sábado, 4 de enero de 2014

The republia times



   Se suele aceptar comúnmente que los juegos son solo eso: juegos. El concepto trivial que se maneja aquí sugiere que el juego es una forma de entretenerse, en la mayoría de los casos insustancial, cuando  no perjudicial. Cuando no es pernicioso, entonces no dice nada importante.  "Es una cosa para niños". Un hombre o una mujer como dios manda no se dedica a esos pasatiempos. Más allá de lo que la opinión común dice (no es necesario decir que está equivocada) nos encontramos ciertas cosas que sí pueden ser ciertas: los juegos siguen (en la mayor parte de los casos) desarrollos prototípicos, ofreciendo en muchos casos una incapacidad de crear algo nuevo. Esto claramente es algo que beneficia a las empresas que no tienen  que esforzarse: saben que los mismos que compraron el juego anterior de una saga comprarán la siguiente entrega porque, en lo esencial, seguirá siendo lo mismo. En este panorama encontrar juegos que no se puedan encasillar en un género específico y que al mismo tiempo ofrezcan una innovación es casi una necesidad. Y esa necesidad se ha unido "como anillo al dedo" con la producción de juegos independientes, de gente con pocos recursos, que no pueden atraer adolescentes con gráficos maravillosos y poniendo pechos en la pantalla. Estos juegos independientes tienen que ofrecer algo que los juegos más comerciales no tengan para así darse a conocer. Pueden destacarse por una buena historia o por algún aspecto novedoso. El caso que vamos a tratar, The republia times, es uno de estos juegos que destacan por la novedad de lo que presentan.

    The republia times es un juego extremadamente sencillo en su planteamiento y en sus aspectos técnicos. La historia y el contexto no podían sino ser también sencillos: un gobierno totalitario te designa para dirigir uno de los grandes periódicos del país. Como director designado por el Estado tu labor será aumentar la popularidad del gobierno y legitimar su poder. Esto nos pone delante de una situación espeluznante que tiene ver con la manipulación deliberada de la realidad y con la omisión de información con el fin de que las acciones del gobierno sean vistas con buenos ojos por parte de la población. El modo de hacer esto es muy sencillo: en el lado izquierdo de la pantalla irán apareciendo diversas noticias y nosotros deberemos escoger aquellas que menos dañen la visión del Estado o las que, directamente, lo realzan. Siempre que no halla nada significativo podemos escoger noticias que tengan que ver con deportes o cambios climáticos: se minimiza (hasta el punto de hacer olvidar) los desastres militares o económicos. Una vez seleccionada la noticia en la parte izquierda debemos seleccionar el tamaño de la noticia e insertarle en el panel de la derecha. De ese modo queda un periódica que nos habla de lo bien que van las cosas.



    Básicamente esto es lo que ofrece el juego: no hay combates, ni escenas con gráficos trabajados, ni una historia profunda. Solamente nosotros y nuestra labor de escoger las noticias apropiadas a nuestros fines. Ahora bien esos fines pueden estar encaminados en dos direcciones: llegado cierto momento podemos empezar a escoger información útil para la resistencia, noticias que hablan de la mala gestión del gobierno, los escándalos de sus dirigentes o los desastres militares ante los rebeldes a los que, de manera encubierta, podemos apoyar. Como vemos no es un juego que en principio ofrezca mucho aliciente. No es un juego en el que ganes o pierdas, ni en el que peligra la vida del protagonista. Pero quizá esa sea su grandeza: es un juego que sirve como medio que transmite un mensaje. Con toda su sencillez y falta adornos sirve para hacernos reflexionar sobre el papel que ejercen los medios de comunicación a la hora de "moldear" la opinión de la gente normal. Es evidente que lo hace de una forma "descarnada", una forma en la que no vemos los efectos que generan nuestras manipulaciones... pero no deja de ser inquietante saber que esto mismo ocurre con los medios de comunicación actuales. Por poner un solo ejemplo cercano: aquellos medios de comunicación que criticaban la gestación de la burbuja inmobiliaria y que se había "despilfarrado" dinero en el estado de bienestar, no tardaron en anunciar a bombo y platillo que la candidatura de Madrid a las Olimpiadas era algo bueno. Al mismo tiempo que decían que no podíamos "gastar" dinero en el estado del bienestar (educación, sanidad, etc.) no dudaban en decir que sería provechoso "invertir" 1.500 millones de euros en una olimpiadas que crearían empleo... Y claro que crearían empleo: se hubiera creado una burbuja inmobiliaria, solo que esta vez reducida en torno a Madrid.

   Pero volviendo al juego está claro que este no puede ser examinado como un juego usual, puesto que su propósito es poco usual. No se puede juzgar teniendo en cuenta si es adictivo o no porque tampoco pretende serlo: el juego de hecho tiene una duración cortísima, que puede ir desde los cinco minutos a la media hora o algo más. En cualquier caso creo que este tipo de juegos son un paso adelante y significan que el videojuego es un medio tan legítimo como cualquier otro (novelas, cine, etc) para transmitir mensajes importantes. Espero poder conocer juegos de este tipo que, a pesar de los escasos medios con los que están hechos, presentan ideas innovadoras.




jueves, 2 de enero de 2014

El sentido de la creación

   "Al hombre se le revela un secreto que permanece oculto para los infantes  que aún están bajo tutela, a saber, que la obediencia no es la palabra última de la experiencia religiosa, sino un método temporario; que en la era del sacrificio y del coraje hay que superar la seguridad infantil, y que el pecado finalmente vencido por el movimiento de la creación. Las iglesias han disimulado al hombre el camino del heroísmo, del orgullo y del sacrificio seguido por el propio Cristo, le han quitado de sus espaldas el fardo de la responsabilidad y le garantizaron una vida espiritual de la que "se ha apartado el cáliz". Y todo esto se obtuvo a costa de la obediencia y de la humildad. Pero la humildad en el mundo cristiano degenera pronto en servilismo y en oportunismo; lejos de vivificar, mata. Una de las primeras tareas del renacimiento crisitiano debe ser la de vencer este servilismo religioso, esta confianza heterónoma. El hombre, religiosamente, no debe conocerse como esclavo de Dios sino como un libre participante del proceso divino."

   Dice José Ferrater Mora en su "Diccionario de filosofía" que Berdiaev fue un pensador que estuvo unido a ideas marxistas pero que luego las abandonó. Y claro que se puede decir que las abandonó pues quien hoy ocupa el espacio en este pequeño (y poco importante) blog tuvo que exiliarse de la URSS y pasar el resto de su vida en París. Nicolay Berdiaev pertenecía a una de las más insignes familias aristocráticas de su país pero en su juventud no dudó en abrazar el marxismo. Tanto fue así que en 1898 lo expulsaron de la universidad de Kiev por "actividades revolucionarias". Pero los hombres de genio inquieto no se sienten a gusto en la ortodoxia del pensamiento, y cuando el marxismo se convirtió en ortodoxia en Rusia empezó a ver, a su juicio, ciertas insuficiencias. También el cristianismo, en todas sus vertientes, sufriría ciertas incongruencias que señalaría de forma reiterada en su obra. Ni el marxismo ni las formas tradicionales de entender el cristianismo encajarían demasiado bien con su pensamiento. De ahí que su obra se plantee como una "enmienda" a los errores de estas dos ideologías. Los fallos que señala tienen que ver con su apuesta teórica: una nueva concepción antropólogica. Pero no nos adelantemos...

