martes, 26 de febrero de 2013

Toshokan Sensou (Library war)


   No sé cuántas veces se ha visto estrellarse una historia de novela al adaptarse a otro medio. Los ejemplos son muchos (el más reciente El hobbit). En este caso no se si se ha producido ese choque pero sí desde luego una falta de previsión. Teniendo en cuenta que las novelas vendieron en su tiempo algo más de dos millones de ejemplares quizá deberían haber sido más ambiciosos con el anime. Pero bueno estoy empezando a opinar sin ni siquiera contar el argumento...

   Si hay algo que ha preocupado a la política siempre más que cualquier otra cosa es el control ideológico. Esa es su "manera" de intentar mantener el "orden". Novelas como Farenheit 451 nos recuerdan el peligro que conlleva el afán de control de algunos estados. Toshokan sensou retoma esa línea y nos sitúa en un Japón en el que el estado toma medidas para implantar una censura. Para ello se crean cuerpos especiales que dedican todos sus esfuerzos a eliminar aquellos libros y materiales que el estado considere "peligrosos" o dañinos para el orden público. La libertad de expresión es permitida... siempre y cuando diga aquello que no moleste a las autoridades. Ante esta perspectivas aquellos que son partidarios de la defensa de la libertad de expresión se alistan en una especie de ejercito que pretende defender las bibliotecas y los museos de las fuerzas del estado. Hasta ahora puede resultar más o menos creíble... Pero la forma de presentarlo se va haciendo más inconsistente conforme se va desarrollando en los capítulos. Voy a intentar explicarme: este ejército clandestino que reclutan y entrenan las bibliotecas (¿desde cuándo las bibliotecas tienen tanto dinero como para poder armar tropas?) son capaces de resistir ataques del estado... un estado que tiene un ejercito no es capaz de hacerse con unas cuantas bibliotecas y museos. Además de eso siempre que salen escenas de alguna biblioteca aparecen personas por ahí andando y mirando tranquilamente libros. Me pregunto cómo alguien podría ir a pasar la tarde en una biblioteca o un museo cuando es consciente de que en cualquier momento puede ser atacada por el estado. Estos agujeros argumentales supongo que tendrán una explicación en los libros pero desde luego en la serie no se intentan rellenar y esto hace que en ocasiones las situaciones puedan parecer absurdas. Pero más grave que los agujeros argumentales es la brevedad de la serie. Nunca me ha molestado la brevedad de una serie. Todo lo contrario. Siempre he pensado que en muy poco tiempo se puede decir mucho y de mejor forma que de manera extensa... Sin embargo la brevedad a esta serie no le sienta bien. Debido a ello los personajes apenas tienen espacio para desarrollarse y que nos impliquemos con ellos. Sin resultar planos y prototípicos no nos encontramos con personajes verdaderamente llamativos, y esto tiene un gran impacto en la historia. En Kimi ni todoke casi todos esperan que suceda lo que acaba sucediendo pero aquí, por ejemplo, no se siente la misma empatía. A su favor tiene que en Library war la relación de los personajes no resulta empalagosa. Además, la relación de Kasahara, el personaje principal, y el teniente no es muy distinta a la que se puede ver en muchas series... pero tiene algo distinto que la hace ligeramente especial. Quizá sea que al vivir en un régimen de vida casi militar las situaciones que se dan entre ellos sean poco normales y más serias. El resto de personajes no tienen nada destacables, pues apenas aparecen.

   Me he dedicado a demoler un poco esta serie pero voy a romper un par de lanzas a su favor. A mi me ha gustado todo: me gustaron los personajes, el dibujo, la historia que cuenta, etc. Podría haberse mejorado mucho y sin duda había materiales para crear una historia seria, pero los responsables del anime parecen no haberse esforzado lo suficiente por dar un producto pulido. Aunque hayan fracasado en muchos puntos me ha quedado un buen recuerdo de la serie y espero ver dentro de poco la película que sacaron. 

Mi nota: 4,5




lunes, 11 de febrero de 2013

Historia de Venecia




 Como, en el arsenal, los veneciano/ Hierven la tenaz pez en la invernada/  y embrean los bajeles que no sanos/ están para la mar, y es fabricada/ nueva nave  por unos o, afanosos,/           calafetean otros la averiada;/ y proa y popa arreglan industriosos,/ o entre remos y cuerdas se reparten/ su afan, ya alzan trinquetes poderosos;/ tal, por el fuego no, con divino arte,/ hirviendo estaba abajo la prez pringosa/ que impregnaba el hondón de parte a parte".

