando digo ejemplar no quiero decir que sean una pareja perfecta, sino más bien que es una pareja prototípica, equiparable a cualquier otra de nuestro tiempo. Por eso también digo que es un cuadro preciso. ¿Cuadro de qué? Es algo que veremos más adelante.
El título de esta novela no es inocente (como cabría esperar de cualquier novela que se considere así). "Las cosas" que nos rodean son la presencia más corriente en nuestra vida, más incluso que las personas. Basta ver la casa de cada uno para ver la cantidad de cosas que nos envuelve innecesariamente (pero que nos parecen necesarias). En ocasiones esa presencia se vuelve ominosa cuando ya no es solo que nos rodean, sino que además deseamos fervientemente que lo hagan aquellas que no tenemos. La pareja de esta novela son prototípicos por eso: por el constante anhelo de tener lo que no tienen. Nuevas sudareras de gran calidad, zapatos ingleses, camisas de seda... En una palabra: la seducción de los objetos triunfa en su cortejo y sueñan con ser rodeados por todo eso que llamamos de buen gusto. En su búsqueda de equipararse a la alta clase parisina encontramos su esfuerzo, su trabajo, su actitud decidida por mejorar su estilo de vida, pero también la insatisfacción y la frustración de nunca alcanzar su objetivo. El trabajo parece un infierno y una oportunidad perdida de vivir y disfrutar, de ver cosas nuevas, de comprar otras, de viajar interminablemente. Las promesas y la constante seducción de las sociedades mercantiles los acosan y les turban. Los deseos se encuentran conflictivamente con la realidad y la desazón es el resultado.
"Otras veces no podían más. Querían pelear y vencer. Querían luchar, conquistar su felicidad. Pero ¿cómo luchar?¿contra quién?¿contra qué? Vivían en un mundo extraño y tornasolado, el universo espejeante de la civilización mercantil, las prisiones de la abundancia, las trampas fascinantes de la dicha." (p. 91)
La novela nos va describiendo con mirada fría, externa, propio de un observador imparcial la vida de nuestra pareja. La forma que nos presenta los personajes es una forma aséptica, alejada del presente, que va dando tumbos entre sus ambiciones, sus deseos, sus proyectos, sus recuerdos. Es por eso que en la novela no encontramos una situación concreta, un lugar en el que los personajes tengan una conversación de tú a tú. Todo lo que ocurre en la novela nos resulta ajeno y lejano y se acaba convirtiendo en un extenso "deseaban", "soñaban" y "querían" que se prolonga durante algo más de 130 páginas. De no ser por el buen hacer literario de Perec y la corta extensión de la novela, podría haber sido algo que pusiera a prueba la paciencia de más de algún lector (incluida la mía). Pero lejos de serlo, en "Las cosas" se convierte en signo de identidad, en algo propio de la novela y sin lo cual sería completamente distinta. Acaso sea esto lo que la hace especial y distinta de las novelas que haya leído hasta el momento.
Más allá de lo que me haya gustado la novela, esta es un recordatorio y una ejemplificación perfecta del estilo de vida occidental. El deseo por tener es mayor que el disfrute por lo que ya se tiene. La vida se entiende en vistas de lo que se va a adquirir y no de lo ya adquirido. La vida se transforma en anécdota, en una línea en la que los distintos puntos son los deseos no alcanzados (e inalcanzables). La droga es el deseo y la abstinencia de esa droga se torna en angustia y vacío. Con estilo frío y distante nos deja bien presente todo esto, sin una solución. Un happy end no tiene lugar en esta novela (aleluya), pero es que tampoco tiene cabida un final trágico... aunque en cierta medida lo que se nos cuente no sea algo para dar saltos de alegría. Por todo esto dije arriba que la novela de Perec me parecía un cuadro preciso en el que se retrata una época del siglo pasado, pero que todavía ilustra y describe muy bien nuestra sociedad moderna. Es por eso que es un libro que recomendaría (quizá timidamente) a cualquiera.
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