lunes, 25 de mayo de 2020

Gálata y Galatea en la mitología griega

   Gálata. cuando Heracles, regresando de capturar los bueyes de Geriones, atravesó la Galia, fundó la ciudad de Alesia y fue amado por la hija de un príncipe del país, que nunca había encontrado un marido digno de ella. De esta princesa tuvo un hijo, llamado Gálata, que, por su valor, se hizo digno de reinar sobre toda la Galia. Más tarde, Gálata dio su nombre a la tierra de los gálatas: Galacia.

   Galatea: la leyenda conoce dos personajes de este nombre, cuya etimología evoca la blancura de la leche:

    1) La primera es una hija de Nereo y de una divinidad marina que desempeña un papel en las leyendas populares de Sicilia. Galatea, la doncella blanca que habitaba en el mar en calma, es amada por Polifemo, el Cíclope siciliano de monstruoso cuerpo. Pero ella no le corresponde, pues está enamorada del bello Acis, hijo del dios Pan (o Fauno, en la tradición latina) y de una ninfa. Hallándose Galatea descansando un día, al borde del mar, sobre el pecho de su amante, Polifemo los vio, y como Acis intentara huir, le arrojó una enorme roca y lo aplastó. Galatea restituyó a Acis la naturaleza de su madre la ninfa y lo convirtió en un río de límpidas aguas. 
   A veces se atribuye a los amores de Polifemo y Galatea el nacimiento de tres héroes: Gálata, Celto e ilirio, epónimos, respectivamente, de los gálatas, los celtas y los ilirios. Es, pues, posible, que una versión de la leyenda de Galatea haya narrado los amores de Polifemo y la nereida, pero no nos ha llegado ningún testimonio directo.

   2) La otra Galatea es una cretense, hija de un tal Euritio y casada con Lampro, hombre de buena familia aunque pobre, que vivía en la ciudad de Festo. Lampro, al saber que estaba encinta, le dijo que quería un hijo varón, y que si daba a luz una niña, tendría que exponerla. Mientras Lampro se hallaba apacentando su rebaño en el monte, a Galatea le nació una hija, pero no se vio con ánimos de abandonarla. Aconsejada por los adivinos, vistióla de niño y la llamó Leucipo, ocultando a su marido lo ocurrido. Pero, a medida que pasó el tiempo, Leucipo se fue volviendo muy hermosa y pronto resultó imposible seguir con la superchería. Galatea tuvo miedo y dirigióse al santuario de Leto, donde pidió a la diosa que cambiase el sexo de su hija. Leto se dejó persuadir, y la doncella se convirtió en muchacho.


Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal

Faetonte y Falange en la mitología griega

   Faetonte es hijo del sol . Sobre su genealogía existen dos tradiciones distintas. Una lo presenta como el hijo de Eos (la Aurora) y Céfalo; otra, como el del Sol (Helio) y la oceánide Clímene. Sea lo que fuere, la más célebre de las leyendas en que interviene se relaciona con la segunda de estas filiaciones. Faetonte, hijo del sol, había sido criado por su madre en la ignorancia de quién era su padre, pero lo reveló al llegar el niño a la adolescencia. Entonces el muchacho reclamó un signo de su nacimiento; rogó a su padre, el Sol, que le dejase conducir su carro. Tras muchas vacilaciones, el Sol accedió no sin hacerle mil recomendaciones. Faetonte partió, comenzando a marchar por el camino trazado en la bóveda celeste, pero pronto se apoderó de él un gran terror por la altura en que se hallaba. La visión de los animales que representan los signos del Zodíaco lo amedrentó, y abandonó el camino que le había trazado. Descendió demasiado, y por poco incendia la tierra; volvió luego a subir, esta vez demasiado alto, por lo cual los astros se quejaron a Zeus, y éste, para evitar una conflagración universal, lo fulminó, precipitándolo en el río Erídano. Sus hermanas, las Helíades, recogieron su cuerpo, le rindieron honores fúnebres y lo lloraron de tal modo que fueron transformadas en álamos.