            Dante, Divina comediael infierno, XXI, 7-18








   Hay momentos en la historia en que es poco probable que ciertas cosas ocurran, pero sin embargo acaban sucediendo. Venecia puede dar fe de ello: una ciudad construída sobre una laguna, sin terrenos cultivables y sin riquezas propias. Sus primeros habitantes huyendo del malestar del continente, con continuas invasiones bárbaras, pensaron que bien valía sacrificar las riquezas a cambio de la seguridad de sus islotes. E hicieron una apuesta acertada: esta ciudad asentada sobre pequeñas islas cercanas no podía ofrecer un botín atractivo a ningún conquistador... Y sin embargo pocos siglos después nos encontramos con que una sola ciudad tiene el control comercial de todo el mediterráneo. ¿Que pudo hacer que de un pueblo de pescadores surgiera una metrópoli, una potencia militar capaz de medirse con cualquier reino? La respuesta no es fácil pero John Julius Norwich la contestará de la mejor forma posible en su libro de historia de la ciudad. Es un poco impreciso decir historia de la ciudad: hablar de la historia de Venecia es hablar de la historia de los cambios de poder en todos los reinos que se situaban alrededor del Mediterráneo. Como potencia, Venecia, estaba al tanto de estos cambios, pues como era normal, le afectaban. Elegir el bando adecuado para salir beneficiada: no perder nunca, siempre salir ganando... Esa era la estrategia veneciana que le proporcionaría todas sus maravillas y las riquezas de las que disfruto durante tantos siglos. Como es de esperar con estos planes en mente nadie podía ser un aliado permanente. El que hoy era amigo sería al que mañana había de enfrentarse. Sabiendo esto muy bien los venecianos entablaron una relación privilegiada con el que sabían que siempre sería su aliado: el mar. El mar era quien les protegía de las invasiones y a través de él controlaban el comercio de las pieles, las sedas, las especias y todos los productos valiosos que llenaban sus arcas... la gran ruta de la seda que venía desde China era la arteria que permitía vivir a la ciudad con grandeza y la que hacía que la ciudad acercara el oriente a occidente. Marco Polo es una prueba viviente de los contactos habituales de la ciudad con el oriente. Sin duda los venecianos tenían un contacto especial con el oriente gracias a sus intercambios comerciales. ¿Cómo era ese oriente que conocieron los hijos de pescadores de Venecia? ¿Y cómo era el occidente después de Roma? ¿Había espacio para una nueva potencia en un mundo lleno de ellas?


   En oriente están los restos del imperio romano, todavía poderoso, y en el este el imperio alemán enzarzado en sus peleas con el Papado. Rodeado entre gigantes, la joven República no podía dedicarse a la expansión territorial. Tuvo que destacar en aquello que pudo: el comercio. Pronto se verían en todos los puertos del Mediterráneo la enseña del león de San Marcos y fruto de la prosperidad de sus riquezas, la envidia de los demás. Por su importancia como urbe a la ciudad le correspondía hacerse cargo del adriático y mantenerlo lejos de las codiciosas manos de los piratas. Al buen estado en que se encontraba la ciudad solo le pudo llegar una afortunada ocasión de expandirse: las cruzadas. Ningún país contaba con una flota armada capaz de llevar ejércitos enteros por el Mediterráneo y si se quería llevar a buen puerto la empresa de las cruzadas la flota de Venecia era necesaria. Los venecianos estaban dispuestos a ayudar siempre y cuando se les pagaran las cantidades que se acordaran... la fe de Venecia no era muy fuerte... preferían que la fuerza de su fe se reforzara con una bolsa llena de monedas de oro. Como se ve en muchas partes del libro los venecianos eran unos auténticos buitres dispuestos a hacer lo que fuera con tal de sacar beneficio. El mejor caso es el de la cuarta cruzada en la que para que los aliados fueran a luchar a oriente se les exigió un gran pago. Al no poder hacer frente al pago, el dogo de Venecia, Enrico Dandolo, les hizo una oferta a los cruzados: conquistar Constantinopla con el pretexto de poner en el trono a un "legítimo" sucesor. La carnicería fue muy rentable: de todas las ciudades del imperio obtendría una cuarta parte y unos derechos comerciales exclusivos, además de las incontables obras de arte que robaron.


   Una vez recibido como pago el oriente (como dice Wordworth) Venecia se podía permitir ahora enfrentarse a dos rivales italianos: Génova y Milán. Venecia comenzaba de este modo una expansión en la península italiana. Con Génova tuvo diversas guerras en las que la república no siempre salió bien parada. Era normal que nunca se resolviese la situación en una guerra: cuando dos potencias sobreviven gracias al comercio, las guerras prolongadas con resultados decisivos no son una elección posible. Al final, Génova cayó en un proceso de decadencia política y comercial. La principal rival comercial ya no molestaría a los navíos de San Marcos, pero las propiedades de Milán bajo el mando de Visconti todavía le causarían problemas a la "Serenísima república".

