lunes, 1 de octubre de 2012

El político o el moderno ilusionista

   Recientemente ha suscitado un interés en mi el continuo proceso, iniciado hace algún tiempo, de entusiasmo político por parte de la gente normal. Y digo ese me "ha suscitado" porque creo que por primera vez desde hace algún tiempo ha nacido un compromiso serio por parte de los ciudadanos con la política. Hasta hace poco la apostura habitual era el desinterés, el decir "todos son unos mentirosos y unos ladrones". Alguien podría enarcar una ceja y decir: ¿acaso lo que se dice no tiene algún fondo de verdad? Ciertamente tiene un poso de verdad. La diferencia con la actitud de ahora es que en este momento se dice de una forma edificante, es decir, que se está generando un discurso coherente y argumentado capaz de convencer a la gente de que en realidad están pagando lo que no les corresponde pagar. Es en este instante cuando la permisividad no tiene cabida y se alza un sonoro "No" dirigido contra el engaño y la usura, contra los mentirosos y los estafadores...En suma, contra los propietarios ilícitos y sus protectores. La consciencia que ha despertado este discurso alternativo es el que ha posibilitado los movimientos sociales que se han levantado no ya como iniciativas, sino como actores de tal discurso. Y esto que está sucediendo es una muestra inmarcesible de "entusiasmo" por la política: muchas personas que hace algunos años no sabían cómo se llamaban algunos de los ministros, hoy sí saben quienes son los que dictan las leyes que harán que sus derechos se vean vulnerados. Y el conocimiento de ese mundo les ha llevado a querer ser actores y no meros espectadores. El entusiasmado ya no quiere ver, ahora quiere intervenir. Y he aquí el descubrimiento del entusiasmado en sus indagaciones: la democracia tal y como la entendían los griegos. En la democracia griega no existía pasividad por parte de los ciudadanos: en ella el pueblo era quien decidía lo que se debía hacer en cada momento. El entusiasmo del entusiasmado no ha esperado y se ha lanzado a la acción: se ha pedido una democracia que sea digna de llamarse así.

   La clase política, consciente de esto, y sin la voluntad necesario para llevar a cabo un cambio se ha convertido en una especie de dique de contención o de muralla que impide cualquier cambio. Esta no es una tarea fácil, y desde luego no se puede defender sin unas técnicas que le permitan "argumentar" y "convencer" al ciudadano de a pie de que tal cambio es ilegítimo. El lugar desde el que se dispone a luchar, según mi opinión, no está en las plazas, desalojando manifestantes, sino en la imagen. Ha llegado a convencerse de que utilizando imágenes tendrá un recurso que le proporcione una ventaja sobre aquellos que quieren un cambio. En el momento en que esta clase ha fijado su estrategia, y no pretende mostrar sino imágenes reconocibles por los ciudadanos, se convierten en una suerte de ilusionistas o magos que hacen ver un artificio con el que se pretende cegar, o al menos no hacer visible, aquellos elementos que le son molestos. ¿Cuál es el método que emplea para no dejar ver aquello que no le gustaría enseñar? La respuesta ya la anticipamos antes: el uso de la imagen.  Con el uso de la imagen se pretende hacer valer la célebre frase "una imagen vale más que mil palabras". Ahora bien la imagen mostrada es la imagen que hace visible la realidad que se quiere defender, y esto es lo que los lleva a convertirse en una especie de "brujos", capaces de crear ilusiones lo suficientemente fuertes como para hacer creer que son verdaderas. Cuando digo ilusiones no me refiero a expectativas, sino a la capacidad de crear una realidad producida, alterada y anormal en el que la verdad es en realidad una mentira. La forma en que esto se puede llevar a cabo es a través del estereotipo porque, así, se hace visible a través de unas figuras reconocibles por todos un lenguaje que descalifica al oponente. Es un recurso perfecto para eliminar de la discusión a algún participante y desde luego es la forma en que se defiende aquello que no puede defenderse.

    El  caso de estereotipo fomentado por la clase política que mejor ejemplifica su estrategia se muestra en un concepto escuchado a menudo últimamente: es el concepto de antisistema. Cada vez que hay alguna manifestación que pretende hacer reconsiderar al ejecutivo, e intentar llegar a un entendimiento, a una conversación con él sobre los grandes problemas para iniciar una nueva etapa, éste se niega y declara que la manifestación es violenta y que en ella hay todo tipo de grupos antisistemas y de extrema izquierda. Conseguido el estereotipo ya solo queda una tarea: difundirlo por los medios de comunicación y esperar que este relato, en un principio inverosímil, sea completamente razonable. Esta es la transformación que hace diariamente la clase política sirviéndose del ilusionismo. Lo hacen de una forma tan exquisita que son capaces de cambiar una manifestación pacífica en un golpe de estado, a un manifestante en un belicista y un acto antisistema en algo democrático.

   El acto antisistema al que me refiero es la reforma de la constitución no consultada que se llevó a cabo el año pasado. En dicha reforma la clase política daba prioridad al artículo 135 sobre el 1º. Dicho de otro modo: se dio prioridad al pago de la deuda sobre los derechos sociales. Un acto que horada las mismas bases de la Constitución sí que es un acto antisistema, puesto que "destroza las bases del sistema". Los políticos o los modernos magos utilizan sus artes de ilusionismo para culpar de lo propio al resto, y así es como vemos que el demócrata que pide sus derechos es un antsistema y el antisistema que derrumba las bases del Estado pasa por demócrata. Las ilusiones que consiguen crear convencen a muchas personas... Habrá que cuidarse de todo lo que venga de ellos.










1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con lo que dices, aunque creo que la estrategia que se basaba en la denominación "antisistema" ha desaparecido en parte, y la ocupación política y periodística se ha centrado en convertir a los "indignados" en un descalificativo que poder aplicar a cualquier manifestante (ahora, además, terrorista), y, por supuesto, aplicar a las acciones de quien se "indigna", como bien has dicho, la ilegitimidad.
    Solo creo que te has excedido con la comparación de los griegos (supongo que antiguos). No creo que se llegue a tanto, ya que la mayoría espera, en cierto modo, que, aunque solucionemos esta situación y "cambiemos el mundo", el sistema actual sea igualmente solución [a sí mismo]. Es la esperanza del democrático actual... y creo que nos va a quedar ese residuo durante mucho tiempo.

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