 
   El libro titulado "El sentido de la creación" está estructurado en catorce capítulos donde se argumenta una determinada forma de ver al hombre. Empieza al principio preguntándose qué es lo que diferencia la ciencia de la filosofía, viendo la moderna tendencia de convertir a esta última en sierva de la otra. Hay algo que distingue a ambas hasta el punto de que no se pueden unir: la ciencia, que estudia las leyes causales de la necesidad, habla de la "determinación"; la filosofía, en cambio es actividad que tiene que ver con la creación. Crear para Berdiaev significa ser capaz hacer algo de la nada... eso es precisamente la acción del hombre: antes de ella no hay nada, pero después de la acción se produce un determinado curso de sucesos, es decir, a partir de la nada surgen efectos. El hecho de que una tenga que ver con la libertad (filosofía) y la otra con la determinación (ciencia) es lo que hace que no se pueda unir ambas. Por eso critica cierta corriente de filósofos que han intentado que la filosofía se equipare a la ciencia. Berdiaev dice que ni son lo mismo ni deben serlo. La filosofía, como él dice, debe dedicarse a cosas distintas a las de la necesidad que se presenta en la naturaleza y, por eso mismo,  es algo que está por encima de la ciencia. Hecha esta distinción continuará con una análisis de las religiones y especialmente de la cristiana. Reconoce que esta ocupa un lugar importante entre el resto de religiones pero, sin embargo, no puede por menos de mostrar su descontento con las actuales formas de cristianismo. Todas estas formas o instituciones que se han creado a partir de ella no han sabido reconocer que lo propio de la religión y de la "creación" unida a ella es no apocarse, ni aceptar una actitud sumisa, es decir, no actuar. Por el contrario la religión no debe quedarse en un mero conjunto de dogmas que cumplir: la religión lo que debe hacer no es llevar a la resignación, a la falta de acción, sino precisamente lo contrario. Es en este punto donde dice que las religiones que ha habido hasta ahora deben cambiar. Lo propia de ellas es que eleven al hombre del mundo material determinado por leyes que nos atan, no que lo resignen a él debido a un supuesto "pecado original".

   Estas son, esquemáticamente expuestas, algunas de las ideas del libro. Si algo me llamó la atención del libro es las fuentes que maneja: la mística renana (Böhme, Baader...), autores rusos... una bibliografía poco "usual" para escribir un libro poco "usual". Es realmente curioso cómo en diversas partes del texto dialoga con la teosofía y algunas de sus vertientes (como Rudolf Steiner), y señala diversos puntos que para él son errores. Por lo demás no es un texto especialmente difícil, ni tampoco especialmente interesante. De hecho si hubiera sabido que no era un libro específicamente filosófico quizá hubiera tenido alguna duda a la hora de leerlo. No obstante ha sido gratificante ver algo distinto a lo que suelo leer.





miércoles, 1 de enero de 2014

Nuevos proyectos para un nuevo año



   Se acostumbra normalmente a hacer entradas de diversa índole en los blogs por estas fechas: unos para celebrar la navidad, otros para recordar la actividad de todo un año... unos pocos para hablar de proyectos. Normalmente yo no suelo hacer ninguna entrada de ese tipo por estas fechas, pero creo que quizá no estaría mal romper la norma. Eso sí, no la he rompido al principio de las navidades, sino el primer día del nuevo año (que no sé qué tiene de nuevo porque todos los años es "nuevo"). No hay mejor forma de empezar el año que rompiendo una regla. Una vez rota la regla digamos que no escribiré nada muy distinto a lo que se suele escribir por estas fechas: celebraré las saturnalias (que no las navidades), hablaré un poco de mi "trabajo" en el blog y mencionaré algún proyecto que ronda mi mente errabunda. El orden, por supuesto, no seré este.

   Empezando por mi "trabajo" en el blog tendría que matizar que cuando digo "trabajo" ya estoy insinuando que no me resulta una actividad placentera escribir (si es que se puede considerar "escribir" pulsar teclas). Hay personas para las que escribir es una actividad tan vital como respirar o comer. En mi caso no es así. ¿Por qué entonces me molesto en escribir aquí? Quizá lo que más pueda ilustrarlo sean aquellas fichas de lectura, pequeñas, que hace mucho tiempo se utilizaban para dejar constancia de los libros leídos. En ellas siempre aparecía un breve resumen que contenía alguna idea principal del libro. Y esa ficha era guardada en algún oscuro cajón, esperando ser abierto y leído, para rememorar la lectura. De forma parecida concibo este blog: un cajón (aunque esta vez no oscuro) en el que escribo breves líneas sobre algunos libros que leo para, de vez en cuando, rememorar la lectura de algún buen libro que no tengo tiempo para leer. Esto significa que casi todo lo que publico en este blog tiene tiene una finalidad privada más que pública... Y todo esto lo digo porque hace poco una persona a la que aprecio considerablemente me sugirió que hacía reseñas extensas de libros y que eso podía aburrir... lo cual es cierto: mis reseñas tienen un carácter descriptivo más que valorativo, es decir, pretendo dejar escritas unas cuantas ideas principales más que enjuiciar si el modo de exponer o narrar esas ideas es bueno o no. Intentaré cambiar eso equilibrando esos dos aspectos. También intentaré hacer más reseñas sobre novelas, ya que entiendo que los ensayos filosóficos son algo pesados.

   El otro tema que quería tratar es el de "esos proyectos" que mencioné. Las ideas que se me han ocurrido tienen como fin "dar vida" a este blog. Digo dar vida porque normalmente solo escribo reseñas de libros (una por mes aproximadamente) y, cuando uno tiene 3-4 prácticas de la universidad a la semana, no puede leer tochos 300, 400 o 500 páginas y reseñar esos libros. Por eso he pensado en intentar escribir más sobre anime y crear una nueva sección dedicada a juegos (y especialmente a videojuegos) con el fin de añadir variedad y dar continuidad al blog. Ya iré perfilando mejor la idea de la sección sobre videojuegos y los pocos visitantes que honráis este lugar con vuestra presencia advertiréis que no será publicar "reviews" de juegos nuevos o antiguos.

   Después de hastiar vuestras mentes con estas líneas, intentaré que el sufrimiento no se prolongue demasiado y por eso os digo ya (y no antes, pues el motivo oscuro de esta entrada era importunaros xd) que os deseo unas felices saturnalias en las que el protagonista principal sean los buenos momentos y no el consumismo espurio de estos días.





