Creo que es evidente que, hoy por hoy, con la cantidad de libros que se publican anualmente no se puede de ningún modo abordar todo lo que se publica. No hay lector, por voraz que sea, que pueda hacer frente a los miles de títulos que salen de la imprenta. Al final lo que se suele hacer es buscar una lista de "recomendados" o acudir a aquellos que son más mencionados. Otros tenemos manías más peculiares y nos apegamos a ciertas editoriales, confiando en el buen hacer de esa o aquella editorial. Esto me pasaba con Sexto piso, a la cual he tenido siempre en alta estima... pero supongo que tenía que llegar algún libro que estropeara el catálogo... Algo, entiendo, inevitable en cualquier editorial con una vida duradera.
El libro que puso una marca negra en una editorial sin mácula (para mi) era el de un inglés: John Gray. Desconocido a mis oídos y parece que un nombre no muy antiguo en los catálogos editoriales de nuestro país -no perderé tiempo diciendo qué se ha publicado de él-. El título ya promete ser corrosivo y de procurar una ácida crítica a nuestros tiempos. Deja pocos misterios sobre qué versarán las páginas que lo componen. Faltaba ver, sin embargo, de qué modo presentaba su crítica. Su tesis, por ir al grano, es la siguiente:
Conforme avanza el ensayo continua lanzando ataque torpes contra lo que él considera que son mitos modernos: el liberalismo, el socialismo, dedica algunos dardos contra la economía y sus planteamientos actuales... Todo ello nos lleva a un diagnóstico: hay una corriente de pensamiento que se inicia con Sócrates, perpetuado en el critianismo, y que nos ha extraviado de diversas formas que él va indicando a lo largo de la obra. Es de señalar que el Sócrates que critica es el personaje que nos presentara Platón... Obvia que se hicieron de su pensamiento y figura otras semblanzas como ejemplifican los escritos de Jenofonte o las enseñanzas de Antístenes. Es curioso así mismo que critica todo el pensamiento filosófíco pero, sin embargo, no disecciona ninguna obra filosófica. Se limita, mayormente, al empleo de literatura y poesía a la hora de elaborar el ensayo. Esto no es, per se, ningún problema pero no es posible criticar el pensamiento filosófico sin examinar parte de sus obras de manera concienzuda. Hacer eso sería como criticar todos los conocimientos de anatomía sin recurrir a uno solo de los libros que se han escrito sobre dicha materia. Estos "palos de ciego" no son ciegos del todo, en la medida en que sirven a una serie de intuiciones afines a destruir la cosmovisión del hombre occidental en la que este ocupa el centro. El objetivo de John Gray es situar al hombre como un mero animal más... Por supuesto no indica dónde fallan las argumentaciones antropocentristas; solo afirma que están en un error y que hay que ir más allá de las palabras (en forma de mitos y explicaciones más o menos convincentes) y sumirse en silencio de los animales.
A los reproches añadiría alguno más pero la verdad es que no considero que sea necesario. Para ser justos, diré que el libro no es infumable: lo que le falta de rigor lo gana en amenidad. Pese a estar en desacuerdo en algunos puntos y ver que otros simple y llanamente están mal tratados, la obra se hace bastante ligera y agradable. La amenidad es algo que se aprecia, pero no solo. Un ensayo debe comprometerse con un examen cabal de la cuestión que va a tratar y, a mi juicio, este libro no lo hace. Siendo sincero, me tendrían que amenazar (o pagar) para que recomendara este libro.
