jueves, 15 de diciembre de 2016

"Discarded image" o "La imagen del mundo" de C. S. Lewis


    La inspiración para muchas de nuestras obras de fantasía reciente hunden sus raíces en las muy antiguas historias del medievo. Tolkien o Lady Gregory son algunos de los que quedaron cautivados por el mundo encantado de aquellos poemas. Relatan estas obras las gestas de algún caballero, los suspiros de una doncella o los temores de algún rey por el porvenir del reino... Esto es una simplificación que no hace justicia a la literatura medieval pero es más o menos lo que todo el mundo piensa. Cautivado por Calímaco y Crisórroe emprendí la lectura de este libro, escrito por el novelista de Las crónicas de Narnia, con la esperanza de familiarizarme un poco más con el mundo medieval y sus historias. No me importó mucho que estuviera en inglés pese a que no conozco esa lengua en profundidad. Pensé, ingenuamente, que sería más sencillo de lo que en realidad fue...

    En el transcurso de la primera a la última página, Lewis va esbozando algo que defrauda a los que nos acercamos pensando que encontraremos una suerte de historia de la literatura, como parece prometer el subtítulo. Muy al contrario, se nos avisa en las primeras páginas que el objetivo es ver cómo el medievo crea una cosmología propia, deudora con el pasado pagano, pero que ha echado amarras en pos de nuevos horizontes. Esa cosmología se conforma gracias a fuentes del mundo antiguo, pero perdida la transmisión directa con esa etapa, se comienza a insinuar una "nueva imágen del mundo". No hablamos de filosofía, sino de la imagen del mundo que se da en la literatura. Así, transitando el ensayo histórico, la filosofía y la literatura, Lewis escribe un libro que no es ni un tratado filosófico, ni una historia de la literatura, ni tampoco un estudio meramente histórico. Es, pues, difícil de clasificar y en ocasiones parece que podemos recriminarle que nos diga que no hablará de forma directa de filosofía pero sin embargo nos explique las diferencias entre intellectus y ratio en Sto. Tomás. O también los tres tipos de alma de alma (vegetal, animal y racional) que, se pensaba entonces, existían. 


    A pesar de los etéreos límites por lo que vaga el autor, creo que le podemos perdonar eso habida cuenta de la cantidad de cosas curiosas e interesantes que nos cuenta. Me resultó muy gracioso cuando habla de las artes liberales y, en lo tocante a la retórica, nos menciona las estrategias que urdía y enseñaba Chaucer en su Amplificatio para hacer que la obra fuera más extensa. En una de ellas decía "In order to leghten the work dont call things by theyr names" (Discarded image, pág. 192)... lo que se transforma en que para referirnos a Venus no la mencionamos, sino que escribimos cinco versos describiendo sus atributos. Quitando esta anécdota, más curiosa que relevante, nos habla de la concepción que los escritores medievales tenían acerca de la historia, del orden del reino animal e incluso de los seres fantásticos. De estos últimos nos aclara una entera genealogía que va desde Platón a los medievales gracias a Calcidio y Apuleyo. Los orígenes están en el pensador ateniense, quien estableció claramente que entre dos extremos debe haber un intermedio para su conexión. Así, entre los dioses inmortales y los hombres, debe haber unos seres intermedios que Platón llamó daemones, demonios. El tiempo haría que estos seres cobraran hechura propia, haciéndolos seres corpóreos e incorpóreos, grandes o pequeños en los poemas medievales. Esto debería recordarnos lo que alguna cabra descarriada del redil ha dicho hace poco. El medievo barajó varias teorías para estos seres, muy interesantes todas ellas, pero que no relataré aquí. Cuestiones como la geografía y las criaturas fantásticas de los viajes de Marco Polo hallan mención y análisis en el libro. 

    A veces parece que se aparta del tema del libro pues nos lleva a las repercusiones que la cosmología literaria del medievo lega a la poesía y literatura posterior. Cabe destacar que siempre que aduce alguna de las huellas que ha quedado impresa en las obras modernas, lo hace con autores del entorno anglosajón. Wordsworth, Coleridge, John Milton o William Blake son, en consecuencia, mencionados. Aspecto este parcialmente negativo, en la medida que muestra cierta incompletitud, pues una obra que examina la cosmología medieval y su inflluencia debería examinar lo segundo teniendo en cuenta al menos obras del entorno francés o alemán. 

    Ignorando aquella falta que mencionamos, tenemos un libro que presenta un ideario común a diversos escritos antiguos, con múltiples datos que van desde la filosofía, la física y la geografía, en un estilo florido que pondrá en dificultades a los que, como yo, no están familiarizados con la lengua inglesa. Discarded image, haciendo gala de su naturaleza incierta, saca a relucir el valor de la cosmología medieval diciéndonos:

We must recognise that what has been called "a taste in universe" is not only a pardonable but inevitable. We can no longer dissmiss the change of Models as a simple progress from error to truth. No model is a catalogue of ultimate realities, and none is a mere fantasy. Each is a serious attemp to get in all phenomena known at a given period, and each succeeds in getting in a great many. But also, no less surely, each reflects the state of that ages´s knowledge. Hardly any battery of new facts could have persuaded a greek that the universe had an attribute so repugnant to him as infinity; hardly any such battery could persuade a modern that it is hierarchical" (Discarded image, pág. 222).
    En otras palabras: la cosmología medieval no puede ser descartada (ni despreciada) como falsa porque los caminos por los que explicamos el mundo y el universo atienden a inclinaciones, al menos en parte, psicológicas. Un griego no aceptará el infinito, del mismo modo que un moderno no aceptará las jerarquías, como dice al final. En un caso y otro, uno con la cosmología ptolemaica y otro con la resultante de Copérnico y Galileo, hará cálculos precisos y exactos sobre el movimiento de los astros. En esto quizá resuene algo de La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn, publicada en 1962, dos años antes que el libro de Lewis. No puedo saber si mi intuición es certera... No pondría la mano en el fuego pero quizá sí la acercaría un poco. Si alguien se anima a leerlo tengo buenas noticias para él: hay traducción. Como me resultó imposible encontrarla tuve que recurrir al original, que puede encontrarse sin problemas en la red.



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