Fragmento de "Cuatro visiones de la historia universal" de José Ferrater Mora

Sobre G. Vico (págs 48-49):

   "La visión de Vico fue a la sazón tan nueva que durante más de doscientos años después de su formulación permaneció casi inadvertida y, en la época misma en que era enunciada, absolutamente incomprendida. Los tiempos de Vico seguían embarcados en la aventura de la física, y cuanto en el saber no estuviera encaminado al descubrimiento de las regularidades naturales debía parecer ocioso. La obra de Vico, la "Nueva ciencia", aparece en su primera redacción poco menos de un siglo despues de los discursos de Galileo y de Descartes sobre algo que es llamado también la nueva ciencia: la ciencia matemática de la naturaleza. Ahora bien, de estas dos ciencias, sólo a una de ellas, a la ciencia física, le fue explícitamente reconocida la novedad. A la historia, en cambio (o a lo que se entendía entonces por historia), no podía serle reconocida el título de ciencia nueva, no sólo porque, según los hábitos del tiempo, no era nueva, sino también, y muy especialmente, porque no era ciencia. Ciencia se llama durante el siglo XVII y buena parte del XVIII exclusivamente a la física y a todo lo que, como la física, es susceptible de ser expresado en fórmulas matemáticas, de ser sometido a cantidad y medida. Lo verdadero es para aquellos apasionados de la ciencia natural lo que puede ser contado.

   Frente a esta persistencia de la limitación de las mejores mentes a los números y las medidas, Vico sostiene una extraña teoría del conocimiento y una todavía más extraña metafísica elaboradas al hilo de una continua oposición al cartesianismo dominante. Para éste, la mente humana es ante todo una sustancia racional, una cosa que piensa; para Vico, en cambio, la mente no es ninguna cosa , porque no posee la razón, sino que se limita a participar de ella. Por eso nos dice paradójicamente Vico que el hombre puede pensar en las cosas, pero no entenderlas. Toda ciencia humana es, en realidad, imitación de la ciencia divina, y como tal parte muy reducida de lo que Dios sabe. Dios lo conoce y lo comprende todo, porque lo ha hecho todo; el hombre conoce y comprende solo algunas cosas, muy pocas, precisamente las que él mismo hace. Las demás las piensa, pero no las entiende. Ahora bien, solo hay dos cosas que el hombre verdaderamente hace: una de ellas es la matemática, la ciencia de lo más abstracto; otra es la historia, el saber de lo más concreto. Solo para ellas hay criterio de verdad absoluta y, por tanto, absoluta y verdadera ciencia. La ciencia es, ante todo, para Vico, al revés que para sus contemporéneos, ciencia de los objetos no físicos, ciencia de la realidad espiritual.

   Por eso la historia merece ser llamada nueva ciencia al lado de la vieja ciencia matemática y contra toda pretendida ciencia nueva, contra esa insensatez que representa querer conocer las cosas que no hacemos. Pero como esta historia no es ya amena narración de hechos transcurridos o grave justificación de por qué han pasado, sino imparcial enunciación de leyes y regularidades, el desigual combate de Vico con la física termina con una tregua en donde la propia física acaba imponiéndose a ese caballero andante de la historia. Vico hace, no una teología, ni siquiera, como hoy se dice, una psicología, sino una física de la historia. Lo que Vico pretende es, en efecto, establecer los principios de la "historia ideal eterna" de acuerdo con la cual transcurren las historias particulares; las leyes que rigen y por las cuales se explica la "naturaleza común de las naciones". La nueva ciencia histórica es, pues, también, y en una proporción que su autor no había podido imaginar, una ciencia natural." 

sábado, 28 de diciembre de 2013

"El alquimista" de Jorge Luis Borges

Lento en el alba un joven han gastado 
la larga reflexión y las avaras 
vigilias considera braseros y alquitaras.

Sabe que el oro, ese Proteo, acecha
bajo cualquier azar, como el destino;
sabe que está en el polvo del camino,
en el arco, en el brazo y en la flecha.

En su oscura visión de un ser secreto
que se oculta en el astro y en el lodo,
late aquel otro sueño de que todo
es agua, que vio Tales de Mileto.

Otra visión habrá; la de un eterno
Dios cuya ubicua faz es cada cosa,
que explicará el geométrico Spinoza
en un libro más arduo que el averno...

En los vastos confines orientales
del azul palidecen los planetas,
el alquimista piensa en las secretas
leyes que unen planetas y metales.

Y mientras cree tocar enardecido
el oro aquel que matará la Muerte,
Dios, que sabe de alquimia, lo convierte
en polvo, en nadie, en nada y en olvido.




viernes, 6 de diciembre de 2013

Historicismo y existencialismo de Eduardo Nicol


   Eduardo Nicol es un pensador del que no he oído hablar (y probablemente siga siendo así) en los pocos años en que estoy en la universidad. El encuentro completamente casual con su pensamiento me ha generado un gran impacto: por primera vez me he encontrado algo de pensamiento español que no es Ortega, o lo que es lo mismo, que no es una ejercitación constante del pleonasmo. Sé que mis palabras son muy fuertes y desde luego no dan cuenta del pensamiento español: está claro que más allá de Ortega siempre suenan nombres: María Zambrano, Gustavo Bueno, Manuel García Morente, Xavier Zubiri... La lista podría continuarse, pero difícilmente encontraríamos a más de unos tres o cuatro que aparecen en los planes de estudio (siquiera de forma marginal). Ante esta discriminación no es difícil que los "neófitos" de la filosofía lleguemos a la conclusión de que España (y el mundo hispano hablante) no solo ha llegado tarde a la modernidad, sino que también su pensamiento no es lo suficientemente interesante o importante. Ante esta situación es normal que se produzca una sorpresa al descubrir un "pensador" español al leer "Historicismo y existencialismo" de Eduardo Nicol.

   Eduardo Nicol es uno de los pensadores que vivieron el conflicto armado de nuestro país, en el que los fascistas (el ejército de Marruecos y muchos españoles de la península) lucharon contra los republicanos para defender lo que el ejército español siempre defendió: sus intereses, el de los grandes terratenientes y los de la iglesia. Ante esta tesitura optó, como otros, por el exilio en 1938. Su nueva residencia sería México, lugar donde ocuparía una cátedra en la universidad nacional de México. Aquí fue donde escribiría la mayor parte de su obra filosófica, incluido el libro del que vamos a hablar: "Historicismo y existencialismo".

