lunes, 14 de octubre de 2013

La cábala y la alquimia en la tradición espiritual de occidente. Siglos XV-XVII de Raimon Arola

  Ha existido toda una corriente de pensamiento abundante, densa, tupida y silenciosa que ha recorrido los siglos de forma discreta, pero sin pasar del todo desapercibida a sus contemporáneos. Esa corriente es la que tradicionalmente ha sido llamada alquimia y siempre ha inquietado a algunos por ciertas cosas que parecía prometer como era la trasmutación de metales poco valiosos en otros de gran valor, como el oro. También es de sobra conocida la promesa de un elixir que cure todas las enfermedades y prolongue la vida indefinidamente. Lo cierto es que, al contrario de lo que la gente pensaba (y piensa), la alquimia ni quería producir oro ni quería convertirnos en seres inmortales. El pensamiento que contiene el saber alquímico tiene que ver con algo mucho más coherentes y más sensato: es una concepción del mundo y de la labor de los hombres que toma como bases ciertas ideas de las religiones monoteistas. En este sentido la alquimia tiene más que ver con una especie de mística que con el deseo de producir oro para enriquecerse y de vivir infinitamente. No se puede afirmar entonces, como algunos historiadores de la ciencia han hecho, que "la alquimia es la fase que antecedió históricamente a la química". Stanilaw Klossowski de Rola dijo en un libro algo que apuntaba en este sentido:

    "La misteriosa doctrina de la alquimia atiende a una realidad escondida de orden superior que conforma la esencia que subyace a todas las verdades y religiones. La perfección de esta esencia se denomina Absoluto; puede ser percibida y comprendida como la Belleza de toda la Belleza, el Amor de todo el Amor y lo Mas Alto de lo Alto, solo con que la consciencia cambie profundamente y pase del nivel normal de la percepción cotidiana (el plomo) a un nivel sutil de percepción (el oro), de manera que cada objeto se perciba con la forma arquetípica perfecta, contenida dentro del Absoluto. La alquimia es un arco iris que atraviesa el abismo que existe entre el plano terrestre y el celestial, entre la materia y el espíritu"

    ¿Suena tan distinto esto ("atiende a una realidad escondida de orden superior que conforma la esencia que subyace a todas las verdades y religiones.") de lo que pretendían algunos filósofos con sus metafísicas? En su búsqueda del ser muchos filósofos han pretendido encontrar esas verdades que se encuentran tras lo que es puramente ocasional, y sus descubrimientos los han escrito y titulado como metafísica (Aristóteles, por ejemplo). Vemos que tanto en el caso del filósofo como del alquimista el objetivo es el mismo: la verdad. No obstante sería un error establecer una identidad entre el filósofo y el alquimista. El filósofo se vale de argumentaciones para elaborar su pensamiento. La alquimia, como todo saber de tipo místico, no puede conceder tal crédito a la razón. Todo tipo de mística pone en cuestión la capacidad del hombre y de su raciocinio para explicar la realidad. Por decirlo de otro modo necesita del auxilio o la ayuda de una potencia mayor o de Dios.  El grabado de Heinrich Khunrath lo muestra muy bien: en la parte izquierda vemos al alquimista orando, pidiendo a la divinidad que le revele los secretos de la realidad; después, a la derecha, se encuentra el laboratorio alquímico, al que acudirá el alquimista a experimentar con la materia después de la oración. Todo esto se resume en la máxima latina de "ora et labora".


     Como vemos el tema en sí muy goloso: siempre atraerá a aquellos interesados en un saber de tipo esotérico. Pero desde hace tiempo se presentan libros que tienen un carácter eminentemente histórico que no pretenden dar cuenta de los textos alquímicos en sí (eso ya es preocupación de los aprendices o "adeptos" de la alquimia), sino ver la importancia que han tenido en la historia de las ideas. Quizá el impulso más fuerte y que más reconocimiento académico ha tenido ha sido Frances A. Yates, pero no ha sido la única que se ha embarcado en esta aventura de tipo historiográfico que pretende acercarse a un tema controvertido con la mayor rigurosidad histórica. Raimon Arola parece que ha intentado sumarse en este recorrido con esta obra que tiene como subtítulo "La tradición espiritual de occidente (ss. XV-XVII)". La pretensión del libro ya está bien clara viendo su subtítulo: no es un libro que nos vaya brindar el significado de los textos alquímicos comprendidos en esos siglos, sino ver las líneas de pensamiento de algunos de esos textos y observar como influencian en momentos posteriores a otros pensadores. Cuando vamos avanzando en su lectura es cuando vamos percibiendo esa transmisión de ideas que va cobrando forma. El fresco que se nos acaba presentando es toda una corriente de pensamiento a lo largo de la modernidad, paralela al racionalismo y el mecanicismo cartesiano, que va decayendo frente a él hasta quedar casi olvidado.

   ¿Es esto algo revelador? Evidentemente no. Lo que este libro nos presenta se podría resumir en un "nada nuevo bajo el sol". Pero aun podría perdonarse si a lo largo del libro se fuera desarrollando con profundidad todo lo que se plantea. Ese no es el caso y de hecho nos encontramos capítulos enteros que no dicen nada revelador. A eso hay sumarle el hecho de que parece que a Raimon Arola le cuesta mucho decir algo por sí mismo: no son pocas las ocasiones en que hay más citas que texto propio. Este libro es similar a la "Vida de los filósofos" de Diógenes Laercio en el sentido de que lo que el autor cita es valioso pero lo que él dice no. Pues a este libro le ocurre lo mismo: es más valioso lo que el autor no escribe que lo que escribe. Creo que esto es lo peor que se puede decir de un autor que pretenda escribir algo serio. Afortunadamente no me costó mucho dinero pues lo compré de 2ª mano pero si hubiera tenido que adquirirlo a precio de nuevo tengo algo bien claro: se hubiera quedado en la librería.