"La fe en el progreso es un vestigio tardío del cristianismo primitivo, y se remonta al mensaje de Jesús, un profeta judío disidente que anunciaba el fin de los tiempos. Para los antiguos egipcios, como para los antiguos griegos, no había nada nuevo bajo el sol. La historia humana se encuadra en los cielos de la naturaleza. (...) Al crear la expectativa de un cambio radical en los asuntos humanos, el cristianismo -la religión que San Pablo se inventó a partir de la vida y las palabras de Jesús- fundó el mundo moderno." (p. 17)Ya desde el principio debería sonar una sirena roja en nuestras cabezas ante una dificultad: ¿si el mito del progreso estaba inserto en el pensamiento cristiano qué tiene de moderno? En este sentido la tesis central entra en conflicto con el subtítulo de la obra. Pero concedamos que esto no fuera así: en ninguna parte del libro se explica la relación y el desarrollo entre la idea de progreso que hubiere en el cristianismo y la moderna. Esta será una buena muestra de cómo escoge, desarrolla y explica los asuntos este autor: de forma deshilvanada, dispersa, haciendo uso de la afirmación y casi diría que sin ningún rigor argumentativo... No es que haya una mala argumentación, es que simplemente no la hay: apela constantemente a la afirmación de lo que piensa. De hecho hace un flagrante abuso de la falta de argumentación, despachando autores centrales del pensamiento y corrientes con un par de líneas (a veces le basta con una). De Nietzsche dice que su filosofía "proviene de una exagerada fantasía" (p. 103) sin añadir nada más. Eso le basta para refutarlo. No es que sea muy amigo del pensamiento de aquel pensador germano, pero tratar de ese modo su pensamiento, sin la más mínima indagación de de filosofía es un despropósito. En ocasiones comete errores manifiestos. La idea de progreso es la que más páginas acapara de este ensayo y hay un determinado lugar (p. 67) donde dice que esta idea es propia del mundo moderno y que no puede encontrarse entre los más sabios pensadores del mundo antiguo. Bien, pues parece olvidar a Plinio, Lucrecio y Vitruvio.
Conforme avanza el ensayo continua lanzando ataque torpes contra lo que él considera que son mitos modernos: el liberalismo, el socialismo, dedica algunos dardos contra la economía y sus planteamientos actuales... Todo ello nos lleva a un diagnóstico: hay una corriente de pensamiento que se inicia con Sócrates, perpetuado en el critianismo, y que nos ha extraviado de diversas formas que él va indicando a lo largo de la obra. Es de señalar que el Sócrates que critica es el personaje que nos presentara Platón... Obvia que se hicieron de su pensamiento y figura otras semblanzas como ejemplifican los escritos de Jenofonte o las enseñanzas de Antístenes. Es curioso así mismo que critica todo el pensamiento filosófíco pero, sin embargo, no disecciona ninguna obra filosófica. Se limita, mayormente, al empleo de literatura y poesía a la hora de elaborar el ensayo. Esto no es, per se, ningún problema pero no es posible criticar el pensamiento filosófico sin examinar parte de sus obras de manera concienzuda. Hacer eso sería como criticar todos los conocimientos de anatomía sin recurrir a uno solo de los libros que se han escrito sobre dicha materia. Estos "palos de ciego" no son ciegos del todo, en la medida en que sirven a una serie de intuiciones afines a destruir la cosmovisión del hombre occidental en la que este ocupa el centro. El objetivo de John Gray es situar al hombre como un mero animal más... Por supuesto no indica dónde fallan las argumentaciones antropocentristas; solo afirma que están en un error y que hay que ir más allá de las palabras (en forma de mitos y explicaciones más o menos convincentes) y sumirse en silencio de los animales.
A los reproches añadiría alguno más pero la verdad es que no considero que sea necesario. Para ser justos, diré que el libro no es infumable: lo que le falta de rigor lo gana en amenidad. Pese a estar en desacuerdo en algunos puntos y ver que otros simple y llanamente están mal tratados, la obra se hace bastante ligera y agradable. La amenidad es algo que se aprecia, pero no solo. Un ensayo debe comprometerse con un examen cabal de la cuestión que va a tratar y, a mi juicio, este libro no lo hace. Siendo sincero, me tendrían que amenazar (o pagar) para que recomendara este libro.
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