   Pero todo esto es solo una parte de lo que el libro nos cuenta: las costumbres, la arquitectura, el arte, las instituciones, el sistema político y otras facetas son tratadas con el objetivo de que el libro no se convierta en  un tocho lleno de fechas. Y de hecho funciona, el libro es muy entretenido. Esto se agradece aunque sus apreciaciones se pueden hacer molestas para algunos (entre los que me incluyo). No me refiero a las ocasiones en las que hace comentarios sobre algún monumento o alguna anécdota. No. Si hay algo que me molesta es cuando tilda al sistema político de Venecia como democrático... supongo que acepta el concepto de democracia que le es posible a un noble inglés. Olvidando ese aspecto (completamente superficial y que no afecta a la obra) es un perfecto libro: entretenido, didáctico, publicado en una buena edición y a buen precio... No veo suficientes excusas para que el que lea esto no vaya directo a comprarlo.




domingo, 3 de febrero de 2013

La unidad de la experiencia filosófia

Etienne Gilson es muy conocida por ser un historiador de la filosofía, un gran historiador del pensamiento. Sus estudios por lo general se centran en el pensamiento de la Edad Media. El pensamiento musulmán, el judío y el cristiano. No es extraño esto: Gilson es un neotomista, es decir, cree que Santo Tomás de Aquino dio con la solución a los grandes problemas del pensamiento. No es raro, por tanto, que conozca de manera brillante las ideas del medievo. Pero su erudición en aquella época no es suficiente, a ello se une una claridad expositiva y una profundidad intelectual que hacen que presente libros soberbios de historia del pensamiento. Este libro del que vamos a hablar no es un manual, no es un tomo de historia de la filosofía, aunque bien pudiera parecerlo... lo podría parecer porque en el transcurso de sus páginas nos habla de ciertos pensadores del pasado y su relación con otros posteriores. El autor ya se molesta en justificar esto: su libro no es una historia de la filosofía lo que pasa es que para él historia de la filosofía y filosofía están unidas. Como dice él mismo "la historia de la filosofía y la filosofía están más unidas que la ciencia y la historia de la ciencia". La historia para el filósofo es su laboratorio y a fin de no cometer algunos de los errores que ya se cometieron en el pasado debe ser un buen conocedor de ese pasado. Así, la historia se convierte en algo productivo y en una eficaz prevención que asegura que una investigación pueda ir por buen camino. Aquí, en este libro se apoyará en ciertos momentos históricos para intentar saber si hay algo que se pueda llamar experiencia filosófica y en qué se diferencia de otras experiencias.

 
   Empezará el recorrido tratando eso que en el medievo se llamaron universales, es decir conceptos que se aplican a una multitud de entes, y la problemática que arrastran tras de sí. ¿Tienen existencia por sí mismo? ¿Son un mero producto de nuestro mente? ¿Cómo surgen en nuestra mente? Todas estas preguntas fueron el tema principal de las discusiones durante buena parte del medievo puesto que detrás de ello se hallaban cuestiones muy importantes. Sin respuestas a ellas o con malas respuestas se podía acabar sin saber cómo podíamos conocer algo o qué tipo de estructura tenía la realidad. Abelardo fue uno de esos hombre que pretendió responder a tales preguntas, aunque no fue el único. Lo que nos enseña Gilson es que tomando ciertos caminos las respuestas podrán ser acertadas o infortunadas. De ahí el nombre de sus capítulos: filosofía y lógica, filosofía y teología... una vez escogido un camino, y si este es erróneo, nos encontraremos con dificultades insalvables y respuestas parecidas. Abelardo cogió uno de esos caminos erróneos: decidió utilizar la lógica para problemas que no eran lógicos.

"Como ciencia aparte, la lógica se refiere primariamente, no a la naturaleza u origen de nuestros conceptos, y menos aún a la existencia y naturaleza de sus objetos externos"
    No os voy a contar las conclusiones a las que llegó, pero sí voy a destacar las sorprendentes analogías que Gilson hace en ocasiones. De tener un sombrero me lo quitaría ante él. Es maravilloso cómo relaciona las conclusiones de un filósofo medieval (Ashari) con Malebrance y Berkeley. Y estos lúcidas analogías las hace durante todo el libro para mostrarnos que, como si de un hecho físico se tratara en el que una determinada causa le correspondiera un efecto, a ciertas premisas les corresponde ciertas conclusiones independientemente de cualquier otro factor. Eso es lo que haces que pensadores tan distintos como Ashari o Malebranche, a pesar de sus contextos y preocupaciones propias, acaben con conclusiones similares. Cogiendo en el hilo de Ariadna estos elementos nos lleva a la filosofía moderna de Descartes, Spinoza o Kant para conducirnos al fin al conocimiento de qué es la experiencia filosófica... Es un libro imprescindible,