Quizá uno de los signos de decadencia de una civilización se entrevea cuando se mezcla o trastoca el sistema de valores que le es propio. Hoy lo vimos cuando unos señores involucionaron dos mil años y, como los griegos, no supieron distinguir nítidamente entre música y literatura, entre oralidad y texto. Por mero afán de generar ruido han infligido un ataque contra la cultura escrita (y a la intimidad que esta comporta) para volver a la sonora cultura de los antiguos. Que se confunda en una alta institución la cultura escrita que nos es propia es signo de cambios y trastocamientos de las más elementales ideas que, hasta hace poco, teníamos claras.
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