   El libro comienza como su título indica examinando brevemente las dos corrientes de pensamiento más importante de su momento: el historicismo y el existencialismo. No obstante no se centrará tan solo en el estudio de estas. Entender estas corrientes conlleva tener plena conciencia de los problemas que han encaminado al pensamiento moderno a esas soluciones, o esas tentativas de soluciones. El problema que se ha planteado es el de si "el ser" es histórico como más o menos dijeron Dilthey y Bergson. El ser no tiene que ver con conocer una serie de entelequias situadas en un plano trascendente (como proponía Platón por ejemplo), que es lo mismo que decir que existe un conocimiento objetivo, es decir, no histórico. Ante esta propuesta y la crisis general de las ciencias de nuestro tiempo surge la necesidad de elaborar una respuesta conciliadora que rescate la temporalidad del conocimiento. Aquí comienza nuestro filósofo español a relatarnos la historia del pensamiento filosófico con mirada atenta, dispuesto a descubrir los errores que nos han llevado a nuestro problema actual. Volviendo su mirada a Grecia detecta el problema: los presocráticos tenían una concepción más acertada "del ser" y esta manera de entender "el ser" fue cambiada por otra, raíz de nuestros problemas. Esa manera de entender el ser de los presocráticos tenía que ver con un ser ante todo móvil, cambiente y al mismo tiempo material. Este ser es un ser temporal,  que se desarrolla en el tiempo presenta problemas concebirlo. La mentalidad humana siente vértigo de ver la realidad como algo constantemente cambiante, sin regularidades, sin causalidad. Zenón de Elea, con sus aporías mostraba el problema de concebir un ser temporal y proponía elegir: el tiempo o el ser, pero no los dos juntos. Y efectivamente se optó por el ser, olvidando el tiempo. Nicol lo expresa de la siguiente manera:

   "La ontología, entonces, prescindió de uno de ellos: se quedó con el ser y proscribió el tiempo. El tiempo solo aparecía en la filosofía cuando el ser no estaba en ella: en las doctrinas críticas, o en esos aledaños de la filosofía, como el saber del hombre, tenidos por poco dignos de una posición más favorecida. El tiempo no era el ser, y si acaso tenía que explicarse, se explicaba por el ser, por una subordinación al ser. Y esto ha ocurrido así porque desde el principio, fue la razón misma la que se incapacitó para captar la temporalidad del ser, o el ser en tanto que temporal."

   El primero en llevar este cambio de la concepción del ser fue Parménides al postular un ser idéntico a sí mismo. Al establecer dicha identidad del ser consigo mismo se impedía el cambio o la temporalidad. El problema que se deriva de esto es cómo explicar el movimiento. Parménides diría que el movimiento es una ilusión. Esto que, evidentemente, es tremendamente chocante hizo que los pensadores intentaran hallar una solución. Y la respuesta de Platón y Aristóteles fue la misma: explicar el movimiento a través del ser, es decir, derivarlo de un ser que no cambia. La forma sería distinta en la medida en que el "Ser" en Platón eran las formas o esencias (me resisto a utilizar la palabra "idea"), mientras que en Aristóteles sería un Dios ensimismado en sí mismo. El resultado de todas estas reflexiones tuvo un efecto inmediato: el ser dejó de concebirse como algo material, como algo unido a las cosas que vemos. Se postula, por tanto, un plano trascendente en el cual se encuentra el Ser. Y esto llega hasta una época muy reciente puesto que incluso Kant hablaba de una realidad nouménica, una realidad que no se nos daba en las cosas aparentes del mundo. Lo que Nicol plantea es que ese plano trascendente en el cual se sitúa el Ser es una invención, un error que lo que quería es eliminar el problema de la temporalidad del ser. Expresa kantianamente que en el fenómeno ya está el noúmeno (o lo que es lo mismo, el ser), es decir, el ser está está en las cosas mismas, no fuera de ellas, en una plano trascendente.

   Tanto el historicismo como el existencialismo han puesto sobre la mesa considerar el ser como ser temporal y por eso después de su relato histórico se centra en ellas concediéndoles mucha atención y planteando ciertos reparos. Entre esos reparos encontramos que la epistemología ha entendido la relación del conocimiento como sujeto-objeto (al igual que la epistemología tradicional), mientras que él entiende que debe ser sujeto-objeto-sujeto. Esta última da cuenta del hecho de que el conocimiento es algo que se da "entre hombres". La manera tradicional insinúa que el hombre, el individuo es como una mónada que no se relaciona con el resto y que se enfrenta solitariamente al problema que plantea explicar el ser (temporal) o la realidad.

   Libro extenso, aunque no oscuro, requiere un mínimo de conocimientos. Al menos hay que ser neófito (como yo mismo me confieso) para poder entender el libro y los planteamientos interesantes que se plasman en las 425 páginas del texto. Como dije más arriba: un auténtico hallazgo.





lunes, 2 de diciembre de 2013

Fragmento de Historicismo y existencialismo de Eduardo Nicol(I)

Fragmento págs 37-40:

    El problema central de la ontología es el divorcio tradicional del ser y el tiempo. Este divorcio parecía completo; sus dos términos parecían irreconciliables, y por esto en la historia del pensamiento metafísico presenta a grandes rasgos, más que el intento de resolver el problema, el secreto afán de eliminarlo, suprimiendo de su campo uno de los dos términos. La conjunción de los dos tenía carácter aporético, como se vio ya desde Zenón de Elea. La ontología, entonces, prescindió de uno de ellos: se quedó con el ser y proscribió el tiempo. El tiempo solo aparecía en la filosofía cuando el ser no estaba en ella: en las doctrinas críticas, o en esos aledaños de la filosofía, como el saber del hombre, tenidos por poco dignos de una posición más favorecida. El tiempo no era el ser, y si acaso tenía que explicarse, se explicaba por el ser, por una subordinación al ser. Y esto ha ocurrido así porque desde el principio, fue la razón misma la que se incapacitó para captar la temporalidad del ser, o el ser en tanto que temporal. Fue ella la que moduló el ser, en vez de que el ser modulara la razón. A su vez, esta peculiar razón, que es la de Parménides, quedó recíprocamente  tan consagrada en su forma por la forma misma del ser que ella ideó, que ya en el futuro se vino creyendo que la razón era tan constituvivamente, tan inalterablemente esquemática y homogénea como el ser mismo. Sus caracteres propios, o sea los que presentó de hecho en su primera función noética, fueron considerados esenciales, y no históricos. Y así, todo intento de atender al aspecto temporal de la realidad, al devenir, al cambio, e inclusas en este, a la acción humana y la historia, implicaba esa supuesta degradación del conocimiento, como en Manetti, como en Montaigne; o una reducción de lo temporal a lo inmóvil, como en Platón y Aristóteles; o una crítica de la razón en cuanto tal, como en Dilthey y en Bergson. De cualquier modo, el ser estuvo desde antiguo reñido con el tiempo, y ante este antagonismo se imponía una opción, y por ello una renuncia: o con el ser, o con el tiempo, pero jamás con los dos juntos. 