   Falange es un ateniense, hermano de Aracne. Mientras Atenea enseñaba a su hermana los conocimientos relativos al arte del tejido, él aprendía el arte de las armas. Pero los dos hermanos tuvieron relaciones culpables, y las diosa los transformó en animales. 


Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal

sábado, 23 de mayo de 2020

Éaco en la mitología griega

Éaco: el más piadoso de todos los griegos, es hijo de Zeus y de la ninfa de Egina, hija del rey de Asopo. Había nacido en la isla Enone, que, del nombre de su madre, fue llamada más tarde Egina. Por entonces, dicha isla estaba desierta. Deseoso de tener compañeros, así como un pueblo sobre el cual reinar, Éaco pidió a Zeus que transformase en hombres las hormigas, numerosísimas en la isla. Zeus accedió a ello, y Éaco dio al pueblo así creado el nombre de Mirmidones (que significa hormigas).
   Éaco se casó luego con la hija de Escirón, Endeis, de la cual tuvo dos hijos, Telamón y Peleo. Sin embargo algunos autores -y esta parece ser la fase más antigua de la leyenda- no conocen ningún parentesco entre Telamón y Peleo, y tienen sólo a éste por hijo de Éaco.
   Luego Éaco se unió a la hija de Nereo, Psámate, de la cual tuvo un hijo, Foco. Para escapar a su amor, Psámate, que, como la mayoría de las divinidades marinas y fluviales poseía el don de metamorfosearse, se había transformado en foca; pero de nada le valió la treta, y el hijo que concibió recibió el nombre de Foco, en recuerdo de la metamorfosis de la madre. Este hijo sobresalía en los juegos atléticos, lo cual excitó los celos de sus dos hermanos Peleo y Telamón, hasta el punto de que lo mataron: Telamón se las arregló para disparar un disco de manera que diese en la cabeza a Foco y lo mató. Con la ayuda de Peleo, Telamón enterró su cadáver en un bosque; pero al ser descubierto el crimen, Éaco desterró a sus dos hijos de Egina.
   La reputación de piedad y justicia de que gozaba Éaco -fundamentada seguramente en el severo juicio formulado contra sus hijos-, le valió ser elegido para dirigir a Zeus una solemne plegaria en nombre de todos los griegos, en ocasión de un período de esterilidad que se abatió sobre los campos del país. Esta esterilidad se debía a la cólera de Zeus, irritado contra Pélope, rey de Arcadia, que había despedazado miembro a miembro a su enemigo Estinfalo, y dispersado su cuerpo. Éaco consiguió aplacar a Zeus.
   Después de su muerte, Éaco pasa por ser el que juzgaba en los infiernos a las almas de los muertos. Pero esta creencia es relativamente reciente: no la conoce Homero, que no sitúa en el infierno más juez que Radamantis. Platón es el primero en mencionar a Éaco.
   Otra leyenda relativa a Éaco cuenta que participó en la construcción de la muralla de Troya, junto con Apolo y Posidón. Cuando la muralla estuvo levantada, tres serpientes se lanzaron contra ella. Dos, que se acercaron a la parte construida por los dioses, cayeron muertas, pero la tercera logró franquear la parte que era obra del mortal. Apolo interpretó el presagio: Troya -dijo- sería tomada dos veces: la primera, por un hijo de Éaco -fue la primera conquista de la ciudad por Heracles, con el cual combatían Peleo y Telamón-, y la segunda, tres generaciones más tarde por Neoptólemo, biznieto de Éaco  e hijo de Aquiles.


Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal

viernes, 22 de mayo de 2020

Dáctilos y Dada en la mitología griega


   Dáctilos: los Dáctilos del Ida son genios, cretenses o frigios, que pertenecen al cortejo de Rea o al de Cibeles. Su nombre significa 'los dedos', lo cual se explicaba, bien por su destreza en el trabajo manual, sobre todo el referente a los metales, bien por leyendas etiológicas. Contábase, por ejemplo, que en el momento en que su madre (Rea o una ninfa del Ida) los daba a luz, sus manos, crispadas de dolor, se habían clavado en el suelo; las huellas que quedaron sirvieron para dar su nombre a los hijos. Incluso se decía que habían nacido del polvo que las nodrizas de Zeus habían arrojado entre sus dedos.
   Los Dáctilos son magos, y se les atribuía la difusión y, a veces, la invención de los misterios. Emparentados con los Curetes, se cree a menudo que, como ellos, cuidaron de la infancia de Zeus. Son cinco o, más frecuentemente, diez, y hay quien eleva su número a cien. Cuéntanse cinco varones y cinco hembras. Una tradición de Élide, les da nombre:  Heracles (el mayor, que no hay que confundir con el hijo de Alcmena), Epimedes, Idas (o Acésidas), Peoneo y Yaso. Al parecer, organizaron los primeros Juegos Olímpicos para divertir a Zeus niño. Asegurábase también que habían enseñado la música a Paris, en el Ida de Tróade.

   Dada: Dada es la esposa del héroe cretense Samón, que ayudó a Escamandro a apoderarse de Tróade. Habiendo sido muerto Samón en una batalla, su mujer se confió a un heraldo, pidiéndole la acompañase a una ciudad de la cercanía, donde pensaba volver a contraer matrimonio. Pero en el camino el heraldo la violó, y Dada, avergonzada, se atravesó con la espada de su esposo, que llevaba consigo. Cuando los cretenses tuvieron conocimiento del drama, lapidaron al heraldo en el mismo lugar en que se había producido. Este lugar tomó el nombre de 'Campo del impudor'.

Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal.

jueves, 21 de mayo de 2020

Caanto y Cabarno en la mitología griega

   Caanto: hijo de Océano. Habiendo sido raptada su hermana, la ninfa Melia, por Apolo cerca de Tebas, en las orillas de Ismeno, su padre le encomendó la misión de rescatarla. Encontró a la muchacha y al dios, pero no pudo separarlos. Entonces, lleno de cólera prendió fuego al santuario de Apolo, lo cual le costó la vida, ya que el dios lo mató de un flechazo. Se enseñaba su sepultura en Tebas, cerca de la fuente de Ares. 

   Cabarno: cuando Deméter buscaba a su hija, raptada por Hades, un habitante de Paros llamado Cabarno le indicó el autor del rapto. En recompensa, la diosa confirió a Cabarno el cuidado de su culto, así como a toda su descendencia. Es una leyenda que pertenece estrictamente a Paros.


Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal

miércoles, 20 de mayo de 2020

Babis y Balio en la mitología griega

Babis es hermano del sátiro Marsias, que trató de rivalizar con Apolo en el arte de la música. Lo mismo que su hermano, Babis toca la flauta de un solo tubo, mientras que el otro usa la doble, Babis es un 'inocente' que toca tan mal, que ello le vale no incurrir en la cólera del dios. 

Balio es uno de los caballos de Aquiles, nacido de Céfiro y de la harpía Podarge. Posidón lo dio como regalo a Peleo durante la boda de éste con Tetis. Muerto Aquiles, Posidón volvió a quedarse con el corcel, que era inmortal. asi como con Janto, el otro caballo de Aquiles. En la mitología griega aparece también el nombre de Balio aplicado a uno de los perros de Acteón.

Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal

martes, 19 de mayo de 2020

Abante en la mitología griega

   La leyenda conoce tres héroes de este nombre, que no es siempre fácil distinguir.

    1) El más antiguo es el epónimo del pueblo eubeo de los Abantidas, mencionado en la Ilíada. Se le considera como hijo de Posidón y de la ninfa Aretusa, divinidad de una fuente de las cercanías de Calcis. No obstante, una tradición ateniense reciente hacía de él un descendiente de Metión. Este Abante tuvo dos hijos: Calcodonte y Caneto.

   2) El más célebre es el rey de Argos, hijo de Linceo y de Hipermestra. Juntó en su persona la sangre de dos hermanos enemigos, Dánao y Egipto, y es el fundador de Perseo y su raza. Es considerado como el fundador de la ciudad focense de Abas. Tuvo de Aglaya dos hijos gemelos, Acrisio y Preto, y una hija, Idómene, que casó con Amitaón. Además parece que tuvo un hijo bastardo, Lirco, epónimo de la región de Lircea, en el Peloponeso.

