Infravalorado como género, la ciencia ficción vive una extraña situación en nuestros días, pues mientras es mirada con recelo por gente supuestamente adulta (y culta), es, al mismo tiempo, la que se hace hueco en las mayores producciones de nuestros días. El género da cabida a los planteamientos más novedosos y singulares, y estos, aprovechados por la industria en forma de films o videojuegos, alcanzan un elevado éxito.
Contra esta injusta, a la vez que hipócrita, situación luchan algunas voces. De dentro del género, por supuesto, que no cejan en su empeño de dignificar las temáticas que recoge la nueva literatura. Parece que en esa pertinaz lucha ha ocupado un lugar no menor la figura de Domingo Santos, quien ha ejercido las difíciles tareas de la traducción con el mismo empeño que las labores editoriales. Esta faceta me resulta, sin embargo, tan desconocida como la de ser escritor del género. Este es su primer libro que he leído y, aunque en primer momento su título me echó para atrás, las numerosas críticas a su favor me hicieron adentrarme en sus páginas. Estas palabras que escribiré aquí conformarán otra de esas críticas favorable.
Temáticamente puede que esta no sea una novela que sea revolucionariamente nueva... ¿Pero quién apetece de esto después de un siglo de defensa de lo nuevo en el arte y la literatura? Yo, desde luego, no. De hecho prefiero narraciones contenidas, sin amplias pretensiones estilísticas, temáticas, pero capaces de decirnos algo. En esto último quizá Gabriel revisitado pueda contarnos algo. Su punto de partida no es algo que no hayamos visto ya. Las historias de robots son muchas sin duda, al igual que los enfoques que se han hecho de ellas. En muchos casos nos encontramos una tendencia a tratar este tema con cierta sospecha o suspicacia: siendo dioses creadores tememos que nuestros adanes tecnificados acaben con nuestro edén cómodo y artificial. Hay muchos ejemplos de esto, tanto en el cine como en la novela, y de esta intuición, afortunada o errada, bebe Domingo Santos para brindarnos una buena historia. Lo hizo en el 62 en una España, sospecho, ajena a las preocupaciones que vinieran de robots y relatos elucubradores. Esa versión, que no tengo y de la que no puedo opinar, fue reescrita hace poco, en 2004. La intención del autor era "ponerla al día". No se si ha triunfado en ese empeño.
La nueva versión nos pone ante la situación de la creación de un robot de caracteres nuevos. Más allá de incorporar los mejores elementos, los más novedosos y potentes, se intenta que estos no estén encaminados a un fin concreto. En otras palabras: se procura que el nuevo robot sea libre. De esta primera situación se nos irá llevando a través de las experiencias del robot, al principio meditadas con racionalidad fría, pero que finalmente se sopesan por el candor de una conciencia que no obedece solo a la estricta lógica. Este robot será como los seres mitológicos que obedecen a dos realidades. Gabriel es la versión tecnificada de lo que fuera un minotauro o una sirena: dos naturalezas en una. El juego y el desarrollo de esas naturalezas ocupan la novela, quizá no de forma genial, pero sí de forma interesante explorando temas como el libre albedrío de un ser mixto, o la finalidad a la que este deba dedicarse. Por supuesto se hará eco del tradicional miedo que es expresado ante una máquina que no siga necesariamente las órdenes de los hombres. Esta es en buena medida la problemática que vertebra la obra.... pero alejándose de ella. En este caso la humanidad no ha de preocuparse: de hecho están sobradamente protegidos. Las máquinas de Domingo Santos son especialmente generosas con la humanidad. He aquí donde da un vuelco la figura del robot en esta novela, en la que es tratado como un salvador, un arconte de la humanidad que, pese a su función benefactora, no es muy bien recibido. El robot se inviste así con la dignidad de un mártir. Tal tema lo trata deliberadamente el autor:
"Tienes todos los elementos para convertirte en el nuevo mesías de la mecanizada humanidad actual. Tienes todos los condicionantes clásicos para ello. No naciste de hombre y mujer. Moriste a manos de la Robotics pero resucitaste al tercer día. Has venido a la luna a predicar tu apostolado de paz y convivencia. Y los selenes están dispuestos a crucificarte. Cualquier secta, cualquier religión, te convertirá inmediatamente en su dios venido a predicar entre los hombres." (p. 260)
En efecto, el robot de Domingo Santos es una figura amable que deberá primero huir de sus creadores, para luego buscar fortuna a la hora de calmar las tensiones que crecen entre nuestro planeta y la futura colonia de la luna. De sus desventuras surge este libro, que en buena medida podríamos decir que es un "bildungsroman" de la ciencia ficción. Quizá este bildungsroman no toque todas las teclas con la precisión excelsa que caracterice a las grandes obras, pero no cabe duda que es un buen libro, aunque algunos de sus planteamientos queden atrás por ingenuos.
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