   El hombre empezó a filosofar partiendo del dato de la diversidad y el cambio, y en busca de un principio de unidad. Su actitud no era tan ingenua como puede parecer a la excesiva malicia de los críticos posteriores, cuando llamaban realidad a lo que se le presentaba como visible y tangible. Tampoco iba muy descaminado al suponer la existencia de un principio unitario de la pluralidad, y de un principio permanente de lo mutable. Pues la necesidad de un firme punto de apoyo no deriva solamente de ese horror que nos infunde la noción de una realidad que fuera pura fluencia, sin estructura ni contorno, sin principios ni dirección señalada. Esta repugnancia íntima la sentimos todos, e imaginar que el universo fuera una total delicuescencia es una experiencia tan angustiosa como la que vivimos tratando de imaginar la infinitud del espacio celeste. Somos limitados, y lo que no tiene límites o está fuera de los límites es un misterio para nosotros. Nuestra existencia misma, incluso en sus aspectos prácticos, tenemos que sentirla en un principio firme: verdad, fe, opinión, creencia, ilusión, ideal o esperanza. Pero esta explicación subjetiva no fuera por sí sola suficiente. Es aquella realidad evanescente no sería realidad; es que el supuesto mundo de fluencia no sería mundo o cosmos, sino caos; es que la realidad no se nos presenta en tal forma, es decir, sin forma alguna sino con órdenes y coherencias y regularidades manifiestas. En suma, es que junto al dato primario de la diversidad y el cambio hay el dato no menos primario del mundo como mundo, de la realidad como cosmos, o sea como orden. El caos no es dato de experiencia en ningún caso. El hombre no forja el cosmos; no lo crea, no lo inventa. Nadie abrió los ojos de la razón por vez primera y se encontró con una niebla turbia y opaca, a la cual tuviera que imponer las formas y los órdenes coherentes, como el escultor obtiene sus figuras modelando un barro informe. Esta operación creadora de los humanos la atribuyen a la divinidad. Lo mismo da que el filósofo sea realista o idealista: el orden se lo encuentra como algo primario en sí y fuera de sí; jamás queda sumergido en otras nieblas que las producidas por él mismo artificialmente, como la niebla cartesiana de la duda metódica, o la epojé husserliana. E inclusive estas nieblas facticias no intentan en el fondo sino encubrir en su densidad las cosas ya presentes, ocultarlas provisionalmente a nuestra mirada, para luego hacerlas reaparecer, cuando el soplo de un hallazgo fundamental consigue desvanecer las brumas. Un cierto orden de la realidad es, pues, tan aparente como lo son su variedad y su cambio. Lo que no es aparente es el principio de este orden. Así, al tratar de encontrarle a la realidad cambiante su recóndito principio inmutable, no hacemos sino adelantar por una vía que se muestra abierta y propicia ya en la primera en la primera presentación de la realidad misma. 
   
   De este modo procedieron los milesios, y con más sagacidad que ellos Heráclito. Hasta que Parménides invirtió la dirección natural del pensamiento. No fue en busca de un principio de unidad, sino que partió de él; mejor dicho, de él tuvieron que partir quienes filosofaron después. Aunque no lo parezca, ni suele decirse, la experiencia y la razón, que no la razón sola, concurrieron ambas en este descubrimiento de la inmovilidad del ser. La primera no fue peculiar de Parménides; era la experiencia común, asentada, primitiva de la mente griega, para la cual el ser es corpóreo, es decir, objeto de evidencia inmediata, objeto de visión. En primer término, no lo llamaban ser, haciendo como nosotros una muy simbólica generalización de lo existente, mediante una substantivación del infinitivo que equivale a una paralización de lo que es esencialmente dinámico y denota acción, como es el verbo. Lo llamaban "to on", que traducimos por "lo que es". En segundo lugar, lo que es para ellos es corpóreo, sólido, visible y tangible. La idea filosófica de una realidad espiritual no aparece sino hasta los atomistas, como idea del vacío, y hasta Platón, como idea de realidad espiritual. Además de corpóreo, "lo que es" era móvil. De suerte que la operación que hace Parménides con el ser consiste simplemente en privarlo de su dinamicidad; pero el carácter de corporeidad persiste, y como consecuencia de ello el ser queda petrificado, como una masa de roca compacta, homogénea e inmovil. 





jueves, 21 de noviembre de 2013

Breve crónica del V salón del manga en Murcia



   Hoy podemos decir que, lamentablemente, ha terminado el V salón del manga de Murcia. Ni que decir tiene que en los días que ha tenido lugar el evento ha contado con un aforo masivo, superando las 20.000 visitas (un número mucho mayor que el de cualquiera de las anteriores ediciones). El evento ha tenido una ajetreada agenda que incluía una gran diversidad de actividades que iban desde el visionado de películas a charlas, concursos de cosplay o pequeños cursos sobre japonés y manualidades. Obviamente no se podía asistir a todo así que pretendo dar mis impresiones sobre el salón del manga de este año y más concretamente de los actos a los que pude asistir. 

  Uno de las mejores cosas que se puede decir de estos eventos es que no solo son un lugar de compra, no es un lugar donde solo haya tiendas. No, también es un lugar de encuentro, diversión y aprendizaje. Sus charlas y talleres son muy instructivos a la par que entretenidos . Yo asistí  a varias de esas charlas pero me centraré en hablar un poco de solo dos para que así quienes no pudieron ir sepan un poco de lo que se habló. La primera de esas charlas que mencioné trataba temas de mitología japonesa y hablaba sobre distintas historias acerca de dioses y su representación en el anime.

   Como en cualquier mitología, la japonesa comparte ciertas similitudes con las demás: es la primera forma con la que los hombres damos sentido al mundo que nos rodea y a nosotros mismos; una forma distinta podría ser la filosofía o la ciencia. Así el origen del mundo y del hombre queda explicado. Uno de los mitos que explicaba el nacimiento del mundo está representado por la relación que mantuvieron los dos primeros dioses, Izanagi e Izanami. De su unión surgieron 8 islas de Japón y una gran cantidad de dioses... Cuando Izanami estaba en el parto de su próximo hijo, el espíritu del fuego, falleció. Nada más ocurrir esto, el dios amante de Izanami, mató al nuevo dios y fue a buscar a la fallecida al lugar donde estaban los muertos. Este descenso al reino de los muertos recuerda a Orfeo, de la mitología griega, cuando fue al Hades a salvar a su amante. El resultado en ambas historias es igual de infortunado. El fracaso prevalece y no queda más que aceptar la muerte del otro. Después de salir del Yomi (el mundo de los  muertos) el dios-amante Izanagi sintió la necesidad de limpiarse y fue al arroyo de una de las islas japonesas. Mientras limpiaba sus ojos y su nariz nacieron Amaterasu, Tsuki y Susano, entre quienes repartió el cielo, la tierra y el mar. Después de esto él se retiró al cielo.

   Esto no era lo más interesante (más que nada porque esto se puede saber leyendo el "Kojiki") sino porque se hablaba de cómo distintas criaturas de la mitología japonesa aparecían con cierta frecuencia en algunos animes. De estos últimos ponía como ejemplo una serie bastante popular: Claymore. En esta serie aparecían esos seres llamados yomas: monstruos que deboran las entrañas de los hombres para obtener alimento. Entre estos se encontraban tanto los obake como los jorogumo.