   3) Otro Abante es hijo de Melampo, nieto de Amitaón y, por tanto, biznieto del héroe precedente. A este Abante, hijo de Melampo, se atribuye la paternidad de Lisímaca, esposa de Tálao y madre de Adrasto, la del adivino Idmón, que había heredado las cualidades de su abuelo, y de Cérano.

Fuente: Diccionario de mitología de Pierre Grimal

miércoles, 13 de mayo de 2020

Fragmento de "La montaña mágica" de Thomas Mann


    (...) Hans Castorp se esforzaba en comprender lo que Settembrini quería decir cuando llamaba a ese principio la 'la fuente de la libertad y el progreso'. Por este último concepto, Hans Castorp había entendido hasta entonces algo así como el desarrollo de las grúas de vapor en el siglo XIX, y ahora descubría que Settembrini concedía bastante importancia a esas cosas, como también hiciera su abuelo. El italiano rendía un gran tributo a la patria de sus dos oyentes por haberse inventado allí la pólvora -que había hecho saltar por los aires la coraza del feudalismo-, así como la imprenta, que había difundido, mejor dicho: había permitido difundir las ideas democráticas. Alababa, pues, a Alemania por estos inventos y por sus méritos del pasado, pero se sentía obligado -casi moralmente- a conceder la palma a su propio país, puesto que había sido el primero, mientras los demás pueblos todavía vivían sumidos en la oscuridad de la superstición y la servidumbre, en desplegar la bandera de la ilustración, la cultura y la libertad.

   Aun así, si Settembrini reverenciaba el proceso de la técnica y los transportes -el campo profesional de Hans Castorp-, como ya se manifestara en su primera conversación con los primos en el banco del recodo, no parecía, sin embargo, que fuese por el valor de estos ámbitos en sí, sino más bien por su repercusión en el perfeccionamiento moral del hombre, pues se complacía en otorgarles ese tipo de importancia. Al subyugar la naturaleza cada vez más, estableciendo comunicaciones, redes de transporte y de telégrafo, salvando las diferencias climáticas, la técnica se revelaba como el medio más fiable del acercamiento entre los pueblos y de conocimiento recíproco en aras de alcanzar una armonía entre los hombres, destruir los prejuicios y avanzar hacia la unificación universal. La raza humana había salido de la sombra, del miedo y el odio, pero ahora progresaba hacia un estadio último de simpatía, luz interior, bondad y felicidad; y en ese camino la técnica era el vehículo más fácil.

   Claro que, al hablar así, mezclaba en un solo aliento categorías que Hans Castorp no estaba acostumbrando a considerar más que por separado. 'Técnica y moral', decía, e incluso afirmaba que el primero en revelar el principio de igualdad y unión entre los pueblos había sido el Salvador del cristianismo, y que, después, la imprenta había favorecido fuertemente su expresión hasta que la Revolución francesa lo había elevado a la categoría de ley. Por alguna razón que no alcanzaba a determinar, todo aquello parecía enormemente confuso al joven Hans Castorp, a pesar de que el señor Settembrini lo resumía en términos muy claros y rotundos. Una sola vez -decía-, una sola vez en su vida al comienzo de la madurez, se había sentido completamente feliz su abuelo: en los días de la revolución de julio en París. En voz alta y públicamente había proclamado entonces que algún día los hombres compararían aquellos tres días con los seis de la creación del mundo. En ese instante, Hans Castorp no pudo evitar dar un puñetazo en la mesa y experimentar la más profunda de las sorpresas. Se le antojaba una terrible exageración el que se pudieran comparar los tres días del verano de 1830, en los cuales los parisienses se dieron una nueva constitución , con los seis días en los cuales Dios separó la tierra de las aguas y creó astros eternos, así como las flores, los árboles, los peces, los pájaros y toda la vida; más tarde, al comentarlos con su primo Joachim, manifestó expresamente que incluso le había escandalizado.

Pp. 224-225