   La otra charla a la que pude asistir versaba sobre el tema de las lolitas... y, evidentemente, yo tenía las misma idea vaga que tiene la gente común que no sabe sobre el tema: automáticamente relaciona el tema con la Lolita de Nabokov. En mi caso también lo asociaba a las idol japonesas (que nadie me mate por esto xd). Lo cierto es que tenía que ver con algo muy distinto: es un modo de vestir inspirado en el siglo XIX inglés. Se empezó a poner de moda gracias ciertos grupos de música rock que utilizaban este estilo decimonónico. Tuvieron tanta influencia que crearon tendencia en Japón. Más tarde los europeos importaríamos este estilo al que se le había dado una vuelta de tuerca, modernizándolo y creándose subestilos. Así, hoy podemos hablar de distintos estilos dentro del lolita: están aquellos que se inspiran de forma más fiel a la vestimenta de la Inglaterra victoriana y aquellos que le han dado un toque más innovador (hasta el punto de que parece que hay quienes discuten que eso pueda llamarse vestimenta lolita). Dentro del lolita hay vestimenta tanto para hombre como para mujer. La ropa de varón sería similar a la de los personajes de Kuroshitsuji: largas chaquetas y levitas elegantes.

 
   Tengo que confesar que yo era de los que entraron con una sonrisa burlona de oreja a oreja... pero cuando salí mi opinión respecto al tema cambió considerablemente. Me hizo reflexionar ligeramente. Entonces me di cuenta de que 50 minutos antes yo discriminaba con la misma facilidad con la que otras personas discriminan por el mero hecho de que alguien lea, vea anime o simplemente tenga un gusto que no sea "normal". Y he aquí la grandeza de un salón del manga: en él se reunen personas distintas al ciudadano medio, todas esas piezas solitarias que se diferencian de la mayoría. El miedo al otro, "al distinto a mi" siempre genera exclusión: no conociendo la realidad de la otra persona autoafirmo la mía y la de quienes son como yo. Así es como las mayorías siempre discriminan a las minorías y todo lo que ellas representan porque de este manera reafirman su modo de vida y sus costumbres como "el verdadero, el bueno de verdad". El hecho de que todas esas piezas peculiares, distintas al resto puedan reunirse en un mismo lugar durante varios días para disfrutar de las mismas aficiones es algo que ya tiene mérito. Podríamos decir que estos eventos son un lugar de sonora catarsis que evidencian la silenciosa (y a veces no tan silenciosa) discriminación que nuestras sociedades modernas ejercen sobre sus minorías.

   Precisamente me hizo reflexionar sobre esto una chica, que en el turno de preguntas de la segunda charla, contó su historia: una de esas historias que entristecen a cualquiera... No tuvo una adolescencia fácil y todo por ser distinta. A ella y a todos los que son minoría les dedico estas líneas (a pesar de su escaso valor) y les recuerdo aquella frase que decía Don Quijote cuando unos pueblerinos se reían de Sancho y de él: "Ladran, luego cabalgamos".







lunes, 14 de octubre de 2013

La cábala y la alquimia en la tradición espiritual de occidente. Siglos XV-XVII de Raimon Arola

  Ha existido toda una corriente de pensamiento abundante, densa, tupida y silenciosa que ha recorrido los siglos de forma discreta, pero sin pasar del todo desapercibida a sus contemporáneos. Esa corriente es la que tradicionalmente ha sido llamada alquimia y siempre ha inquietado a algunos por ciertas cosas que parecía prometer como era la trasmutación de metales poco valiosos en otros de gran valor, como el oro. También es de sobra conocida la promesa de un elixir que cure todas las enfermedades y prolongue la vida indefinidamente. Lo cierto es que, al contrario de lo que la gente pensaba (y piensa), la alquimia ni quería producir oro ni quería convertirnos en seres inmortales. El pensamiento que contiene el saber alquímico tiene que ver con algo mucho más coherentes y más sensato: es una concepción del mundo y de la labor de los hombres que toma como bases ciertas ideas de las religiones monoteistas. En este sentido la alquimia tiene más que ver con una especie de mística que con el deseo de producir oro para enriquecerse y de vivir infinitamente. No se puede afirmar entonces, como algunos historiadores de la ciencia han hecho, que "la alquimia es la fase que antecedió históricamente a la química". Stanilaw Klossowski de Rola dijo en un libro algo que apuntaba en este sentido:

    "La misteriosa doctrina de la alquimia atiende a una realidad escondida de orden superior que conforma la esencia que subyace a todas las verdades y religiones. La perfección de esta esencia se denomina Absoluto; puede ser percibida y comprendida como la Belleza de toda la Belleza, el Amor de todo el Amor y lo Mas Alto de lo Alto, solo con que la consciencia cambie profundamente y pase del nivel normal de la percepción cotidiana (el plomo) a un nivel sutil de percepción (el oro), de manera que cada objeto se perciba con la forma arquetípica perfecta, contenida dentro del Absoluto. La alquimia es un arco iris que atraviesa el abismo que existe entre el plano terrestre y el celestial, entre la materia y el espíritu"

    ¿Suena tan distinto esto ("atiende a una realidad escondida de orden superior que conforma la esencia que subyace a todas las verdades y religiones.") de lo que pretendían algunos filósofos con sus metafísicas? En su búsqueda del ser muchos filósofos han pretendido encontrar esas verdades que se encuentran tras lo que es puramente ocasional, y sus descubrimientos los han escrito y titulado como metafísica (Aristóteles, por ejemplo). Vemos que tanto en el caso del filósofo como del alquimista el objetivo es el mismo: la verdad. No obstante sería un error establecer una identidad entre el filósofo y el alquimista. El filósofo se vale de argumentaciones para elaborar su pensamiento. La alquimia, como todo saber de tipo místico, no puede conceder tal crédito a la razón. Todo tipo de mística pone en cuestión la capacidad del hombre y de su raciocinio para explicar la realidad. Por decirlo de otro modo necesita del auxilio o la ayuda de una potencia mayor o de Dios.  El grabado de Heinrich Khunrath lo muestra muy bien: en la parte izquierda vemos al alquimista orando, pidiendo a la divinidad que le revele los secretos de la realidad; después, a la derecha, se encuentra el laboratorio alquímico, al que acudirá el alquimista a experimentar con la materia después de la oración. Todo esto se resume en la máxima latina de "ora et labora".


     Como vemos el tema en sí muy goloso: siempre atraerá a aquellos interesados en un saber de tipo esotérico. Pero desde hace tiempo se presentan libros que tienen un carácter eminentemente histórico que no pretenden dar cuenta de los textos alquímicos en sí (eso ya es preocupación de los aprendices o "adeptos" de la alquimia), sino ver la importancia que han tenido en la historia de las ideas. Quizá el impulso más fuerte y que más reconocimiento académico ha tenido ha sido Frances A. Yates, pero no ha sido la única que se ha embarcado en esta aventura de tipo historiográfico que pretende acercarse a un tema controvertido con la mayor rigurosidad histórica. Raimon Arola parece que ha intentado sumarse en este recorrido con esta obra que tiene como subtítulo "La tradición espiritual de occidente (ss. XV-XVII)". La pretensión del libro ya está bien clara viendo su subtítulo: no es un libro que nos vaya brindar el significado de los textos alquímicos comprendidos en esos siglos, sino ver las líneas de pensamiento de algunos de esos textos y observar como influencian en momentos posteriores a otros pensadores. Cuando vamos avanzando en su lectura es cuando vamos percibiendo esa transmisión de ideas que va cobrando forma. El fresco que se nos acaba presentando es toda una corriente de pensamiento a lo largo de la modernidad, paralela al racionalismo y el mecanicismo cartesiano, que va decayendo frente a él hasta quedar casi olvidado.

   ¿Es esto algo revelador? Evidentemente no. Lo que este libro nos presenta se podría resumir en un "nada nuevo bajo el sol". Pero aun podría perdonarse si a lo largo del libro se fuera desarrollando con profundidad todo lo que se plantea. Ese no es el caso y de hecho nos encontramos capítulos enteros que no dicen nada revelador. A eso hay sumarle el hecho de que parece que a Raimon Arola le cuesta mucho decir algo por sí mismo: no son pocas las ocasiones en que hay más citas que texto propio. Este libro es similar a la "Vida de los filósofos" de Diógenes Laercio en el sentido de que lo que el autor cita es valioso pero lo que él dice no. Pues a este libro le ocurre lo mismo: es más valioso lo que el autor no escribe que lo que escribe. Creo que esto es lo peor que se puede decir de un autor que pretenda escribir algo serio. Afortunadamente no me costó mucho dinero pues lo compré de 2ª mano pero si hubiera tenido que adquirirlo a precio de nuevo tengo algo bien claro: se hubiera quedado en la librería. 




domingo, 15 de septiembre de 2013

"Imágenes del barroco" de Mario Praz

Sobre los jeroglíficos (págs. 24-26):

   "De hecho, los emblemas se crearon, como ha demostrado Ludwig Volksmann, como una tentativa humanística de formular un equivalente moderno de los jeroglíficos tal y como fueron erróneamente interpretados fundándose en los testimonios de Plinio, Tácito, Plutarco, Apuleyo, Clemente de Alejandría, Plotino, etc. Se pensaba que los jeroglíficos eran una forma de escritura puramente ideográfica con la que los sacerdotes egipcios anunciaban los designios divinos, y que los filósofos griegos habían recurrido al saber jeroglífico. Casiodoro y Rufino vieron también en ellos prefiguraciones de la doctrina cristiana. La moda de los jeroglíficos entre los humanistas se inició con el Hieroglyphica ("de carácter enigmático") de Horapolo o Horus (Orus) Apolo, un autor presumiblemente egipcio (se llama así mismo Nilótico) del siglo II o el IV después de Cristo, cuya idenatidad no se ha podido establecer y que acaso sea ficticio. Tampoco Filipo, su traductor griego ha sido identificado. Un manuscrito griego del Hieroglyohica fue adquirido en 1519 en Andros por el sacerdote florentino Cristoforo de´ Buondelmonti, despertando gran interés entre los humanistas florentinos, y sobre todo en Marsilio Ficino.

 Los artistas no tardaron en hacer uso de la nueva pseudociencia. L. B. Alberti habla de ella en su Architecttura (Libro VIII, cap. 4), sugiriendo temas para medallas, monedas, decoraciones de columnas, arcos triunfales y series de habitaciones. La influencia de Alberti es evidente en la Hypnerotomachia (que estaba ya escrita en 1467 y fue publicada por Aldo Manuzio en 1499), en la que encontramos algunas invenciones modernas de jeroglíficos y figuras simbólicas, entre ellas la famosa moneda de Tito, del delfín enroscado en el ancla con el lema de Semper festina tarde, que fue adoptada para las ediciones aldianas. En el poema Delphini Somnium atribuido a Francesco Colonna, el autor de la Hypnerotomachia, encontramos repetidamente la empresa Sacer est ignis credite laesis, llamada "impresa amorosa" en el verso 341. También Aldo Manuzio imprimió la primera edición de Horapolo (1505), traducida al latín por Filippo Farsanini en 1517. Farsanini habla ya de las aplicaciones prácticas y decorativas de los jeroglíficos y del beneficio que reportará su traducción a los escritores de epitalamios y a aquellos curiosi homines que deseen decorar con símbolos y lemas objetos tales como espadas, anillos, campanas, lechos, puertas y techos. Es a esta utilización decorativa de los emblemas a la que se refiere Alciato en la edición de sus Emblemata de 1551, y a la que ya había aludido en la dedicatoria de la edición de 1531 y en una carta a su amigo Calvi fechada en 1522. Es probable que Alciato concibiera su opúsculo de emblemas inspirándose en Fasanini, que fue profesor de Bolonia en los mismos años en que Alciato estudiaba allí (obtuvo un doctorado en leyes en 1514).

   Impulsó también la difusión de los jeroglíficos la actividad de Fray Urbano Valeriano Bolzaniano (c. 1443- 1524) que estuvo en contacto, entre otros, con Francesco colonna y Giovanni de´ Medici (posteriormente León X). Su sobrino Pierio Valeriano publicó en 1556 en Basilea un importante tratado: Hieroglyphica sive de sacris Aegyptiorum aliarumque gentium literis. En el libro de Valeriano los jeroglíficos son relacionados con el simbolismo de los lapidarios y bestiarios medievales y con el Physiologus atribuido a Epifanio, una colección de símbolos sugeridos por animales (la cigüeña, el pelícano, el fénix, etc.), de procedencia alejandrina. Entre los pintores que tomaron motivos de los jeroglíficos se encuentran Pinturicchio (Stanze Borgia), Leonardo (numerosos apuntes), Mantegna (Triunfos de César), Giovanni Bellini (Alegorías), Durero (Arco triunfal del emperador Maximiliano), Giorgio Vasari. El origen de los emblemas no sólo se remonta a los jeroglíficos, sino que es también rastreado, en lo que se refiere al lema, en las empresas, cuya afición se fomentó en Italia cuando Francia ocupó Milán en 1499, como mostraremos más adelante. Otro impulso en la expansión de los emblemas proviene de la cristalización de la antigua ética en esas colecciones de proverbios y máximas (Sobre todo los Dísticos morales de Catón, los Adagia de Erasmo y la Antología de Estobeo) que gozaron del favor del público en el siglo XVI."



lunes, 5 de agosto de 2013

Los jeroglíficos de Sir Thomas Brown


   Publicado por Fondo de cultura económica nos llega un texto de Roberto Calasso, autor de libros como "La literatura y los dioses", "K" o "Cadmo y Harmonía". Es un autor al que siempre quise "hincar" el diente. Varios de sus libros siempre me parecieron curiosos pero no ha sido hasta ahora que he podido disfrutar un libro suyo. Este libro trata, como dice en el título, de Thomas Browne, un escritor inglés del s. XVII. Un escritor que pasa desapercibido entre generaciones de lectores y escritores pero que algunos han apreciado con entusiasmo. No era Browne dado a la escritura compulsiva ni a la creación masiva de libros. Hay muy poco material suyo porque escribió muy poco. Entre meditación y meditación escribía cada línea de sus textos con el cuidado de un orfebre o de un artesano que quisiera crear su mejor obra. A su cuidada prosa se añadía un complejo sistema de reflexiones y simbolismos que han dificultado su lectura e interpretación. En ese mar de imágenes pretende sumergirse Calasso para darnos su interpretación de este poco atendido autor.
   El primer paso que debemos seguir para interpretar los textos de Browne es observar el ambiente intelectual en el que el escritor vivió. Como ciudadano cultivado de Inglaterra Thomas Browne estaba muy influenciado por las ideas de la época y su biblioteca se nutría de todo cuanto fuera de interés... Desde los clásico de la antigüedad que estudió con ahínco hasta las más modernas obras científicas de Robert Boyle, pasando por obras de carácter más esotérico y espiritualista. Siguiendo las pistas de su biblioteca, su correspondencia y sus obras descubrimos a un autor preocupado por el avance de las ciencias, pero también de aquello que en la época se conocía como filosofía natural: la alquimia, el hermetismo y todo aquello que se refiriese al conocimiento de los procesos naturales. De hecho en este libro se va esbozando los primeros desarrollos de la ciencia que, curiosamente, no nacieron de una actitud desconfiada en la religión, sino que precisamente se fundamentaban en la búsqueda espiritual para encontrar su legitimidad. En efecto, en una Europa en la que las élites intelectuales seguían defendiendo la escolástica y las interpretaciones ortodoxas de Aristóteles, la ciencia tuvo que apoyarse en un "proyecto" que pretendía encontrar su legitimidad al aportar un conocimiento cierto y un contacto directo con el creador de todas las cosas. La actividad del científico tenía que ver entonces más con una tarea espiritual, al encontrar las huellas divinas en la naturaleza, que en la mera explicación causal de los hechos. Observar la naturaleza era "leer" un texto paralelo al de las sagradas escrituras. Esto nos puede parecer raro a nosotros con nuestra mentalidad moderna, pero varios fragmentos de pensadores apuntan a esto. Así encontramos que Robert Boyle en sus "Occasional reflections" habla de "dos grandes libros: la Naturaleza y las Escrituras"; también Kepler pensaba de forma parecida en "Mysterium cosmographicum" donde decía: "Ahora bien, este es el libro de la Naturaleza, tan celebrado en los sermones sagrados y que Pablo propone al pueblo para que en él contemple a Dios como si se tratase del Sol reflejado sobre las aguas o en un espejo".

   Como vemos, aquí no estamos hablando de lo que hoy entendemos por ciencias. Son sus orígenes los que se van perfilando y van mostrando algo impreciso que todavía no se materializa en una ciencia matematizada y poco crédula. El científico en este saber incipiente parece más un visionario, puesto que ve aquello que no se ve en las cosas naturales: las huellas del creador. Browne es un visionario en este sentido y pretende ver al creador estudiando el mundo natural... solo que para él lo que se halla detrás de la naturaleza no son unas fórmulas abstractas y matemáticas que explican las fuerzas, sino unas imágenes jeroglíficas llenas de sentido. Quien sepa ver e interpretar estos jeroglíficos encontrará el conocimiento verdadero porque es el lenguaje en el que las palabras (imágenes en este caso) y las cosas no están separadas. Es el lenguaje que ellos llamaban adámico, el lenguaje de Dios, en el que no hay separación entre palabras y cosas. Lenguaje y metafísica se encontraban hermanadas en ese lenguaje primigenio. Pero después del desastre de Babel solo quedó confusión y desconocimiento. A propósito de esto dice Brown:

"Es cosa segura que, entre los pueblos que sufrieron la confusión de Babel, los egipcios encontraron la mejor manera de evadirla, pues, aunque las palabras se confundieron, ellos habían inventado una lengua de objetos y se comunicaban mediante las nociones comunes que se hayan en la naturaleza; así podían discurrir en silencio y se daban a entender intuitivamente por las teorías de sus expresiones, pues estas consistían en formas de animales a todos los ojos, y mediante la conjunción y composición de estas formas podían comunicar sus conceptos a cualquiera que comprendiera la sintaxis de la naturaleza. Muchos creen que esta debió de ser la forma más primitiva de escritura y que es mucho más antigua que las letras; pudo incluso haber sido la lengua que hablaba Adán, quien, al entender la naturaleza de las cosas, tenía la ventaja de la expresión natural"

   ¿De dónde procedían reflexiones acerca del lenguaje? Pues ni más ni menos que de Plotino. Como pensador con influencias platónicas pensaba que este mundo constaba de imágenes de otras cosas, que eran las reales. El fue quien se dio cuenta de que los egipcios usaban un lenguaje distinto a los que tenían alfabetos. Los jeroglíficos son un modo alternativo de explicar la naturaleza en el que no se utilizaban razonamientos ni el pensamiento discursivo. Empezó aquí una fascinación por lo egipcio que llevó a los renacentista a construir un relato histórico en el que los primeros filósofos griegos, como Pitágoras o Platón, se inspirarían en el saber antiguo de los egipcios. Esta sería la razón por la cual Cosme de Médici le pidió a Ficino que tradujera antes el "Corpus hermeticum" que los "Diálogos" de Platón: para conocer la historia del pensamiento había que empezar por el principio. Hoy sabemos que toda esta historia no es verdad. El "Corpus hermeticum" es un escrito muy posterior al de los presocráticos y del mismo Platón, pero en el renacimiento se pensaba que era cierto que de Egipto venía provenía todo el conocimiento de los griegos. Y esta idea perpetuada en el s. XVII influyó en muchos pensadores. Uno de ellos era Thomas Brown. Por eso reflexionaba a base de jeroglíficos. "Los jardines de Ciro" y "La religión de un médico", sus principales libros, son reflexiones sobre estos jeroglíficos. Y esas reflexiones nos las ofrece Calasso aunque de forma muy breve y casi esquemática.

   No se puede esperar más de un libro tan breve. Sin embargo pese a no dedicar una gran parte a la exégesis de los textos de Brown (y lo poco que hay de interpretación no lo contaré para no desvelar nada), hace un verdadero esfuerzo por descubrir las bases del pensamiento del escritor de "Los jardines de Ciro". Es por esto que a pesar de tener unas escasas 150 páginas es un libro que contiene información bastante curiosa sobre ideas del pasado y en concreto las del siglo XVI y XVII... Si bien no es una obra monumental sí que es una obra curiosa que no molestará en nuestras lejas.